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El trágico final del primer pueblo español de la Patagonia

Una expedición hacía la colonización colombina
Bruno Sabella
jueves, 11 de agosto de 2022, 09:34 h (CET)

En Cabo Vírgenes se estableció el primer asentamiento de origen español en la Patagonia. En la actualidad, no hay restos visibles del asentamiento, sin embargo, un monolito conmemora el hecho histórico. Fue el explorador español Sarmiento de Gamboa, quien, en 1584, fundó la ciudad del Nombre de Jesús. En los últimos años, los restos arqueológicos del antiguo asentamiento han sido hallados y excavados.


Mapa


Un grupo de investigadores en arqueología de Argentina terminó con el mito del pueblo español olvidado en la Patagonia. Científicos del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y la Universidad de Buenos Aires, liderado por María Ximena Senatore y Mariana De Nigris, encontraron el cementerio donde están enterrados los colonos de la ciudad llamada “Nombre de Jesús”, fundada en 1584 cerca del actual Faro de Cabo Vírgenes, en la provincia de Santa Cruz.

Se trata del cementerio de colonos españoles más austral y antiguo del territorio argentino. Es el mayor indicio hallado hasta el momento de la primera fundación española de la Patagonia. Tras dos campañas de excavaciones, cerca del Faro de Cabo Vírgenes, los arqueólogos dieron con cuatro esqueletos. Uno es de un chico que tenía entre 10 y 14 años. Los otros tres son una mujer y dos varones de entre 16 y 24 años.


Monolito pueblo espau00f1ol


El nombre “Cabo Vírgenes” deriva en honor a la fecha en que el famoso navegante portugués Fernando de Magallanes llegó por primera vez a estas tierras. Al ser un 21 de octubre de 1520 se celebraba el día de las Once Mil Vírgenes, y de aquella celebración surgió su nombre. El cronista de Magallanes, el italiano Antonio Pigafetta anotó en su diario de viaje que: "Atravesamos en el día de las once mil vírgenes un estrecho, el cabo del cual llamamos “Cabo de las once mil vírgenes”.

Con la información obtenida de los supervivientes de la Victoria en 1522, y en medio de discusiones con los portugueses sobre la posesión del Maluco, la Corona española organizó nuevas expediciones a las islas de las Especierías vía el estrecho de Magallanes y a los territorios sureños. En un segundo momento, la región magallánica pasó a ser considerada un espacio para ser descubierto y colonizado.


Con la aparición inesperada de piratas ingleses y holandeses, el estrecho de Magallanes adquirió la función de espacio de control de la circulación enemiga hacia el océano Pacífico. En el año 1529, el emperador Carlos V, que necesitaba dinero para proseguir la guerra en Francia, firmó el Tratado de Zaragoza y cedió a Portugal el derecho español sobre las Molucas, con lo cual realizó una provechosa venta de territorios extranjeros. Descartado el objetivo asiático, se producen los primeros intentos de colonización de la región patagónica, a fin de establecer el dominio hispánico en el área del estrecho.


La intensidad de las tormentas, el frío y la pobreza de la región deshacen de modo brutal los ideales de expansión en el Atlántico Sur. Algunos expedicionarios se refugiaron como pudieron en la tierra, otros prosiguieron a Perú o regresaron a España, pero los náufragos del estrecho fueron abandonados y fallecieron de hambre y de frío. El abandono del estrecho se vio alterado por la llegada en 1578 del temido corsario inglés Francis Drake, el “pirata de hierro” de la reina Isabel. La aspiración del colonialismo inglés de explorar las tierras australes, ya presentes en los planes expansionistas de Richard Grenville hacia 1575, proseguía con este viaje que combinaba el descubrimiento y la piratería.


En octubre de 1579, Sarmiento de Gamboa fue nombrado capitán superior de la expedición de reconocimiento al estrecho de Magallanes. No sería fácil juntar a los marineros y soldados necesarios para participar en una expedición de reconocimiento desprovista de interés comercial. Dada la confusión de bocas y canales para ingresar al estrecho, la ruta por el mar del sur era más complicada que la entrada atlántica. Pero se imponía “cerrar aquel paso para guardar estos reinos antes que los enemigos lo tomen”, como lo formuló Sarmiento con su tenaz noción de servicio al rey y al virrey.


La “instrucción” del virrey, fechada en Lima el 9 de octubre de 1579, especificaba la obligación de registrar con cuidado las singularidades de la tierra y del mar. Sarmiento de Gamboa debía asimismo tomar posesión en nombre del rey y de todas las tierras halladas y dar testimonio ante escribano público. Los indígenas debían ser bien tratados y nada de ellos debía ser tomado contra su voluntad, para que fuese posible obtener información de utilidad. Aparece ampliado el motivo de la curiosidad de las “tierras y poblaciones”. Ningún territorio debe guardar sus “secretos”, por más pobre o inhóspito que sea. El imperativo categórico del expansionismo: desocultar lo encubierto, hacerlo salir a la luz, tomar posesión, nombrarlo, incluirlo en los mapas.


Cementerio espau00f1ol


El 11 de octubre de 1579 partieron del puerto del Callao 112 marineros en dos naves, Nuestra Señora de la Esperanza y San Francisco. Los expedicionarios fueron tomando posesión de puertos, ríos, canales e islas durante la travesía. Sarmiento de Gamboa partió de Perú en 1579 hacia el estrecho de Magallanes. Los pormenores de la expedición fueron dictados el 17 de agosto de 1580 por el capitán al escribano en la Relación y derrotero del viaje y descubrimiento del Estrecho de la Madre de Dios, antes llamado de Magallanes.


Muchos de los nombres asignados por Sarmiento durante su primer viaje por el estrecho de Magallanes se mantienen hasta hoy, hecho que rememora el vínculo entre imperio e identidad. El historiador Armando Braun Menéndez sostiene que la profusión de bautismos de Sarmiento enriquece la toponimia austral y ofrece una larga lista. Pero nombrar el territorio es muy distinto a fortificarlo y mantener un enclave militar. Para llevar a cabo el plan de la fortificación del estrecho de Magallanes era necesario un segundo viaje, específicamente destinado a esa función.

Luego de explorar el lugar, Sarmiento de Gamboa viajó a España para organizar la expedición pobladora. En aquellos tiempos, los barcos de corsarios ingleses navegaban el estrecho de Magallanes, razón por la cual España decidió controlar la zona enviando una flota de barcos y fundar dos pueblos en el estrecho. El intento de construir en el estrecho de Magallanes, a fines del siglo XVI, un sistema militar defensivo coordinado sobre la base de dos fuertes integrados a barcazas chatas que cargaban cañones demuestra una ignorancia colectiva brutal sobre las condiciones geográficas del lugar.


Cuando el 27 de septiembre de 1581 zarpó la armada bajo el comando de Diego Flores de Valdés de la barra de Sanlúcar de Barrameda, constaba de 23 naves y casi tres mil personas. En la lista de los participantes de la empresa colonizadora había frailes, soldados, grumetes, personas solteras y casadas con hijos; albañiles, carpinteros, herreros, pedreros, artilleros, trompeteros y canteros. Reinaba el desorden. El capitán Flores intentó postergar la partida. Fue sin embargo obligado a zarpar con tiempo desfavorable. Una semana después, tras batallar contra una tormenta, perder ochocientas personas y cinco naves, la expedición retornaba maltrecha al puerto de Cádiz. Desde antes de la partida se había desencadenado una lucha en torno a la figura de autoridad de la expedición.


El Consejo de Indias nombró a Diego Flores de Valdés con el título de “Capitán General del Estrecho de Magallanes y Gobernador de lo que se poblare”. Se le encargó la construcción de dos fortificaciones para defender la boca del estrecho y el transporte de colonos para poblar las nuevas ciudades. Los enfrentamientos entre Flores y Sarmiento eran constantes, pues ambos capitanes exigían sus derechos de mando, aunque evidentemente no coincidían en los objetivos. La armada partió nuevamente de la bahía de Cádiz el 9 de diciembre, compuesta de 16 barcos y 2.500 personas.

Nadie podía imaginar, ni los más pesimistas, que sería el “viaje más desafortunado de que haya memoria”, según el historiador Armando Braun Menéndez. La flota recibió órdenes de invernar en Río de Janeiro, pese a que Sarmiento y los pilotos querían evitar ese puerto porque temían la polilla de mar que carcome los navíos. Los simples gusanos de mar podían destruir expediciones. Al persistente problema de la autoridad y de la precariedad de las naves, se sumó la falta de adaptación a las condiciones climáticas y de salubridad. Más de 150 personas murieron camino a Brasil a causa de disentería.


A inicios de 1583 los expedicionarios intentaron alcanzar el estrecho de Magallanes, pero retornaron a Río de Janeiro a causa de los obstáculos. La frustración de Sarmiento es notoria. Desde Río de Janeiro redacta varias relaciones al rey en que reclama por la desorganización y la falta de respeto a las “Instrucciones Reales”. Denuncia el robo y la venta de vino, aceite harina, hierro, acero, frazadas y ropa destinada a los colonos; se queja del desprecio del capitán Flores por el proyecto colonizador. Resulta evidente que el capitán Flores, así como la mayoría de la tripulación, no tenía el menor interés en el proyecto colonizador del estrecho, sino en obtener ganancias por medio del intercambio de mercaderías.


En las narraciones de Sarmiento el capitán Flores aparece retratado como un ser inhumano, que descuida a los enfermos de la armada, descarta el amor al prójimo, permite el robo de mercaderías y alimentos, y trama una “huida vergonzosa”. De hecho, el capitán se marcha a España sin cumplir con las “Instrucciones Reales”, se lleva las provisiones y armas destinadas a los colonos, y persuade a muchas personas de que era mejor abandonar la expedición y retornar a la patria que “morir como perros” en el estrecho. Mientras tanto, Sarmiento aguardaba en Río de Janeiro la partida hacia el estrecho de Magallanes. Durante la travesía continuaron los motines y las deserciones en tierra. En la escala del puerto de Santos desertó el ingeniero Juan Bautista Antoneli, fundamental en los planes de fortificación.


Finalmente, llegaron a Cabo Vírgenes el 4 de febrero de 1584, fundando el asentamiento “Nombre de Jesús”, el once del mismo mes. En marzo del mismo año, Sarmiento de Gamboa fundó una segunda ciudad, “Rey Don Felipe”, dentro del estrecho de Magallanes, muy cerca de la actual ciudad de Punta Arenas en Chile. Un grupo de 338 personas llegaba a su destino para enfrentar la tierra patagónica. “Enfrentar” es la palabra exacta, pues se estableció una lucha contra el frío, el viento constante y la escasez de alimentos, a lo que se sumaban incidentes ocasionales con los indígenas.


Asentamiento


La fundación del asentamiento Ciudad de Nombre de Jesús el 11 de febrero de 1584, en la boca oriental del estrecho de Magallanes (hoy Punta Dungeness), da lugar al típico ritual formalista de la conquista de nuevos territorios. Se toma posesión ante escribano, se arbola una cruz donde sería construida la iglesia y en la plaza se pone el árbol de la ejecución de la justicia. El desconocimiento de la región por parte de los pobladores anuncia tragedias. Allí se materializan las dificultades de la colonización a un grado extremo.


El 25 de marzo de 1584 ocurrió la fundación del asentamiento Rey Don Felipe. Dadas las condiciones, el asentamiento no podía ser otra cosa que precarias tiendas de campaña habitadas por algunos soldados y colonos famélicos. Además de la situación de miseria, los pobladores habían perdido el contacto con los colonizadores de Nombre de Jesús. El simple trayecto de entre Rey Don Felipe y Nombre de Jesús podía desbaratar proyectos de fortificación autorizados por el rey y elaborados por ingenieros en España.


Sarmiento transportó artillería para la primera angostura: pensaba dar inicio a las obras de fortificación. Pero en Nombre de Jesús la tormenta quebró el cable que prendía su barco anclado y lo arrastró fuera del estrecho. Casi sin comida y con una tormenta persistente que imposibilitaba la entrada al estrecho, Sarmiento se dirigió a Brasil con 42 personas y abandonó a los colonizadores. Desde Río de Janeiro Sarmiento intentó volver al estrecho de Magallanes, pero fracasó debido a una tempestad. Sarmiento enfrentó rebeliones en Brasil y redactó decenas de cartas a su majestad. Mensajes de socorro y de urgencia, en los cuales advierte que estaba imposibilitado de acudir al estrecho tanto por tierra como por mar, y que la ayuda no podía demorar.


En caso de tardanza, temía lo peor para los colonos en el estrecho. Sin recibir el auxilio esperado y sin recursos propios, Sarmiento retornó a España a fin de solicitar la intervención de Felipe II. La expedición de Sarmiento había sido un fracaso absoluto y este nunca volverá al estrecho de Magallanes ni reencontrará a los colonos abandonados. Sarmiento falleció en 1592 sin tener noticias del destino de los colonos. El cronista Antonio de Herrera sería uno de los primeros en reconocer el “quijotismo” de una empresa condenada al fracaso.


Conocemos el desenlace de la tragedia por diversas fuentes, especialmente por el inglés Francis Pretty, que participó en el viaje alrededor del mundo de Thomas Cavendish, y por dos testimonios de un sobreviviente de la expedición, Tomé Hernández, que sería rescatado por Cavendish en enero de 1587. Restaban unos veinte pobladores cuando en un confuso incidente Cavendish rescató únicamente a Hernández. El resto de los colonos de la expedición fallecieron de frío e inanición. 

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