Me había hecho el propósito de no entrar al trapo ni escribir nada sobre política actual porque tanta incongruencia junta me desborda, pero aunque la realidad supere a la ficción, me resisto a pasar por alto alguna de las muchas cosas que están sucediendo en la actualidad.
Los supuestos revanchismos y vendettas que los mediocres llevan a cabo, aireando trapos más o menos sucios, para sacar algún rendimiento social, público o económico, están a la orden del día y lejos de provocar rechazo social, son aplaudidos y encumbrados por muchos medios de comunicación, manipulando de manera subliminal o abiertamente a todos aquellos que se dejen. Teniendo en cuenta la escasa o más bien nula educación cultural e histórica que soportamos actualmente, es fácil deducir el tejemaneje político y social en el que nos encontramos inmersos. La reciente noticia que ha surgido con los supuestos acosos sexuales de Plácido Domingo hace 30 años a algunas sopranos o mujeres que trabajaron con él, me sugiere la siguiente reflexión: ¿A qué mujer en su juventud de aquella época no le han dicho piropos, requiebros más o menos galantes o burdos, según la persona que los proporcionara? Hacían alusión a su físico, su forma de caminar, sus vestidos, etc. pero siempre con la intención de halagar a la mujer que los recibía. Eso hoy día, ¿se considera acoso sexual?
Tan solo una ha dado la cara y ha dicho entre sollozos que lo que le dijo cogiéndole la mano fue que por qué se tenía que ir a su casa. No se llegó a más. ¿Cómo se puede valorar eso a 30 años vista? Para empezar hay que demostrar la veracidad de todas las acusaciones y en caso de difamación ¿Quién restituye el honor perdido? Es una pena que la dignidad y honor no se pongan en valor y hayan desaparecido de la sociedad actual.
Habría que distinguir el valerse del poder del varón para conseguir sexo con una subordinada en un puesto de trabajo con peligro de despido de ésta si no accediese, de una palabra amable con ánimo de agrado, así sin más. También habría que tener en cuenta las veces que las mujeres usan la provocación y sexo para subir de categoría social y/o económica. En ambos casos los dos usan el sexo como medida de cambio, en el primero usando, digamos, la fuerza propia del hombre y en el segundo haciendo valer la idiosincrasia más sutil o sibilina de la mujer. Las dos circunstancias para mí son detestables pero, parece ser que mientras que la primera se denigra hasta la saciedad, la segunda se alardea de ella y se toma como ejemplo.
Este feminismo absurdo e irracional que se ha instalado en la sociedad con ánimo de permanencia, por parte de algunos partidos políticos y grupos afines con voz y griterío, hace un flaco favor a los verdaderos valores del movimiento feminista a favor de la igualdad de los derechos laborales entre el hombre y la mujer. No se trata de demonizar al hombre y encumbrar a la mujer, simplemente igualarse en salario y responsabilidades laborales. ¿Tan difícil es eso de comprender?
Por mucho que se empeñen estas feministas actuales, la mujer y el hombre nunca serán iguales, afortunadamente, porque estructuralmente somos distintos y eso no se puede cambiar, somos complementarios no antagónicos y no deben abusar uno del otro en ningún caso, ya sea familiar, social, laboral, políticamente etc., dicho sea de paso, lo del cupo es un horror. A los puestos públicos deben llegar el mejor preparado para el desarrollo de la función a desempeñar ya sea hombre o mujer.
La incorporación de la mujer al mundo universitario y laboral de modo masivo, ha desbordado la pronta capacidad de admisión por parte del hombre, pero el tiempo de adaptación ya ha pasado o estamos en ello. Esto no es óbice para que la mujer pierda su feminidad, educación ni se vista de fantoche para parecer progre. El progresismo es una doctrina ideológica que se puede desarrollar con una mayor cultura acumulativa no disgregadora.
En casi todos mis escritos hago hincapié en lo fundamental que es la educación en su conjunto, incluidos valores éticos y morales que en la actualidad han desaparecido de los programas, para que la sociedad progrese. ¿Por qué la izquierda se apropia del progresismo excluyendo a los demás? Todo el mundo quiere progresar y vivir mejor, pero esto hay que conseguirlo sin mentiras ni medias verdades, sin manipulación histórica, sin demonizar a una parte de la sociedad en beneficio de la otra. Es una vergüenza oír a algunos parlamentarios y ediles hablar en público sin saber ni siquiera leer lo que llevan escrito. Dicen palabras mal dichas, ensartadas unas con otras sin sentido alguno, porque significan algo y lo contrario en el mejor de los casos, pero lo peor es que dudo se crean lo que dicen y algunos de sus oyentes también, porque verdaderamente es incomprensible. Lo que pasa es que los estipendios, nóminas y veleidades son tan golosos y abundantes que todos se apuntan al carro de la corrupción fácil.
Una sociedad con una buena base educativa y cultural es fundamental para el buen entendimiento, convivencia y desarrollo de la misma. Cada uno puede hacer de su capa un sayo, siempre y cuando la capa y el sayo sean suyos y no del vecino. Hay que aprender a vivir y dejar vivir, intentar mejorar social y económicamente superándose cada día en el buen hacer familiar, laboral y social. Considero que es la mejor forma de cambiar y mejorar en todos los campos.
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