La vida nos aboca a numerosos caminos, con un enorme muestrario de sensaciones y cavilaciones; aliada con las evoluciones temporales, no permite el devaneo con inclinaciones al reposo. Las vicisitudes son incesantes, emiten toda clase de reverberaciones sobre el conjunto de los seres vivos. Nadie se libra de ese recorrido existencial, ni tan siquiera los que pretenden quedarse quietos. No es cuestión de voluntades, el carácter de seres ITINERANTES no se separa de ningún ser vivo que, según sus propias condiciones, lo asumirá a su manera, rutinaria e indiferente, o bien, adoptando diferentes grados de implicación en su desarrollo. Los rasgos peculiares no dan opción a la uniformidad.
En Vitoria lo compartimos ya como un ilustrativo acompañante. J.J. Eguiazábal lo proyectó como una figura zanquilarga, alta y estrambótica; condensa la tenacidad de mantener la figura en movimiento. Sus dimensiones no se limitan a la figura de un CAMINANTE habitual, enlazan con la riqueza de esa palabra, expresiva para determinadas acepciones, más allá de su carácter andariego. Se hace camino al andar en el terreno de los razonamientos; sin esas andanzas, permanecemos amorfos y ninguneados. También en lo referente a las relaciones sociales, para establecer conexiones con la vertiente comunitaria. Con el denominador común de ponerse en marcha frente a todos los retos.
Los diferentes senderos existenciales no suelen permanecer diáfanos, se asocian a la ingente aparición de imprevistos, con un amplio panorama de dificultades. Si a todo ello añadimos las peculiares características individuales, las maneras de plantearse la deambulación por la vida son heterogéneas. Desde las indolencias rutinarias que más parecen arrastrarnos sin aportarnos motivaciones; hasta la empresa ILUSIONADA de sentirse involucrado en cada paso, con el consiguiente esfuerzo y asimilación de las experiencias. Las actitudes personales acaban siendo un factor importante, no decisivo; para relacionarse con las circunstancias externas; de ellas depende en gran parte el grado de satisfacción experimentado.
En los avatares de la existencia no podemos sentirnos aislados, requerimos del apego con el resto de la sociedad; ese rasgo comunitario se hace patente especialmente a la hora de las actividades emprendidas. Sin embargo, en dichas relaciones aparece el riesgo de dejarse llevar, con la renuncia a las aportaciones propias. Frente a las oleadas del conjunto se impone la energía de una posición personal bien trabajada, no para dedicarse a una oposición frontal, sino para una colaboración fructífera. Esta es una tarea de fina elaboración, hasta el punto de que proliferan los caminantes que considero ENVARADOS, por su dejadez, enfrascados en el seguidismo de las normas externas, no siempre justificadas.
Son comprensibles las dificultades para proceder siempre con acierto en la elección de las rutas, de los ritmos y de los objetivos. ¡Son tantos los factores influyentes! Al margen de los obstáculos destacan las andanzas KAFKIANAS de numerosos caminantes desorientados. Permanecen abúlicos sin interesarse por cuantos conocimientos necesitamos para funcionar; concentrando sus actividades en la crítica feroz de cuanto sucede, sin los análisis pertinentes. También reclaman un sinfín de atenciones por parte de la sociedad, mientras recorren senderos sin ninguna consideración hacia cuanto pueda afectar a los demás; con afán de recibir sin contrapartidas y perjudicando a quien sea. Una distorsión total de criterios.
Con el mucho caminar no se aceleran los amaneceres ni acopiamos sabiduría; las ventajas de la marcha dependen de otros mecanismos. El incremento de las observaciones tampoco significa de por sí u mejor conocimiento, hasta puede distraernos de más profundos alcances. De hecho, cuando hemos viajado mucho o alardeamos de los mayores recorridos, quizá quede reflejado el efecto paradójico, el de haber contemplado el panorama del ICEBERG, apenas llegamos a detectar una pequeña proporción de las cosas, como pasa con la realidad histórica; la enjundia de cuanto nos rodea consiste en muchos otros rasgos inaccesibles, al menos en su mayor parte.
En cualquier caso, estamos abiertos a la labor siempre insatisfecha de afrontar los horizontes hacia lo desconocido, aunque sólo fuera por la evolución temporal, contando con las numerosas aportaciones de todo tipo. Estamos ubicados en una posición repetida, dispuestos al avance, menesterosos por las numerosas carencias, aunque ilusionados por los propios impulsos:
DE CAMINO
Cuando viajo voy por los horizontes Aligero mi equipaje sellado, De proclamas y dogmas liberado, Dispuesto a captar mensajes fundantes
Utilizo carretas y neuronas Cargado de mentalidad ardiente Lanzado por placentera pendiente En airosas y frescas intentonas.
Sin los menosprecios impertinentes, Asimilando planes discordantes; Los acopios son muy reconfortantes.
Aparecen inquietantes quimeras, Porque consiguen hacernos conscientes De las concordancias y disidencias.
Los retos nos mantienen distanciados de las conquistas permanentes, los cambios se suceden con resonancias distintas; incluidas las modificaciones que nos incumben como caminantes, no somos los mismos de los momentos previos, el futuro nos aboca a posiciones imprevistas. Las cualidades adquieren nuevos matices. Los tamaños resultan a veces engañosos, el saber se torna ignorancia al menor descuido y no digamos las suposiciones o creencias. La INESTABILIDAD también acucia a los caminantes en todos los ámbitos existenciales, es una característica ineludible, nos aporta sensaciones preocupantes a la par que fascinantes, representan la verdadera aventura de la vida.
Al caminar salen a flote las cualidades para enfrentarse a los avatares, en cualquiera de los sectores a su alcance. En realidad, se pone de relieve su adaptación a los condicionantes del entorno; aunque sin una dependencia total, subsiste la riqueza de sus aportaciones personales. El sello particular impone una cierta DIRECCIÓN a la aventura, adueñándose de las sensaciones gratificantes o frustrantes de un modo intransferible.
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