Por Socha (firma colectiva).
De repente y sin explicar motivos, la postura del PSOE cambió en la Operación Chamartín. Llegó José Luis Ábalos al Ministerio de Fomento y pareció como si alguien le hubiera dado una orden para que echara al vuelo las letras de su apellido con su acento: á,b,a,l,o,s. Y, mire usted por cuánto, tras el vuelo, las letras, con el acento que volaba con ellas con la única obligación gramatical de colocarse sobre una vocal, compusieron lo que parece una orden tajante: sóbala.
Sóbala. Imperativo y rotundo. De ‘sobar’. Dado por alguién con autoridad para imponer y que conviene identificar. Veamos qué es sobar y cuál de las acepciones del diccionario es adecuada para aplicarla como orden a un ministro en la Operación Chamartín: ¿tocarla repetidamente?, ¿manejarla para que se ablande?, ¿estropearla por tocarla mucho?, ¿manosearla, molestarla o fastidiarla con trato impertinente?, ¿alguna acepción usada en paises de habla hispana? ¿O dormirla? Vista la situación y equipos en las administraciones que se ocupan de la Operación Chamartín, en funciones tras unas Elecciones Generales, Autonómicas y Locales que no han alumbrado estabilidades nuevas, parece que la acepción aplicable debe asociarse a ‘dormir’.
Con ánimo de interpretar la que puede haber sido orden al ministro Ábalos, veamos la situación de la Operación Chamartín: Dormida por lo hecho y dejado por hacer de la alcaldesa Carmena y su equipo de Gobierno municipal, en trifulca con consecuencias. Dormida, con acuerdos entre el Ayuntamiento de Madrid y Distrito Castellana Norte (DCN), tenedor de derechos contractuales al que RENFE adjudicó el desarrollo de la Operación. Dormida, con el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) en manos del PSOE, aunque rebullendo con su directora, Isabel Pardo, en algún momento por motivos que entrevimos. Dormida, con los grupos municipales de PP y Ciudadanos sin hacer ruido. Y Dormida(Ábalos, sóbala) por orden de quien tiene autoridad y capacidad para mandar al ministro de Fomento.
Que la Operación Chamartín está dormida, es obvio. Falta saber por cuánto tiempo y con qué despertar. Pero, aunque con ella pueda haber sueños, no hay sitio para dormir; ni para dormidos. Hay pruebas de la actividad de todos: partidos políticos, grupos municipales, administraciones, adjudicatario, propietarios, asociaciones de vecinos,... Pero la prueba de actividad que llama la atención sobre todo es el cambio de actitud en un PSOE que, callado y sin rechistar, ha servido de apoyo a la alcaldesa Carmena para que hiciera y deshiciera (sobre todo deshiciera, porque hacer, lo que se dice hacer, ha hecho poco), en la Operación Chamartín según su forma de entender. Este cambio de actitud se alumbró con la directora de ADIF, Isabel Pardo: Pendientes, entonces, los acuerdos entre el Ayuntamiento de Madrid y Distrito Castellana Norte, Pardo advirtió que desde ADIF estaban viendo alternativas propias e independientes. Algo después, en la campaña electoral municipal, el candidato socialista a la alcaldía de Madrid, Pepu Hernández, mencionó la Operación Chamartín. Con preguntas concretas sobre ella, descubrimos un conocimiento (desconocimiento) que entendimos “propio de un entrenador de baloncesto más bajo que los jugadores a los que entrena, habituado a ver qué se mueve a ras del suelo sin saber qué pasa en las alturas”. Y, por último, ha aparecido el ministro Ábalos entrando en el asunto.
Desde el ministerio de Fomento, podía haber intervenido el Secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, Pedro Saura, la directora de ADIF, Isabel Pardo, el Presidente de RENFE, Isaías Táboas, o alguien situado en un puesto inferior en el organigrama ministerial, pero el protagonista ha sido el ministro (Ábalos, sóbala) ¿Por qué? Con la Operación dormida y sin dormidos, la iniciativa del ministro, además de un significado ministerial, tiene otras vertientes, relacionadas con su posición en el PSOE y el ámbito personal del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Y es que José Luis Ábalos, además de amigo de Sánchez es el Secretario de Organización del PSOE. Por ello, el ‘Ábalos, sóbala’ hay que contemplarlo desde cuatro perspectivas: La personal, del Presidente del Gobierno, que pudiera usar la Operación Chamartín para afianzar, y afinar, su posición frente a la izquierda radical de Podemos, que necesita como apoyo en sus aspiraciones personales y gubernamentales. Son conocidos, pero conviene apuntar los celos y rencillas entre Sánchez e Iglesias como posibles motivos para revanchas entre ellos.
La del PSOE, al que conviene recuperar posición, capacidad y orgullo para liderar la izquierda política nacional, amenazada con el sorpasso que intentó Pablo Iglesias hace sólo unos meses; y humillada con ofensas tan significadas como las declaraciones y pretensiones para un gobierno socialista, presidido por Pedro Sánchez y organizado por un Secretario General de Podemos, que, tras su conversación-consulta con el Rey previa a la fallida investidura, se atrevió a adjudicarse una Vicepresidencia de Gobierno y repartir carteras ministeriales de un gobierno socialista entre miembros de Podemos.
La del socialismo nacional hoy gobernante, que puede aprovechar la Operación Chamartín, con las circunstancias actuales, para mostrar postura y recuperar la iniciativa que inició la operación en 1993. La del grupo socialista en el Ayuntamiento de Madrid, en posición irrelevante bajo el bastón de mando de Carmena, que con la iniciativa puede convertirse en motor del desarrollo del Norte de Madrid, con Pepu Hernández como portavoz municipal, o a pesar de él.
Por ello y en consecuencia, habrá que estar atentos al vuelo de letras y acento que parten del apellido del ministro de Fomento y cómo aterrizan o se posan: Ábalos, sóbala.
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