No soy adivino, ni tengo un oráculo de confianza al que acudir para consultarle por el estado de ánimo de los arcanos que mueven a discreción los finos hilos de la política, pero me da a mí que nuestro presidente en funciones está decidido a tensar tanto la cuerda, aquella que en teoría les une virtualmente a Unidas Podemos, los únicos socios con quien por el pelaje de ambos comparten los mismos anhelos, que llegará el mes de septiembre y con él una nueva convocatoria de elecciones generales.
Resultaría catastrófico para los intereses de las entidades financieras, que Unidas Podemos ocupase una silla en el futuro Consejo de Ministros de la nación. Con Pablo Iglesias o cualquiera de sus recalcitrantes colaboradores sentados a la mesa frente a la que se deliberan asuntos de tanta enjundia, como los legítimos derechos que pregona la Constitución a una vivienda digna o a un trabajo adecuado, las jornadas no sólo serían interminables sino escasamente fructíferas.
Aunque algunos lo intenten, no podemos obviar que el PSOE mantiene una deuda millonaria con los bancos. Estos serían los primeros en salir perjudicados por un gobierno bicolor en el que, entre sus objetivos primordiales, estuviese el de recuperar en su totalidad los miles de millones de euros que el estado español les inyectó en época de crisis, cuando las familias se quedaban en la calle tras serle embargada la vivienda por falta de pago a causa del desempleo.
Pocos se acuerdan ya de las escenas de desolación que, día sí y otro también, eran emitidas por los informativos, no sé muy bien si únicamente para mostrarnos la dureza de la crisis y la escasa empatía para con el pueblo de los políticos de la época, o simple y llanamente como advertencia de que los próximos en sucumbir a tamaño embeleco podríamos ser nosotros.
Dicho así suena bastante crudo, soy muy consciente de ello, pero más despiadado si cabe resulta comprobar que, todavía hoy, no se ha legislado suficientemente como para evitar que una nueva situación de aguda crisis como la que se vivió durante aquellos duros años de angustia y desesperación vuelvan a repetirse. Y es que en los últimos doce meses tiempo han tenido los socialistas, más que de sobra, para intentar revertir las medidas draconianas que la derecha estableció por decreto la legislatura anterior, tanto como falta de voluntad para ponerse a ello. Por eso sus promesas me parecen hoy más vacías de contenido que nunca.
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