Van a cumplirse veinte años desde que tuve la oportunidad de hacer un viaje que marcó para siempre mi vida. Una de las excursiones que realizamos en aquel viaje a Tierra Santa en el año 2006, nos permitió subir al monte Tabor, lugar donde se transfiguró Jesús según se recoge en el Evangelio de San Lucas. Este texto se proclama este domingo en todas las Eucaristías.
 Vista desde el monte Tabor
Participo desde pequeño en las celebraciones dominicales de las diversas parroquias a las que he pertenecido, o en las que por diversas circunstancias me encuentre. Confieso que en todas y cada una de ellas he recibido un mensaje esperanzador que me ha servido de “vitamina” para el resto de la semana.
Además de propiciarme la posibilidad de vivir un rato de oración compartida con los demás, la lectura y la consiguiente explicación del Evangelio del día -más o menos acertada-, te permite profundizar en el Mensaje y, a menudo, obtener ayuda para superar las adversidades que se te plantean a lo largo de la semana.
La buena noticia de hoy me ha llegado a través de la homilía de hoy, proclamada por un cura “forastero” al que no tengo el gusto de conocer. Al explicar el pasaje de la Transfiguración de Cristo en el Tabor, nos interpeló sobre el ejemplo que dicho texto debe transmitir a nuestras vidas. Basándose en dicho relato, se centró en la invitación a realizar seis acciones que se verbalizan con seis verbos: salir, subir, contemplar, orar, bajar y caminar.
Inmediatamente vino a mi memoria aquella subida infernal al monte Tabor, hace 19 años, a bordo de un taxi infernal, manejado por un kami-kaze palestino. La paz que se respiraba en aquella cumbre, desde la que se dominaba una buena parte de Galilea, te invitaba a permanecer allí para siempre. Una vez cargadas las pilas, teníamos que volver a la tierra. El descenso te obligaba a arriesgarse a recorrer, a una velocidad endiablada, aquellas curvas que te depositaban de nuevo a nivel del mar. Después, a seguir caminando por la vida.
La homilía me ha hecho pensar. La tentación del pancismo aparece en tu horizonte cada día. Es más cómodo no salir de tu verdad. Lo fácil es no arriesgarte a subir a las circunstancias del otro para acompañarle en su caminar. El cuerpo te pide no pararte a contemplar ni a meditar. Si superas esas tendencias y consigues esos momentos de paz, el paso siguiente es bajar y caminar junto a los que te necesitan.
Todos tenemos excusas para no hacerlo... La edad, las circunstancias, los otros. Vivimos en el condicional y en el fruto. Yo haría, pero… Me gustaría, pero… Lo curioso es que cuando damos el paso nos sentimos más felices.
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