Seguramente ya no lo recordarás, el tiempo es lo que tiene, que filtra a su antojo lo que hicimos y lo viste de sensatez para poder permanecer tranquilo mientras criticas cómo los jóvenes hacen lo que hacen y afirmas que, en tu época, todo eso era impensable. Y sabes que mientes o, que al menos, no dices toda la verdad, que tú también fuiste hermano de las hormonas y que, si acudieses al Verdadero Almacén de los Recuerdos (el VAR de la memoria), comprobarías que, como todos, para llegar hasta aquí has debido tener algo o mucho de fortuna.
Probablemente no quieras pensar en ello, pero sabes que hubo un día –o dos– en el que te montaste en el coche con algunas copas de más, subiendo contigo a varios de los que ahora también se llevan las manos a la cabeza y reprochan a la juventud actual lo que hacen, y que, risa arriba, risa abajo, acabaste llegando a vuestro destino sin saber muy bien cómo, tal era el estado de vuestra inconsciencia.
Seguramente negarás cuando aparece alguien del pasado y rememora, a modo de batallita medio cómica, medio sonrojante, aquella vez que os colasteis en el tren y cómo fuisteis huyendo del revisor, viajando entre vagones o bajando de este cuando aminoraba la marcha, llegando a tu destino sin plantearte, ni entonces ni ahora, lo cerca que estuviste de bajarte para siempre.
Probablemente no lo reconozcas jamás, pero muchas noches te despiertas angustiado porque has soñado con aquel día donde probaste en una fiesta una pastilla que te dio un buen susto, aquel viaje en moto sin casco con accidente que te dejó sin secuelas, la zambullida en el agua desde aquel risco impresionante y la roca que rozaste al entrar en el mar, el stop que te saltaste, la noche fría con la calefacción del coche puesta, el cruce rápido por la autovía y el volantazo que estuvo a punto de…
Seguramente ahora, desde el lado del espejo de la madurez –y del conveniente olvido–, no serás capaz de comprender cómo la juventud hace lo que hace, y asegurarás que el problema es de la tecnología y de los padres de ahora que los ha vuelto tontos, sabiendo en lo más profundo de ti que no es así, que tú, en un contexto histórico-social distinto, hacías exactamente lo mismo y eso es algo que no deberías olvidar porque estás vivo.
Se suele decir que solo se vive una vez para animar a la gente a que realice actividades que de otra forma no haría, pero no es cierto. Se vive muchas veces, un sinfín de ellas, una por cada vez que estuvimos a punto de, y que no fue así por azar, puro y duro azar. No lo olvides. Porque solo hay una certeza, esa sí: solo se muere una vez.
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