Cafés repletos de hombres y mujeres de negocios que hablan de finanzas, pensionistas que ojean el valor de sus inversiones en la bolsa mientras viajan en metro y adolescentes con uniformes de un blanco impoluto caminando rápidamente. Es la imagen, que unos días después, hacen olvidar la escena sin precedentes vivida el pasado 1 de julio en Hong Kong.
La manifestación, que coincidía con la devolución de la ex colonia británica a China hace 22 años, mostraba dos realidades diferentes. La primera, una concentración multitudinaria con más de medio millón de personas marchando pacíficamente hasta las puertas de la cámara legislativa. La segunda, un grupo de jóvenes, asaltando el parlamento y dejando a su paso mobiliario destrozado y pintadas en lo que muchos consideran un acto de desesperación para hacer oír sus voces.
Las dos caras de esta protesta mantienen a la sociedad hongkonesa y a sus políticos divididos. Desde el gobierno hongkonés, Carrie Lam, en sus declaraciones el pasado martes decía: ¨me siento indignada y triste por lo que ha sucedido y quiero condenarlo con rotundidad. Estoy convencida de que la sociedad siente lo mismo¨. La política añadía que la violencia y ausencia de respeto por la ley perjudicaba seriamente los pilares del sistema legal en Hong Kong.
Activistas como Joshua Wong, sin embargo, tienen una visión muy diferente de los hechos. Después de haber pasado recientemente dos meses en prisión por su participación en las protestas de 2014, el joven publicaba en su Twitter: ¨quizá mucha gente no esté de acuerdo con las acciones del pasado lunes. Pero ¿qué son unos cuantos cristales comparado con la muerte de tres jóvenes¨. Un mensaje en referencia al suicidio de dos jóvenes y a la caída mortal de otro manifestante mientras colgaba en un edificio unas pancartas hace varias semanas.
Si las protestas han creado visiones divididas también lo ha hecho la actuación policial o, mejor dicho, su ausencia. Mientras que por la mañana la policía actuaba implacable con gas pimienta cuando un grupo de jóvenes intentaba entrar en la cámara rompiendo los cristales del parlamento. Una vez llegada la tarde parecía que las fuerzas de seguridad se habían esfumado como por arte de magia. Denise Ho, artista y activista, escribía en las redes: ¨Es muy extraño que mientras por la mañana la policía se confrontaba a los manifestantes y hacía guardia en el parlamento. De repente, desaparezca una vez entrada la tarde dejando campo abierto a los manifestantes para penetrar en el edificio. ¿La estrategia de la fortaleza vacía?
Cuando Stephen Lo, jefe de la policía hongkonesa, ha sido preguntado por la actuación de sus agentes explicaba: ¨las fuerzas de seguridad retrocedieron dado el elevado número de manifestantes rodeando el edificio. De haberse producido una situación violenta dentro del edificio la capacidad de respuesta de la policía hubiese estado muy limitada. Sin embargo, llegada la medianoche un amplio despliegue policial protegido con escudos y haciendo uso de gases lacrimógenos disuadía a los asistentes de manera implacable.
Las protestas en Hong Kong, que pasarán a la memoria eclipsadas por los disturbios del 1 de julio, han dejado claro que ya no sólo preocupa la polémica ley extradición. Una norma que permitiría que cualquier hongkonés pueda ser procesado en China donde impera un sistema con graves deficiencias jurisdiccionales. Sobre todo, según los manifestantes, existe el temor por el incremento de la progresiva influencia de China en la ex colonia británica. ¨No sólo se trata de la ley sino, sobre todo, de forzarnos a seguir los pasos de China. Nuestra opinión parece que ya no cuenta nada. La democracia se está evaporando. Si no les paramos, Hong Kong está acabada¨ dice Tom un hongkonés de 60 años que se unía a la manifestación este pasado lunes.
Desde que en 1997 Hong Kong fuese devuelta a China la ex colonia ha venido funcionando por la fórmula conocida como: un país, dos sistemas. Un principio constitucional ideado por el ex presidente chino Deng Xiaoping por el que Pekín se compromete a respetar la autonomía judicial y ciertas libertades de la ex colonia británica. El acuerdo firmado por Gran Bretaña y China estaría vigente hasta 2047, sin embargo, muchos de los manifestantes dicen temer que este sistema no sobreviva y Hong Kong pase a ser una ciudad más de China.
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