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Con cada temporada navideña, la lista de regalos parece un poco más difícil de resolver. ¿Qué regalarle a alguien que parece tenerlo todo? Esta Navidad, una opción en auge son los regalos de experiencias: aquellos momentos inolvidables que superan cualquier objeto y ofrecen vivencias únicas.
Desde el 21 de septiembre hasta noviembre será el periodo para la nueva temporada de viajes gastronómicos que promueve Epicure Society, unas rutas culinarias que buscan revelar a los viajeros los secretos escondidos del recetario español y del sector primario de cada región, con propuestas únicas que resaltan los mejores productos de España.
Se acerca el Día de la Madre, una fecha muy especial en la que a todas nos gusta sorprender con el regalo perfecto. Opciones de regalos materiales hay muchos, pero sin duda me quedo con las experiencias, algo que se les quedará en la retina y que recordarán siempre.
Matusalén es un personaje del Antiguo Testamento. En uno de sus libros se supone que vivió 969 años. Esta cifra surge de la genealogía (bastante inventada) que conecta a Adán y Eva con Noé. La serie de datos que se fueron transmitiendo oralmente de generación en generación, permitió establecer unas cifras que son claramente rebatibles. Parece ser que alguno de los recopiladores de textos anteriores, confundió los años con los meses
Hace unos días, mientras saboreaba mi café matutino, me di cuenta de la profunda lección que esa taza podía ofrecerme. ¿Qué significa vaciarme? La taza me enseña que para llenarme de cosas mejores de las que tengo, necesito vaciar primero aquello que no me interesa; además, tengo que aprender a mostrarme vulnerable, a admitir que algo ha cambiado, que ya no está.
Las experiencias místicas cercanas a la muerte (NDE, por sus siglas en inglés) son fenómenos en los que las personas informan haber tenido experiencias notables y trascendentales mientras están al borde de la muerte clínica o durante situaciones de trauma extremo. La historia de Anita Moorjani es significativa: fue diagnosticada con cáncer terminal en 2002 y experimentó un deterioro rápido de su salud.
Algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte (ECM) cuentan experiencias subjetivas como la sensación de salir del cuerpo, atravesar un túnel, encontrarse con seres de luz y, a veces, la revisión de eventos significativos de la vida: ver la vida entera como en una película.
Elisabeth Kübler-Ross estuvo a la cabecera de la cama de muchos niños moribundos después de accidentes familiares, donde algunos morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales. Los niños no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a consecuencia del accidente, y señala: “Para mí era fascinante, por ello, comprobar que conocían siempre muy exactamente si alguien había muerto y quién era”.
Pienso que el mejor libro sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM) sigue siendo el de Elisabeth Kübler-Ross, La muerte: un amanecer. Ella asistió en los últimos momentos a muchas personas, fue una pionera de los cuidados paliativos, y su lectura da mucha paz. Opina que nuestro estado natural ha de ser la felicidad, y el infierno sobre todo es “el creado por nosotros mismos”.
Los que vuelven después de la muerte aparente tienen experiencias de una luz, del túnel, o cosas similares como campos o jardines o bosques donde encuentran la posesión de su esperanza, por ejemplo un cristiano a Jesús, a la Virgen o a sus santos preferidos.
En la vida lo decisivo es sentir y pensar. La inteligencia también es sentiente, como afirma el gran filósofo Xavier Zubiri en uno de sus tratados. Las emociones y los sentimientos junto con las sensaciones y percepciones conforman lo que es la realidad subjetiva de las personas.
Tenemos este cuerpo pero no somos este cuerpo. El “cuerpo objeto” es pobre, y la “corporalidad animada” es lo que somos, con una libertad interior, que se mueve ahora en el espacio, que es cuerpo de luz, esencializado… y eso es lo que los moribundos ven, que las percepciones de espacio-tiempo cambian, que hay algo invisible a nuestros ojos y que ellos ya ven.
Dicen que mentalmente, en un tris, hacemos un recuento sintético de lo que ha sido nuestra vida cuando se está al borde de la muerte o ante un peligro inminente de proporciones desconocidas. Los que saben afirman que esa especie de película que corre a velocidad luz es producto de la llamada “respuesta de estrés”.
Los viajes son la recreación de la vida misma. Frecuentemente “viajamos” la vida tan rutinariamente que vamos durmiendo con los ojos abiertos. El trayecto se convierte en algo que hay que transitar y no importa si se hace con o sin atención el recorrido. La rutina termina convirtiendo a los viajes en una carga, en algo que hay que pasar para estar del otro lado.
Durante los últimos años se está viviendo un cambio absoluto en la forma en el que las empresas definen sus propias estructuras y eventos. Buscan proyectar exclusividad para marcar así la diferencia. Es ahí donde Arêna Pacific, empresa especializada en la organización de eventos corporativos, observa el cambio y ve una clara tendencia en los viajes como incentivo.
La trama constitutiva de cada persona es inabarcable e insustituible. Se forja a través de los hilos interiores y con las influencias exteriores, pero con el carácter singular de una entrañable consistencia. Las etapas de sus trayectorias aportan infinidad de ricas matizaciones sujetas a explicaciones complejas.
"A medida que las naciones emergen de la crisis de COVID, he comenzado a retomar las apariciones internacionales y, entre otros objetivos, tengo en proceso un itinerario creciente para una visita europea en la primavera de 2023".
La obra letrística y/o literaria “Odisea en la Esperanza y Trampa”, es un relato -narrativa- de varios viajes que realicé a los cortes de café, en donde el valor, el afán de vencer y sobreponerse a todos los obstáculos, sufrimientos, y el deseo de producir por la Patriaimperó yregocijaronaún más el alma, vividos en la montaña, específicamente en los cortes de café, a pesar de ser minusválido, es decir amputado de mi pierna derecha, y usando prótesis.
Aún recuerdo aquél día en que escuche mi nombre por primera vez mientras se pasaba lista. Era con motivo del examen de ingreso en la Escuela de Comercio Malacitana. Me sentí mayor. Ya tenía diez años. No sabía cómo contestar. Respondí lo mismo que hicieron mis interlocutores: “servidor”.
¡Qué fácil resulta para mí, en algunas ocasiones, navegar por los recuerdos! Sobre todo, por aquellos que conforman presencias rescatadas de lo más hondo de los archivos del alma.
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