¿Por qué se les llena la boca de la palabra democracia a aquellos que, precisamente, actúan como si no creyesen en ella o la interpretan como un comodín que solamente lo usan cuando se da el caso de que argumentarla les favorece, olvidándose de ella en aquellas otras ocasiones en las que les resulta incómodo sacarla a relucir?
Hemos entrado en una fase, en nuestra nación, en la que cualquier chisgarabís se permite opinar sobre temas de enjundia sin tener el menor conocimiento sobre ellos; en los que cualquier bocazas se permite hacer manifestaciones, alegremente, basándose en conocimientos superficiales sobre el tema del que se trata o que, incluso, se ha llegado al extremo de que la ciudadanía, como desgraciadamente está empezando a suceder en nuestra nación, decide tomarse la justicia por su mano, reniega de los tribunales de Justicia, desprecia el cumplimiento de las leyes ( como ya comenzaron a practicar los soberanistas catalanes) y decide darle más valor a las manifestaciones callejeras, los escraches, las voces de los agitadores profesionales o, y esto empieza a ser más preocupante, se creen a pies juntillas lo que la prensa, las TV, las radios o las redes y medios sociales les informan cuando, en realidad, lo que hace tiempo que están intentando es llegar a controlar a media humanidad, con sus recursos técnicos.
Por otra parte, es evidente que, con carácter general, se está notando un bajón importante en lo que hace referencia a la preparación cultural, profesional, humanista e, incluso, social de las nuevas generaciones de políticos, de los que se vienen nutriendo las cámaras de representación popular, tanto a nivel estatal como a nivel autonómico o municipal, a las que acceden ciudadanos a los que no les ha arrastrado su vocación por servir al pueblo, su patriotismo o su verdadero interés en colaborar en hacer que la ciudad, la autonomía o la nación, a la que se ha comprometido a representar, mejore sus servicios, sus relaciones ciudadanas y sus prestaciones sociales, no le importa tanto como la retribución que puede conseguir, en muchos casos con un mínimo esfuerzo y sin bagaje cultural alguno o no suficiente, si se tiene en cuenta que, el compromiso de cualquier persona que actúa, en representación de un colectivo, presupone aceptar una responsabilidad pública. El incentivo de conseguir un buen sueldo cuando la persona de la que se trate está en el paro, cobra un sueldo de 400 euros o no consigue, con la retribución que recibe en su situación civil, lo suficiente para atender las necesidades de su familia; puede resultar determinante para cualquier infiltrado en una agrupación política que piense mejorar sus estatus vital.
Cuando un político, como el actual presidente en funciones del Gobierno español, señor Sánchez, se olvida de que, SM el Rey, ha sido quién le ha confiado la misión de presentarle un gobierno con los suficientes apoyos para poder asumir la legislatura, con suficientes garantías para poderla llevar a buen término; no puede trasladar la responsabilidad de lo que le ocurra durante su gestión para conseguir los apoyos necesarios del resto de partidos que, evidentemente, ponen condiciones o se niegan rotundamente prestar el apoyo pedido. El señor P.Sánchez y su gobierno en funciones, han creído que pueden obligar al resto de partidos a darles el respaldo incondicionalmente, sin verse obligado a ceder en temas que llevaban en su respectivas propuestas electorales aquellas otras formaciones que no consiguieron la victoria y que, legítimamente, pueden pedir a cambio de colaborar en apoyar o formar parte de un gobierno, sea o no de coalición, sea o no de apoyos puntuales. Es evidente que no puede trasladar responsabilidades a quienes no se dejan convencer por sus ofertas y deciden no apoyar su investidura y tampoco puede chantajear, amenazando con inclinarse hacia las izquierdas o, lo que todavía es peor, recurrir a los separatistas soberanistas vascos o catalanes, cediéndoles competencias que están fuera de sus facultades o prometiendo indultos de posibles condenados por los sucesos del 1º de octubre del 2017, para así congraciarse con los “extremistas” del gobierno catalán.
En esta batalla incruenta que los políticos tienen planteada con respeto a las alianzas electorales, los apoyos a la investidura del nuevo presidente del gobierno y la posibilidad, algunos dicen que remota, de que fuera necesario convocar nuevas elecciones, una situación que, evidentemente, no parece que les interesaran a los señores de Podemos y a los del partido Ciudadanos que, como es de dominio público, están pasando por una situación delicada provocada por el escoramiento del señor Albert Rivera hacia el centro-derecha, una postura que ha desencadenado, en una parte de los miembros del partido naranja, una incomodidad que parece que anuncia una sarta de renuncias que, cuando menos, puede poner en entredicho lo que hasta ahora nadie ponía en la menor duda: la imbatibilidad de Albert Rivera al frente de Ciudadanos.
Sánchez, que tiene una habilidad innata para moverse por dentro de las cloacas de la política, está consiguiendo, casi sin esforzarse, que los partidos de la competencia, el trío formado por PP, Ciudadanos y VOX se estén tirando, mutuamente, los trastos a la cabeza, mientras él sigue planeando estrategias para conseguir instalarse en la Moncloa durante el mayor tiempo posible. Aunque es lamentable y, como ya decíamos en otro comentario, poco favorables para la derecha y el centro derecha españoles, tampoco se puede negar que el intento de PP y Ciudadanos de olvidarse de la existencia de un partido que ha conseguido un quinto puesto, con 24 escaños, en las pasadas elecciones legislativas, como es VOX, ningunearlo e insultarlo pese a necesitar de sus votos para conseguir gobernar en muchos municipios y, en especial, en la capital del reino, Madrid; además de retractarse de un documento firmado por ambas partes ( PP y VOX) en el que se les ofrecían puestos a representantes del partido de Abascal en el gobierno de Madrid; no ha sido muy sutil, más bien burdo, poco elegante y cargante, como ha quedado demostrado por el enfado de Abascal y sus compañeros de partido, que han decidido retirar el apoyo prometido, dejando al PP y Ciudadanos en minoría en el gobierno de Madrid.
Y mientras es evidente que al señor Sánchez, en su papel de Don Tancredo, viendo desde su atalaya como el resto de sus enemigos se destroza entre sí, mientras tiene a sus adoradores, los de Podemos, suplicándole que les otorgue ministerios o, en sus caso, le otorgue al cuitado de Pablo Iglesias un cargo importante que le permita presentarse ante los suyos con una victoria, aunque sea pírrica, para evitar que aquellos que se acuerdan de la casa de Galapagar se tomen la venganza de la debacle sufrida por el feminizado partido de Unidas Podemos; sin que parezca que le urja ocupar su cargo de presidente del Gobierno de España, mientras el país sigue sin conocer lo que le espera, una vez se hayan despejado las nubes que nos vienen ocultando cuáles van a ser las medidas del nuevo ejecutivo, una vez que el telón se levante y podamos comprobar cuáles van a ser las sorpresas que nos aguardan y conozcamos las nuevas medidas fiscales con las que nos van a obsequiar los recién llegados a la Moncloa.
Los sindicalistas, mientras tanto, no hacen más que recordarle al señor Sánchez su compromiso de derogar las reformas que el PP hizo respeto a medidas laborales que, en especial, hacían referencia a la prioridad de los convenios colectivos de empresa respecto a los provinciales, sectoriales o nacionales, un golpe bajo a unos sindicatos que se alimentaban, especialmente, de su actividad sindical dentro de las empresas, obligando al personal de las misma a pagar por el “servicio” que teóricamente se les prestaba. Desesperados por lo poco que actualmente vienen pintando en el mapa social español, tanto UGT como CC.OO, intentan conseguir recobrar sus competencias para volver a tener la potestad de intervenir en todos los convenios que se negocien en España. No obstante, tenemos la impresión de que el interés de Pedro Sánchez de ocupar un lugar preeminente en la CE, el conseguir, aprovechando el momento dulce por el que está pasando de la mano del señor Macron, una posición entre los principales líderes de la UE que le permita adquirir prestigio entre el resto de naciones europeas, al tiempo que le sirve de soporte para mantenerse el mayor tiempo posible gobernando España; no parece excesivamente dispuesto a indisponerse con Bruselas derogando lo que se implantó, precisamente, a instancias de la CE.
O así es como, señores, desde la óptica de un simple ciudadano de a pie, estamos viendo el panorama español, como percibimos que la bonanza de la que continuamos gozando va a tener fecha de caducidad y que, al final de este proceso, vamos a tener que luchar, una vez más, para demostrar que después de un gobierno de izquierdas, todo país necesita regresar a las derechas para que sean éstas las que pongan remedio a todos los desatinos políticos, desastres económicos y endeudamientos financieros a los que hayan que enfrentarse los nuevos gobernantes, como cada vez que cesa un gobierno en manos de las izquierdas.
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