| Ficha técnica | 0 - Francia: Lloris; Jallet (Giroud, m. 91), Varane, Koscielny, Evra; Pogba, Cabaye (Menez, m. 69), Pogba, Matuidi; Valbuena, Benzema (Sissoko, m. 81) y Ribéry. No utilizados: Mandanda, Landreau; Sakho, Yanga-Mbiwa, Clichy, Fanni, Gonalons, Rémy, Payet y Giroud.
1 – España: Valdés; Arbeloa, Piqué, Sergio Ramos; Xavi, Busquets, Xabi Alonso; Pedro (Fábregas, m. 76), Villa (Navas, m. 60) e Iniesta (Mata, m. 92). No utilizados: Reina, De Gea; Azpilicueta, Albiol, Javi García, Cazorla, Isco, Mata, Silva y Negredo.
Goles: 0-1. M. 59. Pedro.
Árbitro: Viktor Kassai (Hungría). Expulsó a Pogba por doble amarilla (m. 77) y amonestó a Xavi, Cabaye, Matuidi y Arbeloa.
Incidencias: 80.000 espectadores en Saint Denis. |
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Los objetivos se alcanzan haciendo todos los pasos de forma sencilla. Sin complicaciones. Sin alardes innecesarios. Sin improvisar. Es suficiente con plasmar todas esas enseñanzas aprendidas durante cursos. Sin renunciar nunca a los principios fundamentales. Como hace España. Nunca rompe con su discurso de dibujar fútbol a base de tocar y tocar el esférico. Ha conseguido dos conquistas europeas y otra planetaria, corona ésta que defenderá con casi toda seguridad en Brasil. Porque el triunfo en París, ante Francia, bien vale un billete hacia el Mundial 2014.
Quedan tres encuentros más y todo puede ocurrir. Esto es deporte y no es una ciencia exacta. Pero si en este mundo hay un argumento certero es ese que asegura que España siempre recurre al fútbol y a su estrella de campeón cuando encuentra circunstancias adversas. Como sucedió en Saint Denis, adonde desembarcó después de un resbalón ante Finlandia. Sólo era rentable sumar los tres puntos en disputa para enmendar su clasificación. No era cuestión baladí porque enfrente estaba una renovada Francia, con todos los vientos a favor.
España siempre se movió como un conjunto coral. Nadie se saltó el guión que tan excelsamente tienen grabados en sus genes. Y en esta parcela es dónde destacan tres vértices: Xavi, Xabi Alonso y Busquets. Recuperan, tocan y distribuyen. Lo hacen, además, sencillo. Sobre ellos se arma toda una columna futbolística, inquebrantable para cualquier adversario. Y eso que Francia no reculó en exceso. Ni tampoco rehuyó el cuerpo a cuerpo. Pero amablemente dejó hacer a España y trató de sorprender al ataque.
Valdés ejerce de Casillas
No lo consiguió porque se descubrió que España no atesora un solo santo en su portería. Tiene dos guardianes celestiales. A las conocidas paradas de Casillas se sumó Víctor Valdés, con dos paradas auténticamente divinas: en un mano a mano ante Ribéry y en un remate postrero de cabeza de Evra. Dos grandes ocasiones de Francia, un bloque sólido, aunque carente de colmillo ofensivo. Benzema ya suma 12 convocatorias sin pólvora, y se marchó entre abucheos. Todo un lastre ofensivo incluso cuando se tiene a un futbolista desequilibrante como Ribéry.
Porque si se desea ganar a España se necesita escribir un encuentro más que sobresaliente. España sabe que tiene estrella y saca sus poderes en situaciones como ésta, cuando lo necesita. Entonces, es prácticamente invencible. Los hombres de Del Bosque gobernaron el tiempo del esférico de comienzo a fin, sin nerviosismo ante la escasez de ocasiones. Sólo viene a la memoria un disparo de Xavi y otro de Iniesta antes de una diagonal de Pedro, un desmarque de Monreal (otra cara alegre que se suma al proyecto) y un centro de éste acabó siendo transformado, no sin cierto suspense, por el mismo Pedro.
Era el premio al ser vertical, al querer ganar el partido, al no renunciar a los principios, al hacer bien las cosas. Al no desesperarse con el árbitro, permisivo con los franceses y casero en una caída de Pedro, dentro del área, ante Lloris. E incluso a pesar de no estar muy fina en esos últimos metros, donde se requiere esa asistencia precisa que cualquier delantero ejecute en gol. No lo hubo porque Francia estiró su físico y porque Villa no está en flor de primavera. No importó. España se sintió con hambre antes de marcar y feliz después de superar a Francia, por primera vez en partido oficial a domicilio, tirando de su estrella de campeón.
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