Alguien dijo una vez que cada país tiene los políticos que se merece. Me niego. Yo no puedo estar a la altura de ese imbécil que llamó chochito de oro a una ministra. Como era de izquierdas no ha ardido España, nadie le ha llamado fascista ni machista ni las feministas han salido a la calle a tirarle huevos a la cara. Puede hacer lo que quiera que se le disculpa el insignificante error. Bueno, sí, ha dimitido, que es lo mínimo que sus jefes se han atrevido a pedirle.
Me niego a creer que esta panda de ignorantes, incapaces e impresentables tenga algo que ver conmigo. Han dejado que una inmensa capa de pobreza nos envuelva, no han visto venir la octava plaga de Egipto... que ha caído sobre medio mundo, sobre el más pobre concretamente; han permitido sin pestañear que miles de niños españoles vivan "a la africana", que millones de familias vivan en el mayor desamparo, que los salarios decrezcan, que el mundo empequeñezca, que los hipotecados se queden sin casa, que los pensionistas no lleguen a fin de mes. Nos ha devorado una inmensa masa de pobreza y ellos sólo veían brotes verdes.
No sólo no la han visto venir, no sólo se han encogido de hombros, ignorando este mayúsculo asteroide que ha chocado contra la vida, el futuro y el desarrollo. Son tan impresentables que no toman medidas definitivas, eficaces y concluyentes para tapar las vías de agua en este barco que a duras penas resiste, dan vueltas a asuntos menores sin decidirse a afrontar con crudeza y virilidad las graves penurias que nos acometen.
La reforma del Estado, la reforma de las instituciones, la eliminación de órganos y organismos innecesarios, las comunidades autónomas mega desarrolladas... son desafíos a los que el Estado no les ha hincado el diente... mientras deja sin recursos al sistema de enseñanza, mientras se cierran plantas de hospitales o se reducen los efectivos necesarios para atender al bien público. Todo ello en un ambiente en el que gobiernos autónomos desafían la inteligencia colectiva gastando el dinero que no tienen en desafíos al Estado, en gastos superfluos, en conferencias políticas prescindibles en estos graves momentos, en televisiones propagandísticas, en embajaditas... Y todo ello con la impasibilidad del Estado y quienes lo representan.
Yo no puedo ser del mismo género que esos políticos que no saben qué tienen que declarar a Hacienda, que manejan millones y se los gastan en mariscadas en nombre de la clase obrera... Yo llevo más de treinta años levantándome cada mañana a trabajar, viviendo de mi esfuerzo personal, sin que nadie me pagara la luz o el sonido de mis bodas familiares, sin que nadie me subvencionara mis ‘gintonics’, sin que nadie me ayudara a pagar mis vacaciones, merecidas, merecidísimas.
Lo siento, yo no puedo ser de la misma ralea de un político que para denigrar a sus adversarios los llama chochito de oro... Necios, bastardos, incoherentes, ignorantes, despreciables, que hacen de su baja estofa, de su incultura y de sus limitaciones un mérito del que vivir sin fin.
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