| ||||||||||||||||||||||
Supongo que una gran cantidad de personas desconoce lo que en su día fue un objeto de uso cotidiano: “el jarrillo de lata”. En mi vida me he topado con él en diversas ocasiones. En mi etapa escolar, durante un curso asistí a una escuela pública malagueña. A media mañana nos daban leche procedente, al parecer, de la ayuda americana (nada que ver con la mala leche con la que nos riega a diario el señor Trump). Ahí aparece nuestro primer “jarrillo de lata”.
Los que en estos días paseamos por las playas malagueñas, hemos podido divisar montes nevados por poniente y por levante. Esta imagen ha hecho aflorar a mi memoria viejos recuerdos. Los miembros de la generación a los que califico como “segmento de plata”, nos tenemos que defender de las hordas edadistas (que consideran a los mayores como unas gentes de segunda categoría) a base de presumir de nuestras vivencias, bajo el grito de “que nos quiten lo bailao”.
Es sorprendente la facilidad con la que los seres humanos olvidamos las etapas difíciles de nuestra vida. Dentro de unos años recordaremos esos años de sufrimiento e incertidumbre que pasamos a lo largo de la pandemia. En aquel enero de 2020 comenzamos a escuchar comentarios sobre una especie de “gripe rara” que se había apoderado de una ciudad de la lejana China.
Hoy me gustaría hacer la semblanza de un amigo cura. Sé que esta noticia “no vende”. No se lleva hablar bien de un miembro de la Iglesia. Hoy estamos más pendientes de la constitucionalidad del sacramento de la comunión o del artículo, que desde hace meses se sigue publicando a diario en un digital malacitano, en el que se recoge las aventuras y desventuras de curas asesinos y amancebados en el siglo XVII.
El 8 de octubre de 2024, el escritor vasco Fernando Aramburu dedica una crónica en su columna de “El País” a la poeta, narradora y ensayista zaragozana Ana María Navales. Alude a otro escritor español, Manuel Vilas, que considera “en el olvido” a esta dedicada docente, experta en Virginia Woolf y en el Grupo Bloomsbury.
Aurelio Alonso-Cortes, de niño soñó llegar a ser como sus ancestros, personas nobles, cultas y sociables. Aurelio, de joven luchó, contra corriente, por alcanzar el sueño que de pequeño soñó. Aurelio, abrazó con amor a la persona que, como él, soñaba como sencilla castellana. Aurelio, abrazó a Lola, soporte incansable para su esposo, y Lola fue siempre sencilla y fuente de fortaleza.
Ante el culto léxico utilizado en la creación de sus poemas y los escritos en prosa, la comprensión y entendimiento a Rubén Darío, no es nada fácil, lo que en alguna manera ha provocado que la juventud no lo lea y no lo estudie muy a pesar de su grandeza como poeta genial, que contribuyo arraigar nuestra identidad nica e hispana.
Perdonen por la historia de un “abuelo cebolleta”, pero de lo que abunda en el corazón “escribe el ordenador”. Aquella mañana del día de Navidad del 2000 se puso en marcha la procesión de inicio del Jubileo, que partía de la Parroquia de Santiago y culminaba con la apertura de la Puerta Santa de la Catedral de Málaga.
Las luces nos rodean en estas fechas, las calles se llenan de bullicio y, a simple vista, de felicidad. Cada persona tiene una historia que contar, una memoria que cargar y una esperanza que desear. Es fácil sonreír sin mirar, es fácil dejarse llevar, lo único que debemos hacer es no pensar, y eso… es fácil.
El recuerdo de todos los que nos han precedido en este mundo al que no pedimos venir, ni exigimos no morir, es una obligación moral tenerles presentes, por lo que fueron, por lo que aportaron, por su bondad, por sus errores y, sobre todo, porque el misterio de la VIDA incluye el misterio de la MUERTE y en este último nos encontramos todos. Amigos todos, a muchos de vosotros no pudimos conoceros ni despedir vuestro adiós, pero sabemos que fuisteis parte de este mundo y por tanto parte nuestra.
Quizás a muchos nadie les recuerde: desaparecidos en guerras salvajes, perdidos en territorios inhóspitos, personas de vidas solitarias sin nombre ni apellidos, niños descubriendo la vida que alguien cerró sus ojos.... Estamos llegando a noviembre, tiempo, socialmente asignado para dedicar algunos minutos a los que se fueron en familia.
Quienes fuimos cautivados por el apasionante juego infinito a principios de los ochenta, ayer fuimos sacudidos por una noticia devastadora. Zenón Franco, el mejor ajedrecista paraguayo de la historia, se había ausentado de manera definitiva. Sobre lo negro y blanco de todo camino, Zenón había librado su batalla armada final, porque ya sabemos que también el jugador es prisionero, de una trama de polvo, tiempo y agonía.
En mi memoria sólo tengo tres recuerdos de mi papá, no existe nada más. Quedé huérfano a la edad de siete años y medio. Lo otro lo conozco por fuente de mi madre y hermanos (as) y ciertos familiares que me lo comentaban y en otras ocasiones, los (as) escuchaba hablar acerca de mi padre.
Todos recordamos los inicios y contactos del primer noviazgo donde la inexperiencia estaba presente, donde existían los nervios y las emociones auténticas ante cualquier suceso. Con ese primer amor, se fue formando parte de la personalidad que influirá, después, en la forma de comportarnos con otros, en la edad adulta.
¿Qué sientes cuando fracasas? ¿Cuáles son los discursos que operan en tu mente después de un momento de fracaso? Antes de comenzar, reflexionemos sobre el peso de una palabra: memoria. Se revela cuando se nos induce a recordar, directa o indirectamente, momentos importantes de nuestra vida. Cuando experimentamos choques entre fuerza y debilidad, miedo y coraje, vemos muy bien las marcas de estas interacciones.
Hay cosas cómicas que hay que tomar muy en serio. Son gansadas que retratan nuestro mundo. Representan el ombliguismo que nos rodea. El término es magistral: define aquello que cree está en el centro del cuerpo (del universo), sin reparar que su función se volvió inútil hace ya tiempo.
Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.
En este mundo de borregos y de control absoluto, se cree poder guiar incluso los sentimientos de un país en un momento determinado; por supuesto que es posible, pero cada persona gestiona sus sentimientos de forma distinta y en momentos distintos, y en ocasiones nuestro propio cuerpo nos dice “no mires, no recuerdes, no empatices… ahora no puedes hacerlo”.
Posiblemente los lectores que no sean malagueños no entenderán lo que encierra este artículo. Sin embargo, aquellos que hemos podido disfrutar a lo largo de nuestra vida de ese manjar, añoramos la presencia en nuestras mesas del chanquete, desde aquella aciaga fecha del verano de 1988 en la que se prohibió su pesca y comercialización.
Siempre vistió de rojo, con su preciosa caperuza al viento, tanto la llevó puesta que la llamaban Caperucita. Tuvo a bien vestirse de manchega, llevar en su cesta tortas de Alcázar y mistela, y darse una vuelta por las Lagunas de Ruidera, por Campo de Criptana, por Valdepeñas, por Almagro y por otros lugares de La Mancha, hasta se topó con Don Quijote y Sancho por aquello de la intertextualidad e identidad.
|