Matusalén es un personaje del Antiguo Testamento. En uno de sus libros se supone que vivió 969 años. Esta cifra surge de la genealogía (bastante inventada) que conecta a Adán y Eva con Noé. La serie de datos que se fueron transmitiendo oralmente de generación en generación, permitió establecer unas cifras que son claramente rebatibles. Parece ser que alguno de los recopiladores de textos anteriores, confundió los años con los meses, así que se considera que su fallecimiento se produjo a la edad aproximada de 72 años –que ya era avanzada para aquella época- y que es bastante asumible. El caso es que a aquellos que alcanzan una edad muy provecta se les compara con Matusalén, del que se sabe poco más. Su historia ha venido a mi memoria al conocer el fallecimiento del que se considera como el hombre más longevo de esta época. Un venezolano –Juan Vicente Pérez Mora- que falleció días atrás a la edad de 114 años. Un superviviente de una vida dedicada a la agricultura, en medio de un país que soporta unos dirigentes que les gobiernan de una forma nefasta -uno tras otro-. Esta circunstancia hace a nuestro “superabuelo” aun más resistente. Si miramos hacia atrás, los pertenecientes al “segmento de plata” también hemos vivido gran parte del siglo pasado y parte del actual. Seríamos unos “matusalenes” comparados con los de nuestra edad de generaciones anteriores. Esta idea me propicia una moraleja: Tenemos que aplicar estas posibilidades que disfrutamos para aprovechar las oportunidades que nos da el vivir tantos años. Canalizar nuestros conocimientos y nuestro tiempo libre a hacer más fácil la vida de cuantos nos rodean. Descanse en paz este venezolano –Juan Vicente- que ha dejado huella de su paso por el mundo. Los últimos datos que nos constan recogen que ha tenido 11 hijos, 41 nietos, 18 bisnietos y 12 tataranietos. Creo que ha cumplido con la sociedad.
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