Perdonen por la historia de un “abuelo cebolleta”, pero de lo que abunda en el corazón “escribe el ordenador”.
Aquella mañana del día de Navidad del 2000 se puso en marcha la procesión de inicio del Jubileo, que partía de la Parroquia de Santiago y culminaba con la apertura de la Puerta Santa de la Catedral de Málaga. Por diversas circunstancias, me encontraba involucrado a fondo en los actos de dicho acontecimiento. Tanto a Fernando Jiménez Villarejo, como sacerdote y a mí mismo como seglar, nos habían encargado de la organización de gran parte de los eventos de ese año. En especial al traslado de los grupos desde sus parroquias hasta la Santa Iglesia Catedral, donde les ubicábamos y atendíamos durante las diversas celebraciones.
Así que me tuve que poner al frente de aquella procesión y llevarla sin contratiempos a su destino. Cada uno de los domingos siguientes y a lo largo de todo el año realizamos la misma operación desde el puerto o la plaza de la Marina donde se congregaban las distintas parroquias.
Fue un año de trabajo intenso realizado con la ayuda de voluntarios –la mayoría pertenecientes a los boy-scout católicos-, de algunos seglares y de la Cruz Roja. Celebramos las fiestas más importantes del calendario de la Iglesia. En especial recuerdo el día de Navidad con un Belén viviente en el altar mayor, el día de la Familia, el jubileo de los mayores, los niños y los enfermos, etc. Pudimos meter un par de pandas de verdiales en la Catedral a la conclusión de una celebración navideña y creamos un ambiente muy familiar en cada una de las celebraciones. Siempre con nuestro Obispo, D. Antonio Dorado, presidiendo con su eterna sonrisa.
Para colmo de implicación me incorporé al Jubileo en Roma junto a mi amigo Andrés Mérida. Estuvimos como voluntarios a lo largo del mes de mayo y junio. Una experiencia inolvidable que me acercó a la celebración de un encuentro con gentes de todos los países. Nos acogieron los franciscanos españoles en su convento del Trastévere de una manera excepcional. Aquella vivencia colmó el vaso.
Me hubiera gustado participar activamente en el Jubileo del 2025. Pero no tengo ni tiempo ni capacidad física para afrontar tan difícil trabajo. Lo seguiré desde cierta distancia y realizaré mi peregrinación hasta la Puerta Santa cuando le toque a mi parroquia.
Mi buena noticia de hoy se basa en el lema del Jubileo de este año: Jubileo de la Esperanza. Una esperanza a la que se le ha abierto esta mañana una Puerta que da paso a un mundo mejor y más cercano al espíritu evangélico. Amén. Que significa “así sea” o así es”. Me gusta más esto último.
|