Cuando pasan ya treinta días de la catástrofe que asoló varias zonas de la provincia de Valencia, con la muerte de más de doscientas personas y algunas aún sin aparecer sus cuerpos, sorprende la supervivencia política de Carlos Mazón.
Representa un caso único de inoperancia, ineptitud y negligencia que se corona con la resistencia a dimitir, a sumir responsabilidades y a aceptar la culpa en medio del vaivén de todo lo que ocurre a su alrededor.
No tenía preparado a su gobierno para esta ni para ninguna emergencia que pudiera darse, se ha dejado fagocitar por la política negacionista de Vox y, cuando todo parecía que volvía a la normalidad, va y llama a un militar retirado para la reconstrucción del país. Y lo hará desde una vicepresidencia que se crea a propósito con este fin.
Lo de nombrar a un militar retirado como vicepresidente de la Comunidad Valenciana, a muchos ciudadanos les recordará lo de los tanques de Milans del Bosch la noche del 23F, pero, es más, el hombre que esperaba Mazón era “una autoridad, militar por supuesto”, como se ha dicho aquella noche en el Congreso cuando Tejero tenía retenidos a los representantes del pueblo mientras se esperaban acontecimientos.
Lo peor de todo fue que para contratar a los militares llamados a gobernar Valencia después de la DANA, se tuvo que aprobar una norma que permita subir sueldos a los mandatarios recién contratados, pues el tope que había no servía para el caso.
Después de una catástrofe, subir los sueldos a los gobernantes para la reconstrucción del país es una aberración que solo podría acometer un singular Carlos Mazón.
¿Y por qué estamos en estas? Porque el líder nacional del Partido Popular embarrancó con Mazón en el lodo de Valencia al no saber imponer su autoridad. Primero lo destituyó, y para ello le pidió al Gobierno de Pedro Sánchez que asumiera la responsabilidad de la catástrofe. Después de escuchar a Mazón por videoconferencia, Feijóo aceptó las explicaciones y le dejó hacer.
Feijóo actuó a lo Mariano Rajoy, dejar hacer, dejar pasar, pero esa actitud no le vale en esta ocasión. El presidente del Partido Popular encalló con Carlos Mazón y quiso llevase al lodo a la mismísima vicepresidenta Teresa Ribera, llamada a ser vicepresidenta europea. Ribera ya está en su cargo con la bienvenida y tributo explícito en el Parlamento Europeo de la presidenta de la comisión, Ursula von der Leyen, y Feijóo votó en contra de la candidata propuesta por España.
El patriotismo así entendido es indicativo de un líder nada recomendable para presidir un país, pero tampoco para entenderse en la esfera internacional. Feijóo llevó la miseria política a Europa. Otra vez más el provincianismo y demás complejos quedaron a flote, a la vista de todos. Pasen, vean y juzguen ustedes mismos.
|