A medida que vamos cumpliendo años, vamos sumando experiencia a nuestra vida y pasamos por momentos que podrán volverse a repetir o no. Algunos de ellos los elegiremos voluntariamente, mientras que otros los intentaremos evitar a toda costa. La vida, en general, es un camino bastante complicado en el que nadie está libre de sufrimiento, porque el hecho de sentir ya supone unas emociones que, según la edad, podrán ser más intensas y enriquecedoras que otras.

Repetiremos aquellas situaciones que nos llenan, que nos motivan y que nos hacen sentir mejor y lo haremos con las personas que tenemos a nuestro alrededor y que nos aportan algo. Personas que suman y no restan. Personas que nos llenan de energía y que son una especie de vitamina para el alma. Y seguiremos realizando planes donde sintamos esa adrenalina a veces exagerada y otras veces, pacífica, pero que nos hagan sentir alguna sensación de bienestar.
Y así, sin darnos cuenta, las manecillas del reloj siguen moviéndose, pensando que el tiempo sólo pasa para los demás. Creyendo que las arrugas en el corazón sólo las tenemos nosotros y no los demás porque esas heridas son fáciles de ocultar pero que las que aparecen en el rostro, son bastante más que evidentes en el resto. Nos miramos al espejo y nos vemos igual, o eso pensamos. Nos ponemos la ropa de hace años intentando tener el mismo cuerpo que hace una década, empeñándonos en entrar en la misma talla sin tener en cuenta que lo que hemos ganado no son kilos sino peso en la vejez.
Seguiremos haciendo los mismos planes y frecuentando los mismos lugares, hasta que un día por alguna razón, nos daremos cuenta de que la vida está pasando más rápido de lo que pensábamos, que lo que no hemos vivido anteriormente, quizá, ya no lo podamos vivir por diversas razones que podrían ser incompatibles.
Nos daremos cuenta de que nuestros errores nos arrastrarán en el pensamiento, que de las equivocaciones algo habremos aprendido, que los secretos dejan de serlo cuando se confiesan a alguien y es mejor no compartirlos si queremos que no lo sepa absolutamente nadie, que la libertad está bien durante un tiempo pero que no vale para nada sino tienes con quien compartirla al final del día, que el dinero no lo es todo pero que, por desgracia, con él puedes conseguir absolutamente todo lo que quieras.
Nos daremos cuenta que todo lo que hagamos o dejemos de hacer, repercutirá en alguien en mayor o menor medida y más aún si se trata de personas muy cercanas, que podremos amar intensamente y no ser correspondidos, de la misma manera que nos podrán amar y uno no sentir más que cariño.
Nos daremos cuenta que las personas más cercanas nos podrán decepcionar pero que de uno mismo depende utilizar el orgullo o el entendimiento, que existen los momentos felices si tenemos a nuestro lado a personas nobles de corazón y que están dispuestos a algo más.
Nos daremos cuenta que hemos cambiado sin querer y otras, queriendo y nos habremos convertido en aquello que dijimos que nunca seríamos, nos callaremos todo aquello que prometimos y nos perdonarán cosas impensables. Nos daremos cuenta de que es muy sencillo herir si sabemos aquellos puntos débiles de los que nos rodean… Es decir, seremos conscientes de que hemos recorrido ya un camino bastante largo donde la propia vida nos habrá dado bastantes pinceladas de experiencia. Y de repente, nuestra vida ya no será tan corta como pensábamos sino que todo lo que hemos vivido habrá sido en años que hemos ido sumando pero de los cuales, no hemos sido nada conscientes.
Y es que la vida va pasando, la vida nos sigue enseñando que de aprendices pasamos a ser maestros para que otros, que ya vienen siendo más jóvenes, cometan los mismos errores y cambien de la misma manera que nosotros ya hicimos en un pasado.
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