Una de las mayores lacras de España, que arrastramos pesadamente y determina y condena nuestro futuro, es el reparto autonómico de que España acordaron UCD y el PSOE para sacar adelante la actual constitución. Nunca se pensó en el bien colectivo, en el bien de España, en la igualdad o en la justicia, sino en satisfacer las demandas de los nacionalistas. En aras de ese compromiso se acordó la separación de Castilla en cinco regiones de juguete, pequeñas, dóciles y manipulables, los nacionalistas no querían un contrapoder para poder dominar los tiempos que se avecinaban. Los medievales conciertos económicos vasco y navarro también forman parte de esa peregrina situación de privilegios. Se cedió en aquella ocasión pensando en que una vez satisfechos se acabaría el problema.
Mentira podrida, eso sólo fue el comienzo de una sarta indefinida de reclamaciones y de un descontento permanente que, como vemos casi cuarenta años más tarde, no tiene fin. La insatisfacción continua de manera indefinida como sistema político para perpetuar la razón de ser del nacionalismo: “Espanya ens roba”. A la presión plañidera se han sometido todos los gobiernos, aceptando normas y reglas prescritas por los nacionalistas hasta el punto de que un día descubrimos que Aznar hace el amor en catalán.
Al carro del nacionalismo se subieron en su momento los socialistas de Cataluña, tras aquella operación ruinosa por la que el PSOE de aquella región desaparecía y cedía el protagonismo. Esos socialistas de Cataluña se han sumado cotidianamente al victimismo y a la presión contra el Estado favorable a las ideas nacionalistas, poniendo así al PSOE y sus dirigentes en una situación cercana a lo insostenible. Para llegar a un entendimiento el PSOE acaba de aceptar las tesis fundamentales de sus socios, recordemos que no se trata del mismo partido sino de unos socios. Se han tenido en cuenta nuevamente las presiones catalanistas, sólo se ha pensado en Cataluña y en los votos socialistas que de allí le sirven al PSOE para acercarse al poder.
Sin dejar de lado preguntas similares para el Partido Popular quiero preguntar dónde están los socialistas castellanos, sean de Castilla y León, de Madrid o de Castilla-La Mancha. (Un incisio para cuestionar lo de siempre: ¿Por qué, ya puestos, no inventaron también una Castilla- La Tierra de Campos) ¿Por qué entre los socialistas castellanos no hay un Jesús Eguiguren, pero sin violencia doméstica? ¿Por qué entre ellos no hay nadie que defienda tesis semejantes a las del PSC? ¿Por qué sólo defienden las tesis de sus hermanos mayores, lo que el partido manda, lo que Madrid manda, lo que de Barcelona emana? ¿Por qué no tienen personalidad propia y toman sabias y atrevidas decisiones? ¿Por qué el nuevo “arreglo” federal de España tiene que ser hecho a la medida de los socialistas catalanes y porque los socialistas catalanes quieren?
La defensa de una Castilla fuerte interesa no sólo a ese extremo 0’001% que defiende la independencia, absurda, imposible, ineficaz e ilógica de Castilla, sino también a aquellos que defendemos para Castilla un papel director en España. “Director” y no centralista, téngase en cuenta que hasta ahora el papel director ha correspondido a los nacionalistas periféricos que han tenido la capacidad de rechazar o aprobar –tasando a precio de oro sus votos parlamentarios- los presupuestos de España. Ah, esa defensa de Castilla también satisfaría a quienes, como los populares o socialistas castellanos, sólo piensan en España como único objetivo, además de seguir en el puesto, de sus vidas.
Una Castilla poderosa, influyente y colaboradora interesa a todos menos a los nacionalistas más radicales y excluyentes, aquellos que quieren huir de España y saben que un proyecto castellano integrador les dejaría con sus vergüenzas al aire.
Y si no, que lean a la Generación del 98, que leyendo se aprende.
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