Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.
A instancias de un cura medio-malagueño, que ejercía su labor en la misión española en Sión, y un malagueño emigrante en el país helvético -con el que conectamos el verano anterior- decidimos desplazarnos a esa zona durante la Semana Santa de 1990 con el fin de impartir uno de nuestros encuentros para la nueva evangelización (cursillo de cristiandad).
Fui encargado por el entonces Obispo de Málaga, D. Ramón Buxarrais, de comandar esta expedición, siendo acreditado con una carta de envío y presentación para el Obispo de la Diócesis de Sión. A lo largo de la semana, fuimos conectando con la colonia española de aquella zona; en las localidades de Monthey, Martigny y Sión. Conseguimos invitar a 18 españoles, hombres y mujeres de mediana edad, y, junto a ellos nos concentramos en un refugio alpino llamado curiosamente “Le Vatican” sito en Le Palus, cerca de la frontera con Francia.
Comenzó a nevar como si no hubiera un mañana y quedamos bloqueados tres días por la nieve. Gracias a Dios el alcalde de la localidad nos suministró víveres por medio de una pequeña máquina quitanieves y, tres días después pudimos bajar de la montaña.
Vivimos una experiencia inolvidable. Habíamos sustituido el bullicio de nuestras procesiones por la cercanía de aquellos compatriotas nuestros que llevaban años lejos de España como emigrantes. Les comentamos la fuerza que nos transmite el Evangelio y el seguimiento de Jesús. Aquel encuentro cristalizó en una amistad casi familiar con aquellos hermanos, la cual se ha mantenido hasta nuestros días. A lo largo de los siguientes cuatro o cinco años seguimos realizando estos “viajes apostólicos” por Suiza y por Bélgica.
De aquellos pioneros que realizamos dicha experiencia, varios han pasado a la presencia del Padre. Otros seguimos intentando transmitir nuestra vivencia de distintas formas. Un servidor desde mi “segmento”, mi parroquia y la universidad. Pero jamás olvidaremos aquella Semana Santa en un refugio de los Alpes en el que pudimos vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo desde más cerca junto a un grupo de emigrantes.
La Virgen de la Esperanza va a desfilar próximamente por Roma. Nosotros la paseamos dentro de nuestro corazón por toda Europa hace 30 años.
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