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Grandeza del cantor errante

Al ilustre amigo chinandegano Carlos Romano Flores Molina
Hugo J. Vélez Astacio
sábado, 4 de enero de 2025, 13:25 h (CET)

Ante el culto léxico utilizado en la creación de sus poemas y los escritos en prosa, la comprensión y entendimiento a Rubén Darío, no es nada fácil, lo que en alguna manera ha provocado que la juventud no lo lea y no lo estudie muy a pesar de su grandeza como poeta genial, que contribuyo arraigar nuestra identidad nica e hispana. El grande y que en su época fue su discípulo, Juan Ramon Jiménez, que llego a ser Premio Nobel de Literatura, dijo y dejo por escrito: “La gente sigue ignorando quien es Rubén Darío. Este nuestro maestro moderno es genial: es genial, es íntimo, es musical, es exquisito, es atormentado, es diamantino, tiene rosas de las primaveras de Hugo, violetas de Bécquer, flauta de Verlaine y corazón español. Vosotros no sabéis, imbéciles, como canta este poeta”.


Por las razones anteriores, vayan estas líneas como una ofrenda más, en tributo a Darío a propósito de las celebraciones del cumplimiento de los aniversarios de su nacimiento, así como de su fallecimiento. Pretendo que estas letras pinten un retrato lo más amplio, claro y sencillo, de su figura muy a pesar del limitado espacio que dispongo en este escrito que, a lo más, podrá llegar a ser un breve ensayo, que ustedes amigos lectores están iniciando a leer. Podre omitir algunos aspectos y algunos temas como personaje especial e importante que dentro de la literatura fue y aún lo es, ante lo vigente de su legado. Su magna obra, es vasta, original, revolucionaria, creadora, bella, musical y visionaria, tanto en verso como en prosa, por lo que me aventuro a decirles que podre omitir algo, así como algunas particularidades de su intensa y dramática vida como personaje, más en absoluto pretendo no querer engañarlos o decirles falsedades o exageraciones en cuanto a las virtudes que le dieron justo merito a las glorias en vida logradas.


Cabe decir que su vida fue complicada y dramática. ”El hombre vive en lucha perpetua con la vida y consigo mismo porque pasada la divina estación de la juventud (divino tesoro) quiere ver, quiere saber, quiere conseguir la posesión de un fantasma, descubrir lo imposible, y la realidad le hiere, y le desconsuela. El hombre solo es feliz en el instante de su primavera”.  Uno de sus mejores biógrafos título un hermoso y ampliamente documentado libro titulado: “La Dramática vida de Rubén Darío”. Me he referido a nuestro apreciado don Edelberto Torres Espinoza.


Como hombre común, la vida no obstante ser bella y grandiosa en cuanto a la grandeza y maravillas de la naturaleza, a él no le fue fácil ni sencillo saltar los escollos, trabas y obstáculos, que como poeta y artista que era, al ser creador de bellezas delicadas poesías con arte fino, que con su pluma derramo en lo azul del mar y el firmamento de las estrellas del cielo. “Como hombre he vivido en lo cotidiano; como poeta no he claudicado nunca, pues he tendido siempre a la eternidad”. Fue un preocupado con mucha sensibilidad, a niveles que se atormentaba, en función del porvenir de los pueblos hispánicos. Su Nicaragua natal, su patria querida estuvo siempre en la puerta principal. En su condición existencial vivía haciéndose propio, los sufrimientos ante las injusticias sociales que le rodeaban. Mucho expresó en versos en un tono altamente intelectual, su protesta ante dichas injusticias sociales, de ahí que las dejara por escrito en los múltiples relatos en prosa analítica y critica de dichos fenómenos, así como en las alas de los cisnes. La realidad le mostro en los muchos países que le asistieron viviendo en ellos, a los que les cantó como cantor errante, que desgraciadamente el mundo huele a podrido. Como poeta dijo: “Dueño fui de mi jardín de sueños/lleno de rosas y de cisnes vagos”. “Y una sed de ilusiones infinitas y tuve hambre de espacio y sed de cielo, desde las sombras de mi oscura realidad”.


Como él dijo, ante la partida de un grande que mucho influyo en su prosa, que posteriormente desarrollaría principalmente en el género periodístico con sensibilidad social y política libertaria, yo digo: “No quiero dar paz a mi pluma” para que ella exponga lo mejor y lo más claro posible su figura, en los ámbitos como persona y artista como poeta, así como cristiano anhelante del Dios Supremo.

Antes de continuar hemos de decir que su partida física, causo mucho dolor y vacío sentimental y espirituales. Para muestra de tan sentida partida del Poeta Darío, veamos el poema del entrañable amigo de Rubén, Antonio Machado:


“Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?... Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, españoles, en un severo mármol, su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo, nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan”.


Al iniciar a escribir el presente escrito, vino a mi pensamiento de manera nítida y clara, el diáfano y dulce canto del niño español Joselito que, dedicándoselo a su niña mimada, que le provocaba ruborizarse; con voz privilegiada con amor inocente le endulzaba su corazón con gran ternura:


“Una vez un ruiseñoor, con las claras de la auroraa, quedo preso de una flor, lejos de su ruiseñora. Esperando su vuelta en el día, ella vio que la tarde moría, y a la noche cantándole al rio, medio loca de amor le decía; donde estará mi vida porque no viene, que Rosita me lo entretiene…”.


Agraciado recuerdo de tan bella voz privilegiada de un niño que en su época llego a ser todo un icono, pero que con el tiempo no se realizó en consecuencia al estropearse, pasada la adolescencia su vida se nublo bajo una oscura nebulosa, que le hizo ser muy distante de lo que dé él se esperaba al ver los rayos de la aurora que en su niñez alegre le anunciaban seria.


Para entonces como buenos nicaragüenses, donde el humor enconde en sus señalamientos; mi finado hermano Rodolfo, quien, en el ambiente y tertulias pueblerinas de nuestra querida ciudad natal de Chinandega, se destacaba y sobresalía con voz ronca y sonora, provocando que alrededor de su figura se centrara la atención en su persona ante los relatos de sus aventuras y valentías, que como muchacho bravo y guapo se hacía saber, haciendo que se le conociera con el sobrenombre de “Joselito” ante su voz ronca y sonora. Años después sus leyendas tocaron suelo, ya que su bravura, su valentía, su ser “David”, ante los abundantes “Goliat”, su empuje, su coraje, su actitud de no amilanarse en absoluto al ser más débil y más pequeño, con su carácter aguerrido se imponía ante los adversarios que se atrevían ponerlo a prueba. “Joselito” era un fuera de serie. Era toda una bestia, rey del ambiente.


Mi amigo don Justo un poco sorprendido me pregunta, que si bien es interesante lo anterior, ¿A qué interés fundamental he pensado, lo que acabo de relatar? Tímidamente le indico que como me referiré al poeta Rubén Darío, y todo tiene que ser además de “paso a paso”, como afirmaba doña Violeta, todo inicia desde el principio por el primer peldaño, como decía mi abuelo Alejandro, al pensar en el Poeta Niño, se me vino, de manera improvisada lo del niño Joselito, posiblemente por asociarlo al poeta niño cantor de bellas melodías en armoniosas poesías, que deslumbrarían al mundo hispano mediante radiantes y variadas métricas modernas y liricas, que renovarían el rígido y estático español que hasta la fecha prevalecía.


Se me ocurrió contarles con satisfacción que de continuo en el momento de la época de “Joselito”, yo le escuchaba e iba a ver sus películas, reconociendo en su voz prodigiosa ser sino una excelente cualidad, tener el brillo de un diamante de altos kilates. Nuestro deleite me hizo pensar en el asombro que debieron tener quienes vieron, escucharon y conocieron al Poeta Niño del cabezón Rubencito, el mismo que años más tarde, ya jovencito asombrará deslumbrando al mundo hispano, tanto en el viejo mundo como en América al renovar la lengua fundiendo las montañas de oro mediante sus tiernas, y risueñas poesías que hacían delirar a las niñas, niños y literatos de su tiempo, y rascarse la cabeza a los adultos duchos en literatura tradicional, ante lo bello y genuino de la composición de sus versos armoniosos y melodiosos. Un proyecto con aristas de modernidad, tenía en ciernes previsto desarrollar cuando en Chile dio a conocer su portentoso y bella obra Azul… que, con gran originalidad en base a la expresión con arte, dio a conocer sus creaciones y ensueños, misma obra que determinaría el destino de su vida.  


El Poeta Rubén al someterlo todo a su prodigiosa sensualidad creadora fue una rara quintaesencia en donde todo lo cambio y la poesía, la dejo diferente inventando un lenguaje rítmico de infinitas sorpresas, que implicó el desarrollo de una nueva escritura adecuada a los tiempos modernos, exaltando el placer del lenguaje con arte haciendo de la composición de las oraciones, de las frases un verdadero gusto. Darío fue el fundador, propulsor y líder del movimiento modernista.


Los contemporáneos que le conocieron, dejaron registro de su retrato como hombre, reflejándole en cuanto a su esfinge, que complementado a las múltiples fotos que de él se disponen en diversos eventos, épocas y países, consideramos tener de Rubén, una completa imagen y una figura cómo fue: hombre en donde factores o cualidades que le asistían fueron incidentes en su personalidad en cuanto a sus relaciones y comportamiento. Su esmero de vestirse elegante para estar a tono en los ambientes de los palacios, casas presidenciales, teatros y museos era algo que con esmero el dedicaba presentarse. Su porte altivo, sus gustos finos, su destacada alta y vasta cultura, su fina educación acompañadas de su amable y noble trato brindado en sus relaciones sociales y diplomáticas, mostrando una recia complexión varonil, todo sin esconder ser un mestizo fiel representante de su raza hispánica, le hacían estar cómodo y ser par en ambientes aristocráticos, en que se le respetaba, al vérsele místico, hablar en voz baja haciendo de él, una figura intelectual aristocrática atrayente, a pesar de mostrar un carácter tímido, pero irradiante e interesante. Al presentarse era notorio observar que, anudado a su delicada manera al saludar, resaltaran sus finas y delicadas manos de jazmín, objeto de ser nombradas “manos de marqués”, según su buen amigo Leopoldo Lugones y otros varios amigos.


Darío si bien recibió mimos y cariño de su tía abuela Bernarda y en el poco tiempo que vivió con su tío abuelo Félix Madreguil, ya que este falleció cuando el apenas tenía cuatro añitos, adoleció en esa niñez, de la ternura de su madre, la chinandegana Rosa Sarmiento y de su padre biológico Manuel García (Darío).


Aunque se destacó por tener un espíritu positivista, periódicamente padeció crisis existenciales que de alguna manera, sentimiento de desarraigo y abandono del mundo que le rodeaba y que experimentaba, muchas veces buscó amigos y ambientes en afán de alivio y de reposo, que contribuyeran a mejorar su salud y sus ganas de seguir viviendo, para producir, crear con arte sus ensueños; en carta a un entrañable amigo Julio Piquet, le decía: "El estado moral, o cerebral, mío, es tal, que me veo en una soledad abrumadora sobre el mundo. Todo el mundo tiene una patria, una familia, un pariente, algo que le toque de cerca y que le consuele. Yo, nada".


Para años después, en su novela autobiográfica decir: “El conocimiento de las asperezas del mundo, crea los peores escepticismos y que para librarse de esto sirve tan solamente la voluntad, la elevación de la conciencia, la virtud de un ideal”, y es por ello que “el hombre debe encontrar en la aflicción de su pensamiento su propia esperanza”.   


La falta de condiciones y ambiente propicio para desarrollar y potenciar su vida creativa en el arte de la poesía, la escritura y su labor periodística, le hizo emigrar y ser cantor errante en muchos países tanto en América, como en el viejo Mundo principalmente en España y Francia. Si bien fue un responsable profesional como periodista del Diario La Nación de la Argentina, durante más de 20 años, y un digno diplomático de su patria, así como de Colombia cuando fue nombrado Cónsul ante Argentina, gracias a gestiones y voluntad de su maestro amigo el ex presidente Rafael Núñez, todo ello a fines de subsanar su condición permanente de penurias económicas que le tocó vivir. Como diplomático aunque bien se desempeñó y bien lo atendieron a nivel internacional salvo en México, a nivel nacional sufrió el desprecio, la desidia del presidente José Santos Zelaya, desde la desvalorización y minimización de su cargo (ministro residente, no embajador ante España), de la remuneración de su puesto (la mitad de lo que se pagaba por cargos similares), y de la vergüenza de tener al cobrar su sueldo, ante quien en lo absoluto lo respetaba, le envidiaba y le mostraba celos, como era el Embajador Medina en Francia.


La obra de Rubén Darío es vasta, magna y vigente. Fue llevada a cabo en gran manera al ubicarse como cantor errante, al posesionarse en lugares o países propicios en su época de unos ambientes y tradiciones culturales e intelectual, como lo eran en su momento, Chile (Azul…), Argentina (Los Raros y Prosas Profanas), España(Cantos de Vida y Esperanza, Canto Errante) y Francia de donde recibió la integralidad de su literatura, mediante los sentidos, los colores, la musicalidad, la métrica, y la sensualidad, al prevalecer “medios favorables al desenvolvimiento de sus facultades estéticas”, en donde lo esencial al expresar sus emociones, sus sueños, sus ensueños, presentes son sentimientos con un afán de plena libertad como escritor y poeta modernista sin ataduras. Cabe recordar el Himno que al libertador Bolívar dedico teniendo tan solo 16 años, cuyo exordio al héroe indica: “Tan gigante, no puede resonar citara alguna que ensalce lo bastante su valor y fortuna” en que “su grito de Libertad, resuene en lo infinito”. Reproducir y emular a Darío es levantar la voz y hacerse presente con patriotismo.

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