Las palabras que aquí recopilan los sentimientos que sólo personas cuya vida fue un servicio permanente a la sociedad de su época, son verídicas.
Aurelio Alonso-Cortes, de niño soñó llegar a ser como sus ancestros, personas nobles, cultas y sociables. Aurelio, de joven luchó, contra corriente, por alcanzar el sueño que de pequeño soñó. Aurelio, abrazó con amor a la persona que, como él, soñaba como sencilla castellana. Aurelio, abrazó a Lola, soporte incansable para su esposo, y Lola fue siempre sencilla y fuente de fortaleza. Juntos alcanzaron sus sueños... formaron una familia, igualmente ilusionada, de palabra castellana y costumbres de honradez.
La vida de Aurelio y Lola, giró siempre alrededor de la cultura, de la convivencia social y de la sencillez serena que abraza corazones.
Aurelio nunca presumió de su cultura, sino que, como sus ancestros, hizo de ella un camino para comprender a los demás. Sufría cuando contemplaba cómo rondaba el egoísmo, disfrazado de señorío. Aurelio, sonreía la vida, disfrutaba la vida, soñaba subir como las cometas, para desde arriba tirar, siempre, palabras de comprensión.
Aurelio, ya no está, nos dejó su sonrisa sencilla, llena de ilusión. Nos dejó sus sueños de anciano, viviendo su fin de año en Viena.
Quitando importancia al dinero, me decía: “Ángel, hemos hecho realidad el sueño que miles y miles de personas quisieran haber vivido”.
Aquel año, tomamos las uvas españolas, guardadas en cucuruchos... Rodó el Champán mientras las sonrisas llenaban la maravillosa noche vienesa, llena de luz y de baile.
Aurelio, se fue caminando lentamente, mientras tendía su mano a todos que le rodeaban.
Aurelio, me enseñó a ser curioso de la historia, de la cultura y de los hombres. Me enseñó a juzgar sin condenar y siempre con una crítica serena.
Gracias, Aurelio Alonso-Cortés, castellano de pura cepa, esposo, padre y abuelo como los de siempre, como él soñó de pequeño, como fueron sus abuelos. GRACIAS.
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