Me refiero a esas apreciaciones que nos deslizan hacia la experiencia sublime en los diferentes estratos de la presencia humana. Contienen el duende necesario para abstraernos de las naderías y hacernos fijar la atención con maestría, moviendo hilos indescriptibles. Funcionan con ese algo especial capaz de congregar en el mismo estrado fascinante a la emisión de un mensaje de calidad y la fina sensibilidad del receptor; esa confluencia consigue la eclosión inigualable de algo maravilloso, siempre novedoso y estupendo. Esa brillante realidad no puede ser rutinaria, ni siquiera artesanal a secas; reúne los mimbres de la EXCELENCIA para la culminación en ese instante de los mejores afanes y cualidades. Una especie de bendita locura.
Tenemos ejemplos sensacionales en torno a las tradiciones de pueblos y comarcas; suelen expresar esas cosas difíciles de decir con palabras, que comprenden los rasgos esenciales de sus ciudadanos, con la mejor disposición comunitaria. Cito hoy la acendrada tradición, emblemática, del OLENTZERO. Agrupa los rasgos de los fatigosos trabajos en los montes vascos, las familias y la gente próxima, con la decisión de mantenerse entrañablemente unidos, acercándose todos en las fechas navideñas en torno al leño hogareño ardiendo y el acopio de los productos de la tierra. Establecen momentos únicos. La disgregación de la sociedad actual, incluso queman el olentzero, no invalida aquella riqueza convivencial.
Citemos como contrapunto la fabulosa expresión diaria de otra maravilla insustituible, la MIRADA nítida, transparente, ilusionada del niño; en especial en sus ratos de intimidad con sus padres o familiares cercanos. A pesar de las complicaciones posteriores, la nueva aproximación a esa forma de mirar con franqueza, espontánea y decidida, aún nos emociona por la limpieza de los contactos. Representa una emoción cara de ver entre las trapisondas actuales, con toda clase de maniobras subyacentes. Queda planteada la cuestión de si los adultos mantienen alguna posibilidad de mirar con ese brillo especial ajeno a las contaminaciones. De lo contrario, estamos abocados a repetir las insidias.
Todos nos hemos sentido embriagados alguna vez al escuchar alguna tonada relacionada con los momentos entrañables. Quizá pudo ser una nana, un pasodoble, un himno o canciones memorables. No digamos, si disfrutamos de los sones de las melodías de Verdi, jazz u otras composiciones sublimes. La MÚSICA con sus variadas facetas crea unos ámbitos propicios para esos momentos cargados con el duende suficiente para mantenernos encandilados. Además, con gran beneplácito, sin ligazones absurdas, dejando la iniciativa a cualquier protagonista, actuante o mero recepto dedicado a ello. También en esto, apreciamos como el momento culminante dependerá de los múltiples factores confluyente y su finura.
La variedad natural es también una fuente incesante de aportaciones sublimes. Desde las escenas con aires primaverales a la belleza otoñal, orografías impresionantes y plácidos remansos coloreados; compiten con mares y ríos, desiertos y arbolados, zonas agrestes y grandes cultivos. En tan amplio panorama cambiante se suceden las representaciones espontáneas con su magia PAISAJÍSTICA, de tanta influencia en los sentimientos de las personas. Son de esas manifestaciones adsorbentes en cuanto topamos con sus encuadres, pero cuyos condicionantes escapan a las voluntades posesivas; sus destellos son deslumbrantes, sus mecanismos sobrepasan los artificios habituales e incluso los contrarían.
No cabe duda, los detalles mágicos son exigentes, cuesta llegar a ellos y una enormidad mantenerlos. Es cuestión de perspicacia, esfuerzo y finura en los procedimientos. Si ya de por sí, esos logros fabulosos escasean, con las actitudes rutinarias instaladas en la mediocridad, pasan a ser una rareza o duran apenas unos instantes por la falta de cuidadores. En clave poética lo expreso así:
MAGIA ESQUIVA
Captamos las sucesivas palabras Como un torrente impetuoso, No pocas veces de aire tormentoso; Muy apegadas a nuestras andanzas.
No sabemos si serán atinadas, Adheridas a un uso voluptuoso, O fieles a un lazo primoroso, Por el ardor humano convocadas.
Notamos en demasía el sonido, Azorados, incluso aturdidos, Ajenos al verdadero sentido.
Al descuido nos confunde la inercia, Seguimos veloces con aire ufano, Sin percibir la verdadera magia.
Ni es todo a cien, ni los precios desorbitados en el comercio libre; hoy tratamos de unas vivencias fantásticas, que ni se compran ni se venden, no están colocadas en ninguna estantería, no están expuestas ni son accesibles para todos. La fusión de ciertas buenas cualidades y en el momento propicio, no es un objeto físico de dimensiones visibles, sino un fenómeno real, dinámico y esporádico; para su captación se requiere también un grado apropiado de sensibilidad. Configuran una potente DESMESURA de sensaciones. Con el correspondiente foco emisor, siendo imprescindible el lado íntimo adecuado para ser capaces de percibirlo. No es un hallazgo propiamente, es un encuentro de finas cualidades y su manejo es delicado.
Son situaciones en las cuales se suele producir una evidente relación del futuro con las condiciones originarias, de manera simultánea. Desde la Naturaleza en sus múltiples versiones, las expresiones utilizadas, los compromisos adquiridos, a las complejas figuraciones y matices a lo largo de los contactos; desde dichos orígenes comienza la adecuada discriminación y selección de los rasgos cualitativos pertinentes. Por otra parte, el futuro nos coloca ante determinados horizontes abiertos, sin fronteras, sin techos para el crecimiento en torno a las cualidades. Facilitan un auténtico AMANECER fascinante. Nuestras carencias pueden y suelen convertirlo en efímero, pero la maravilla existió en una culminación inigualable.
Las vibraciones relacionadas con los fenómenos tan especiales nos permiten vivir y apreciar esas maravillas, con la doble invitación a disfrutarlas y favorecerlas. El cultivo de las SENSIBILIDADES pertinentes se presenta como un requerimiento preferente, porque detectamos una desproporción lamentable entre la dedicación a los mencionados cultivos con el esmero correspondiente y los afanes pendencieros y mediocres de las frívolas actuaciones cotidianas.
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