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Cada época de la vida tiene un foco sobre el que orbitamos. La infancia, con papá y mamá abriéndonos el mundo; la adolescencia y los primeros amores, girando alrededor de aquellos que se ennoviaban y cómo los criticábamos hasta que nos tocaba a nosotros, que, como decía Lope “quien lo probó lo sabe”.
A través del hilo conductor de la escritura a uno le llegan los ecos de su imaginario clarividente, porque como decía aquel: «no hace falta salir para respirar porque podemos hacerlo desde casa, leyendo, pensando, sintiendo y escribiendo». Llevo muchísimos años escuchado el latido de la escritura: «el escribir te inspira, y tú inspiras a las letras».
Reconozco que mi afecto y simpatía hacia nuestro rey Felipe VI ha ido creciendo en estos últimos años. La generación de la transición a la que aún pertenecemos millones de españoles fuimos testigos del papel indiscutible que la Monarquía Parlamentaria, encarnada entonces en su padre el rey Juan Carlos, jugó en la democratización de España y en su reconocimiento internacional.
Aurelio Alonso-Cortes, de niño soñó llegar a ser como sus ancestros, personas nobles, cultas y sociables. Aurelio, de joven luchó, contra corriente, por alcanzar el sueño que de pequeño soñó. Aurelio, abrazó con amor a la persona que, como él, soñaba como sencilla castellana. Aurelio, abrazó a Lola, soporte incansable para su esposo, y Lola fue siempre sencilla y fuente de fortaleza.
¿Cómo continuar viviendo después de sufrir persecuciones, ataques, despedir involuntariamente a tus seres queridos que han partido antes de tiempo o hacer frente a los desafíos del día a día? Más dramático aún, ¿cómo ser agradecidos luego de vivir fuertes desgracias? ¿Es que acaso se puede expresar “gratitud” o “agradecimiento” cuando se atraviesa un túnel de dolor?
La realidad de la vida es muy parecida al funcionamiento de las grandes superficies comerciales: “tres por dos”. Cada tres años de calendario tu vida pierde uno. Es una realidad “propia del buen Sancho Panza”. Soy servidor de “caballero andante” y mi tiempo es parte de mi pernada.
Gracias, Señor, por esta vida que, sin merecerla, me regalaste. Gracias por entregármela de manos de unos padres buenos, sencillos y ejemplares. Gracias por rodearme de siete hermanos. Gracias por tu bautismo sencillo, por darme una infancia feliz, por mi escuela a orillas del Pisuerga, por tu Semana Santa en Valladolid, por mi rincón de oración en el aquel oratorio sencillo con nombre de San Juan Bosco.
Una ducha fría me sentaría bien, el agua es sinónimo de salud… bajo la ducha me dan ganas de cantar ópera, como si fuese una mujer muy alegre y culta. Me gustan las amapolas, en esa flor tan simple se esconden muchos secretos de cosas que desconocemos… esto no es más que una reflexión simple. Esas amapolas me dicen que Dios existe, que los ateos son poco inteligentes ya que ni observándolas se dan cuenta de ello.
“Cuidar es una de las labores clave que se realizan en la sociedad y esa labor nos compete a todos. Las personas que hacen de esta ocupación su profesión son miembros fundamentales de nuestra sociedad y deben ser cuidadas, reconocidas y retribuidas como tales.” Estas palabras de Isabel Sánchez autora de “Cuidarnos”, me hacen recordar el reconocimiento a quienes hace cuatro años aplaudimos desde los balcones durante la pandemia.
Ayudar es prestar apoyo y auxilio a alguien, al otro, a los otros, a veces a sí mismo cuando desde sí nos observamos fuera de sí. Ayuda quien puede hacerlo, quien tiene fuerza y potencia para hacerlo. No se suple al otro cuando se ayuda, es más, quien ayuda sabiamente lo hace en el momento oportuno. No antes, no después.
No hay forma de agradecer a quienes con una parte de sí contribuyen a que cada quien se encuentre en las aguas del futuro manifiesto, a través de la concreción del presente. Las palabras y los afectos son insuficientes cuando se tiene la clara consciencia de que, cuando alguien decide caminar a nuestro lado quita parte de su vida a otras cuestiones para fundirla con nosotros.
7 de febrero, lloverá. Caerán gotas, caerán. Ojalá fueran las últimas, pero aún quedan demasiadas, más de lo humanamente esperado, lloverá hasta el 10 de febrero de 2007, queda mucho por llover y sin embargo… lloverá eternamente para mí.
Era un 10 de junio de hace muchos años; mi padre se fue en silencio, en casa, sin llamar la atención.
Como mi padre, muchos otros padres, se fueron, unos sin miedo, otros, apretando los puños.
Respetando las diferencias, todos eran “padres” y todos quisieron esculpir a sus hijos con manos llenas de fortaleza e ilusión.
Cuando creé la revista One stop tuve la suerte de contar con un colaborador que, hasta varios años después no conocí realmente, estoy hablando de Carlos Javier Jarquín, un nicaragüense radicado en Costa Rica, al que se le conoce como “El chico poeta”. Un escritor, periodista, poeta, columnista internacional y además un excelente gestor cultural.
Si te dicen “dime que tienes perro sin decirlo” ¿Cómo lo harías? Yo lo tengo claro, les enseñaría los cordones de mis zapatillas, quien tenga perro me entenderá, y para el que no lo tenga, les aclaro que, si dirigen su mirada a mis zapatillas, no existen cordones como tales, mis cordones son hilos sujetos por la parte de arriba que, gracias a la práctica, he sabido atar, como una autentica profesional del ilusionismo, para que no se note.
El objetivo de este día es agradecer a todos los profesionales sanitarios, su trabajo y dedicación para que miles de personas cada año puedan tener una segunda oportunidad gracias a un trasplante, especialmente en estos tiempos complicados debido a la pandemia de COVID-19. A pesar de ello, en 2021, el programa español de donación y trasplantes se recuperó del impacto sufrido en 2020, y continúa siendo referente mundial.
Su mirada ya gris, sus huesos trabajados, su colita moviendo por estar a mi lado. Ese es mi perro...
Dentro de poco llega un nuevo año, el 2022 está asomando ya un piececito por la puerta, y yo, sin embargo, llevo meses confundiéndome y pensando que el año que entra es el 2023. Puede que sea el estrés, las ganas de ver esta pandemia acabada… no lo sé, pero el caso es que me he comido inconscientemente un año, espero que no sea un mal presagio, porque, a pesar de no creer en el futuro, siempre tenemos esas ascuas de esperanza que nunca se apagan por muy mal que vayan las cosas.
Dice un gran amigo mío, que “cuando uno llega a los 79 años, comienza una década llena de ilusiones, creativa y depuradora”. Ese amigo mío, está muy unido a otro gran amigo común, el “Hermano Rafael”, trapense, San Rafael Arnaiz. El “Hermano Rafael”, tenía un lema, que hoy viene como anillo al dedo: “Lleva siempre una goma en el bolsillo y cuando algo o alguien te hace daño, sácala y pásala por la frente, borrando todo con cuidado”.
La pandemia y el confinamiento cambiaron muchas cosas en nuestra vida, y aunque parezca muchas veces que todo está volviendo a la normalidad, nada será nunca como antes, jamás volveremos a aquella normalidad, puesto que los recuerdos de esos momentos siempre aparecerán en nuestra memoria.
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