Durante muchos años el régimen Talibán y su homónimo en Irán fueron acérrimos enemigos. Un hecho que culminó con el asesinato de varios diplomáticos iraníes en 1998, tras lo que se rompieron todas las relaciones entre ambos países. A día de hoy, la relación entre los Talibán y Teherán ha cambiado totalmente.
El pasado domingo el Ministerio de Asuntos Exteriores afgano informaba sobre una posible visita de una delegación del grupo Insurgente visitando Irán. “Estamos en contacto con las autoridades de Irán para establecer si esta visita es cierta o no,” informó un portavoz del ministerio.
Horas después la agencia de noticias iraniana Fars confirmaba la presencia en el país de dicha delegación encabezada por Sayed Tayeb Agha y Mohammad Ullah Nomanee, los representantes y embajadores Talibán en Qatar y Shamsuddin Pahlawan respectivamente, a pesar de que esto fue rápidamente desmentido por el Ministro de Exteriores iraní, Syed Abbas Araqchi, en declaraciones a la agencia islámica de noticias IRNA.
Confirmación Talibán Al día siguiente el portavoz Talibán Qari Yousef Ahmadi confirmó a la televisión afgana TOLOnews que una delegación de representantes del grupo terrorista estaba visitando el país vecino durante tres días “invitados por Irán para llevar a cabo diversas negociaciones” con el régimen de Teheran.
Por su parte, el gobierno del presidente afgano, Hamid Karzai, en un intento para no desestabilizar las relaciones con Irán, con quien comparte la frontera oeste del país y del que depende económicamente en diversas provincias, declaró a través del portavoz del Ministerio de Exteriores Janan Mosazai que “la posición de Irán en relación con el proceso de paz en Afganistán es de total apoyo al gobierno de Kabul.”
Según diversos analistas afganos éste podría ser un movimiento de los Insurgentes para servirse de Teherán a la hora de establecer un proceso de paz definitivo con el gobierno Afgano. Algo que a día de hoy parece poco creíble puesto que los Talibán han anunciado en más de una ocasión que nunca negociarán con el régimen de Karzai y su “gobierno de marionetas,” así como que cualquier negociación sólo será posible tras la retirada de las tropas internacionales en el país.
Los motivos de la visita Talibán a Teherán no están del todo claros. Según la agencia de noticias afgana Pajhwok, “los negociadores Talibán han pedido a Irán que deje de apoyar a sus rivales de la Alianza del Norte para prevenir una posible guerra civil en Afganistán cuando las fuerzas internacionales se retiren el próximo 2014.” Por su parte, el rotativo The Express Tribune, citando a fuentes Talibán todavía sin identificar ha asegurado que el objetivo de la visita de dicha delegación es “asegurar al régimen de Teherán que todos los grupos étnicos afganos estarán representados en un futuro gobierno Talibán,” aludiendo a la minoría chiíta que siempre ha sido apoyada desde Irán y que fue perseguida durante el régimen establecido por el grupo terrorista. Un hecho que es de suma importancia para el gobierno iraní, el cual sigue apoyando a los herederos de la Alianza del Norte afgana, por su parte enemigos de los Talibán.
Finalmente, diversos expertos en seguridad han afirmado que el objetivo real de la visita tiene más que ver con la adquisición de armas y material para la ofensiva Taliban para 2013, que con la búsqueda de soluciones diplomáticas al conflicto. Una afirmación que se basa en datos contrastados sobre la relación militar entre el grupo extremista islámico y el régimen de Teherán.
Desde 2011 diversos estudios han hallado pruebas de que “la Guardia Revolucionaria iraní ha facilitado cohetes de largo alcance, así como armamento y entrenamiento en suelo iraní, a los Insurgentes. En febrero de 2011 el ejército británico interceptó un cargamento de 48 cohetes de 122mm –con la capacidad suficiente para destruir vehículos blindados– proveniente de Irán. A pesar de ello, las autoridades de Teherán negaron cualquier relación con dichas armas,” según informó el Instituto de la Paz de los Estados Unidos en una entrevista a Mohsen Milani, miembro del Departamento de Asuntos Internacionales de la Universidad del Sur de Florida.
La extraña pareja Desde el establecimiento del régimen Talibán en 1996 las autoridades del gobierno iraní nunca vieron con buenos ojos un gobierno dirigido por musulmanes suníes, una de las dos grandes sectas islámicas, ya que Irán es un país gobernado por una mayoría chiíta.
Las relaciones diplomáticas entre ambos países se rompieron en 1998 cuando los Talibán tomaron al asalto la norteña ciudad de Mazar-e Sharif y asesinaron a un grupo de diplomáticos iraníes.
Ademas, el gobierno iraní nunca reconoció o legitimó al régimen Talibán, al que siempre consideraron una creación de los agentes suníes enviados por Pakistán y financiados por el extremismo islámico wahhabista proveniente de Arabia Saudí.
Asimismo, millones de afganos buscaron refugio en Irán huyendo de las persecuciones de los talibanes. Hecho que agravó el conflicto diplomático y facilitó la constante ayuda a la Alianza del Norte y a los chiítas de etnia Hazaara luchando para derrocar al régimen Talibán.
Entonces, cómo se explica que a día de hoy elementos de la Insurgencia afgana y el régimen de Teheran hayan establecido una relación que se oficializó en mayo de 2012, cuando la Shura o Consejo de los Insurgentes fue autorizada a abrir una delegación y oficina en la ciudad iraní de Zahedan.
La respuesta es sencilla. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. El gobierno del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, ve ahora a los antiguos enemigos de su país como un elemento necesario para desestabilizar la presencia de las fuerzas internacionales en Afganistán, y en especial la presencia de tropas norteamericanas.
Esto no significa que desde Teherán se impulse un gobierno Talibán ya que éste siempre ha sido contrario a las tesis chiíta, así como facilitaría un Afganistán gobernado por suníes desde Pakistán, desde donde todavía hoy proviene casi todo el apoyo al grupo terrorista.
Por otro lado, el gobierno iraní es uno de los que más contribuye en la reconstrucción de Afganistán, así como el máximo exponente de las exportaciones comerciales afganas, lo que evidencia su total compromiso con el gobierno de Karzai. Hecho que en más de una ocasión a servido como moneda de cambio para intentar forzar al gobierno de Kabul a expulsar a las fuerzas internacionales en el país, y sobre todo las que se encuentran cercanas a su frontera.
De esta manera, el régimen de Ahmadinejad está jugando a dos bandas apoyando abiertamente al gobierno de Kabul y suministrando material y entrenamiento a los que lo quieren derrocar. Un juego que está contribuyendo a desestabilizar aún más a un país, Afganistán, en una región ya de por sí inestable, y que podría desencadenar un conflicto a mayor escala si las fuerzas internacionales deciden intervenir y acabar con la relación Talibán-Teherán en suelo iraní.
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