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​Experiencias místicas cercanas a la muerte

No hace falta irse al Tíbet para meditar, pues en el servicio a los moribundos encontró su lugar de meditación
Llucià Pou Sabaté
domingo, 26 de noviembre de 2023, 12:37 h (CET)

Las experiencias místicas cercanas a la muerte (NDE, por sus siglas en inglés) son fenómenos en los que las personas informan haber tenido experiencias notables y trascendentales mientras están al borde de la muerte clínica o durante situaciones de trauma extremo. La historia de Anita Moorjani es significativa[1]: fue diagnosticada con cáncer terminal en 2002 y experimentó un deterioro rápido de su salud. En febrero de 2006, estaba en un estado muy crítico y entró en un coma. Tuvo experiencia de haber salido de su cuerpo y haber tenido una visión panorámica de su vida. Experimentó un sentido profundo de amor y conexión, y se reunió con su padre ya difunto. Además, afirmó haber ganado comprensiones profundas sobre la vida y su propósito. Al final, decidió regresar a la vida y al despertar del coma, su salud mejoró sorprendentemente. Tuvo una perspectiva de la vida mucho más profunda, y de la profunda conexión entre todos los seres.


Junto al túnel de luz, muchos relatan que adquieren una sensación de paz y amor, con una presencia divina o de seres queridos fallecidos. También una revisión de su vida[2], con una comprensión profunda, un abrir los ojos a un nivel de consciencia superior, y al servicio a prestar a los demás; encuentro con seres espirituales; la sensación de salir de su cuerpo y observar su propio cuerpo desde una perspectiva externa; y en algunos casos, reciben información sobre eventos futuros durante esta experiencia.

  

Elisabeth Kübler-Ross quiso compartir algunos aspectos de sus propias experiencias místicas: “Viví una de mis primeras experiencias en el curso de una investigación científica en la que me fue permitido abandonar mi cuerpo. Esta experiencia fue inducida (…), abandoné mi cuerpo a una velocidad increíble.

   

Lo único que recuerdo de la vuelta a mi cuerpo físico fueron las palabras shanti nilaya. No tenía ni idea del significado o de la interpretación de esa palabra. Tampoco tenía noción de dónde había estado”. Se le curaron unas dolencias que tenía, y la vieron más rejuvenecida, pero no aconsejo la inducción de esas situaciones, pues como ella cuenta poco después que tuvo un gran “bajón”: “tuve probablemente la experiencia más dolorosa y solitaria que un ser humano pueda vivir (…) Y por primera vez en mi vida, la salida fue la de la fe. Esta fe llegaba del saber profundo de que yo disponía de la suficiente fuerza y del coraje como para poder sufrir sola esta agonía. De pronto comprendí que sólo tenía que cesar en mi lucha, transformar mi resistencia en sumisión apacible y positiva, y decir sencillamente «sí». En el mismo momento en que dije «sí» mentalmente, cesaron los sufrimientos”. 


No sé el sistema que usó la doctora, pero conozco personas que han ido al Perú a hacer alguna sesión de chamanes con la ayahuasca, y no lo aconsejo, porque aunque se haga en un ambiente seguro (tiene muchos riesgos), y uno esté sano física y psicológicamente (en caso contrario los efectos son incontrolables, y es preceptivo preguntar al médico en este caso, en los demás casos es aconsejable), no es un estado de consciencia avanzado sino una distorsión de esos estados, que sin duda puede tener efectos positivos buscados, pero también hay efectos negativos y se pasa muy mal en otros ratos[3]. Pienso que el desarrollo de la consciencia hay que buscarlo con herramientas de comprensión interior, y no con esos métodos más bien “mágicos”.

   

Sigue contando la doctora, entre otras visiones: “Después vi algo que se parecía al capullo de una flor de loto que se abría delante de mí para convertirse en una flor maravillosa y detrás apareció esa luz esplendorosa de la que hablaban siempre mis enfermos. Cuando me aproximé a la luz a través de la flor de loto abierta y vibrante, fui atraída por ella suavemente pero cada vez con más intensidad. Fui atraída por el amor inimaginable, incondicional, hasta fundirme completamente en él”.

   

Kübler-Ross quiso compartir así algunos aspectos de sus propias experiencias místicas que le ayudaron a saber, más que a creer, que todo lo que está más allá de nuestra comprensión científica son verdades y realidades abiertas a cada uno de nosotros: “deseo destacar en forma especial que anteriormente yo no tenía ninguna idea de una conciencia superior. No tuve nunca gurú, y no he sabido ni tan siquiera meditar. La meditación es fuente de paz y comprensión para muchas personas no solamente en Oriente, sino cada vez más en nuestra parte del mundo. Es cierto que yo entro en mí misma cada vez que hablo con los enfermos moribundos, y son quizás esas miles de horas que he pasado junto a ellos, sin que nada ni nadie pudiera molestarnos, las que constituían una meditación. Visto desde este ángulo, efectivamente medité muchas horas”.

   

No hace falta irse al Tíbet para meditar, pues en el servicio a los moribundos encontró su lugar de meditación: “estoy convencida de que para tener experiencias místicas no es necesario vivir como un eremita en la montaña ni estar sentado a los pies de un gurú en la India”. Son herramientas que pueden irnos adentrando en el mundo de nuestra interioridad y trascendencia.



[1] Compartió su experiencia cercana a la muerte en su libro "Dying to Be Me" ("Morir Para Ser Yo").


[2] Ver en https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/4627028/ver-vida-entera-como-pelicula

[3] La ayahuasca es una parte importante de las tradiciones culturales en algunas comunidades indígenas en la región amazónica, y nos merece respeto y comprensión hacia esas tradiciones. En algunos sitios, es ilegal o hay restricciones. En cualquier caso, no es algo para todos, y cada persona reacciona de manera diferente a la experiencia. Yo personalmente no entiendo que haya personas que piensen estar preparadas para enfrentar lo que pueda surgir… pero ¡viva la libertad! 

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