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Para los griegos, kronos sería "el monótono tiempo secuencial, en el que todo está organizado", es decir, la repetición inarticulada del tiempo en nuestro espacio vital, una suerte de energía imantada que nos impele a avanzar sin retorno y sin descanso. En contraste, kairos sería "el instante fugaz, el momento adecuado, en el que algo importante sucede", lo que podría traducirse en " la oportunidad favorable que cambia el destino del hombre".
Otro verano que llega y se irá. Entropía y azar. Su sola mención provoca desazón en el sujeto pensante. Más allá de la segunda ley de la termodinámica, la derivación filosófica de la inapelable tendencia al desorden se presenta ineludible. Sabemos que el tiempo fluye y no conocemos, porque tal vez no existe, el mecanismo para desandarlo.
Sólo en el precipicio muchas personas evolucionan en sentido contrario o en el idóneo, conforme a sus intereses. Con el pasado ya no hay nada que hacer, eso es una tumba ejemplar desfasada, es mucho mejor pensar e idear para el futuro para ir logrando un mejorado desarrollo integral de los tiempos.
Ayer conversé con Arturo Aguilar, experto en reparación de relojes, en relación a diversas aristas sobre el tiempo. La charla tuvo una duración aproximada de treinta minutos y fue con motivo de mi participación semanal en la radio argentina. En el diálogo surgieron temas como la irreversibilidad del tiempo, las huellas de la transición temporal, así como las diferentes artes y oficios que convergen en la reparación de relojes.
La brevedad de la vida es un hecho sobre el que han escrito y filosofado Séneca y otros muchos. No se debe derrochar el tiempo, como si fuese infinito, algo que hacen muchísimas personas a lo largo de su existencia. El tiempo del que dispone el ser humano, de forma general, es largo y amplio, si se sabe aprovechar. Se puede afirmar que el tiempo es la esencia de la vida, ya que estamos hechos de tiempo.
Basta con encontrarnos después de algunos años con alguien para saber que el tiempo lo ha cambiado, ha dejado de ser ese pequeño niño con quien jugábamos en el césped de la infancia, entre los piratas y las tierras sagradas de la imaginación. Además, nosotros también hemos mudado similar a una magnífica serpiente que deja su vieja piel en el polvo del pasado.
Dicen que mentalmente, en un tris, hacemos un recuento sintético de lo que ha sido nuestra vida cuando se está al borde de la muerte o ante un peligro inminente de proporciones desconocidas. Los que saben afirman que esa especie de película que corre a velocidad luz es producto de la llamada “respuesta de estrés”.
Cierro mis ojos, respiro profundamente, algo me dice que con el paso del tiempo no soy el mismo, pero sigo siendo yo. Sí, algo hay en nuestro interior que le da congruencia, coherencia, ilación o nexo a lo que vivimos y nos rodea, pero desde esa visión que puede dar fe de lo anterior, también hay algo que “atestigua”, que el paso del tiempo la ha cambiado, para ver de manera diferente lo que ha sido el ayer.
El cambio de la hora del reloj que estos días hacemos, me ha hecho pensar en el tesoro del tiempo, más importante que cualquier tesoro material (y si no que se lo digan a Steve Jobs, que con sus miles de millones de dólares no pudo hacer nada para detener el cáncer que le mató).
Las personas que llegan a alcanzar los cien años, sin considerar los años bisiestos, viven 36.500 días y son un porcentaje muy pequeño de toda la población. O, dicho de otro modo, los centenarios han estado vivos 876.000 horas. Esto lo que pone de relieve es que la vida humana, aunque pueda ser larga es más corta de lo que se puede pensar, en un primer momento.
Creí siempre que sería capaz de cualquier cosa que me propusiera y he vivido contento y feliz asumiendo tareas, andando rápido, repartiendo sonrisas y riendo por cualquier motivo, pero no sé cuándo empecé a andar más despacio, aunque no le di demasiada importancia, los peldaños dejé de subirlos de dos en dos… dejé el automóvil con el que fuimos a ¡tantos sitios!
Muchos españoles, nacidos en la década de 1940, han vivido la posguerra con lo que significa ese concepto. Dureza social, desconfianza cívica, supervivencia racionada, manipulación de ideas y sentimientos y educación edulcorados con la ideología política del momento. Algunos, ya pocos, todavía pueden recordar su experiencia personal de lo que es una guerra civil.
Hay ciertas fechas y festividades en las cuales se percibe que algo ha cambiado, un pequeño momento en el que existe lo viejo y lo nuevo; en donde el pasado y el futuro se observan de frente; un instante en el que se dejan ciertas cosas, ciertos recuerdos atrás. Al detenernos a pensar en el mistérico resplandor del tiempo, es fácil suponer que en realidad las cosas no son así.
Vida que no decidiste, dirección no escogida, esperando el destino, yendo de aquí para allá...
Los años pasan… lo sé también… y a pesar de mi optimismo también veo que no he realizado muchas de mis nobles aspiraciones. No debe importarme me repito una y otra vez. Los días siguen pasando… no debo inquietarme, debo ser feliz con lo que tengo.
La COVID-19 continua presente en nuestro día a día. Según estimaciones, un 6,8% de todas las infecciones de la COVID-19 acaban siendo persistentes y un 15,2% de los pacientes con infección sintomática también lo desarrollan. Además, entre 1 de cada 5 personas tiene algún síntoma tras 5 semanas de la infección y 1 de cada 10 tiene algún síntoma tras 12 semanas.
Vamos por la vida como si estuviéramos dormidos y sólo ocasionalmente despertamos para aprehender la descomunal grandeza que nos rodea y de lo que verdaderamente somos. En esos momentos –quizá segundos–, nos reconstruimos, tomamos fuerza para continuar en la brega del día con día, porque en el fondo nos queda la reminiscencia de que sabemos que somos mucho más que un saco de carne y huesos consumista.
Se trata de la fastidiosa burocracia. Me ha sorprendido la excelente definición de este término por parte de la RAE. En su 4ª acepción indica lo siguiente: “Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”. No se puede explicar mejor. No sé en qué fecha se determinó esta descripción, pero parece ser redactada en estos días.
La poesía –y por extensión el arte– permite experimentar vivencias que de otra manera no sería posible, por ejemplo, vivenciar la reversibilidad del tiempo. A través de unos versos podemos imaginar, sentir y comunicar para guiar, provocar e inducir a las personas para que reproduzcan en su ser situaciones de todo tipo.
Cada segundo, el tiempo pasa, en tu prisa por quererme y no agotarme.
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