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Han pasado cinco años

Esta mañana, de pasada, he vuelto a oír hablar del Covid 19
Manuel Montes Cleries
viernes, 31 de enero de 2025, 08:59 h (CET)

Es sorprendente la facilidad con la que los seres humanos olvidamos las etapas difíciles de nuestra vida. Dentro de unos años recordaremos esos años de sufrimiento e incertidumbre que pasamos a lo largo de la pandemia.


En aquel enero de 2020 comenzamos a escuchar comentarios sobre una especie de “gripe rara” que se había apoderado de una ciudad de la lejana China. Los comunicólogos -“especialistas” en todos los temas-, nos comentaron que se trataba de uno de esos episodios invernales, en los que se recrudecen los catarros y procesos febriles, que solo podían perjudicar a aquellos que estaban para el arrastre.


Poco a poco, parte televisivo a parte televisivo (recordaréis a aquel despeinado Doctor Simón), las autoridades pertinentes nos llamaban a la calma y la tranquilidad, lo que nos ponía la mosca detrás de la oreja. La cosa de fue poniendo fea, hasta que se decretó en marzo el estado de alarma nacional. Todo el mundo con arresto domiciliario y acopio de papel higiénico por parte de las sufridas familias. A las ocho de la tarde salíamos a las ventanas a aplaudir y yo llamaba a mis hijos sanitarios para saber si seguían vivos.


No voy a entrar en la parte más dolorosa de aquellos años. Casi cien días después, se dio paso a la “nueva normalidad”, que permitió cierta capacidad de volver a las calles y a los encuentros familiares. A partir de entonces: mascarillas, vacunas, recaídas, denuncias por acercamientos indebidos, etc.


Me surge una pregunta: ¿Cómo asumimos nosotros esta situación? ¿Cómo vivimos el día a día? Sugiero a mis lectores que se retrotraigan a aquellos días terribles. Personalmente, además de la que me pertenece dentro de mi propia familia, tenía una responsabilidad añadida: El Biberódromo: Una ONG desde que la que repartimos alimentos y pañales para unos 200 niños de 0 a 24 meses. No dejamos de llevar en ningún momento los diversos lotes a casa de los beneficiarios a través de protección civil. Seguimos haciendo programas de radio de “La Málaga Solidaria” a través de conexiones telefónicas con los entrevistados, desde la emisora y desde el teléfono de mi casa. Seguimos haciendo turnos en el Teléfono de la Esperanza conectando nuestros celulares con la centralita. El mundo seguía caminando.


A escala personal, esta situación me permitió repasar mi vida pasada pacientemente. Más despacio, pero de la misma manera en que dicen que se proyecta tu pasado ante un peligro inminente.


Como me gusta recoger por escrito mis pensamientos, me apresté a recordar cada día un pasaje de mi vida familiar, laboral, religiosa, etc., en una serie de artículos que enviaba inmediatamente a mis amigos a través de Internet. Primero fue El “diario de un recluido”, después vino “La nueva normalidad” La buena gente”, “Málaga de colores” y “Aquellos tiempos”. 200 entregas que, a diario, llenaban gran parte de cada mañana y daban la oportunidad de mandarme a “esparragar” a mis lectores.


Al recordar ese año 2020 en especial, me parece mentira que haya transcurrido un lustro. Un espacio temporal en el que hemos olvidado por completo aquellos momentos difíciles en que se nos vino el mundo encima. Esta circunstancia ha confirmado mi convencimiento en la capacidad de reacción de la humanidad. Somos una especie de pelota de goma que mientras más fuerte se la proyecta hacia abajo, sube con más fuerza. La inteligencia natural está por encima de la puñetera “inteligencia artificial”. Ni china, ni americana. La de la sufrida “gente corriente”. En el 2020 dimos la talla.

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