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Egipto se acerca a la órbita rusa

La miope estrategia occidental, principal aliado ruso
Germán Gorráiz López
miércoles, 21 de agosto de 2013, 07:28 h (CET)
Egipto siempre ha sido una pieza clave para mantener la hegemonía norteamericana en Oriente Medio y el norte de África, pero tras la caída de la dictadura de Hosni Mubarak las urnas encumbraron sorpresivamente a Mohamed Mursi, líder político de los Hermanos Musulmanes, quien tras la remodelación de la cúpula militar con la defenestración del ministro de Defensa, Tantaui, y del Jefe del Estado Mayor, Sami Anan, se revistió de un poder personalista con claros tintes autocráticos.

Sin embargo la redacción de una nueva Carta Magna, aprobada en referéndum a finales del 2012, creó una brecha entre islamistas y laicos puesto que éstos alegaban recortes de derechos y libertades además de facilitar una interpretación islamista de la ley.

Por último la grave crisis económica y el nombramiento por el presidente Mursi de siete nuevos gobernadores miembros de los Hermanos Musulmanes y uno del grupo terrorista Gamá Islamiya (responsable del atentado terrorista que mató a 58 turistas en 1997) en la región de Luxor, sería el desencadenante del surgimiento del movimiento Tamarod (Rebelión en árabe).

Dicho movimiento, que englobaba a liberales, socialistas nasserianos y demócratas laicos agrupados bajo la plataforma del “30 de junio”, presentó una hoja de ruta en cuya confección habrían intervenido, además del Ejército, el máximo representante de la oposición, Mohamed El Baradei; el jeque de la mezquita de Al Azhar, máxima autoridad religiosa suní; el líder de la Iglesia Copta de Egipto y los representantes del movimiento Tamarrud.

Esta hoja de ruta incluía exigencias como la formación de un gobierno interino de tecnócratas, la disolución del Senado controlado por los islamistas y la formación de un comité de sabios que redactara una nueva Constitución, previa a la celebración de nuevas elecciones, y solicitaba expresamente la intervención de unos militares que manejaban la escena entre bastidores y que, tras derrocar a Mursi, aparecieron como adalides de la democracia y los derechos humanos.

Aparición en escena de Abdul Fattah al Sisi
La remodelación de la cúpula militar llevada a cabo por Mursi en 2012 con la defenestración del ministro de Defensa, Tantaui, y del Jefe del Estado Mayor, Sami Anan, la creación del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) y el nombramiento de Al Sisi como comandante general de las Fuerzas Armadas y titular de Defensa, hizo que el Ejército egipcio observara una escrupulosa neutralidad y un estricto cumplimiento de la legalidad vigente. En este sentido hay que recordar que las Fuerzas Armadas Egipcias y EEUU desempeñaron un papel decisivo en anteriores protestas, al apoyar sin fisuras la legitimidad del rais, ya que Egipto sería el segundo receptor de ayuda militar estadounidense por detrás de Israel (recibe 1.500 millones de dólares anuales), al ser considerado por el país norteamericano como aliado estratégico y portaaviones continental en Oriente Próximo.

Sin embargo tras el breve mandato de Mursi, Egipto sería un régimen indefinido en el que la lealtad a los intereses occidentales en Oriente Próximo estaría en entredicho, por lo que tras el enroque de Mursi en la defensa de su legitimidad presidencial, el CSFA ejecutó un golpe de mano virtual que demostró que el líder derrocado apenas controlaba las palancas del poder en el país y que sólo tenía un control nominal sobre el ejército, las fuerzas de seguridad o los servicios de inteligencia del estado.

Dicho golpe sería un episodio local dentro de un nuevo escenario de Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia y contaría con el visto bueno de la nación norteamericana, al haber dejado de ser Mursi un peón útil para la estrategia geopolítica de EEUU en Oriente Próximo, formando parte de la nueva estrategia estadounidense para la zona, tras el evidente fracaso del experimento de exportación del otrora régimen islamista moderado y pro-occidental de Erdogan a todos los países que componen el tablero gigante del mundo árabe-mediterráneo. La nueva estrategia consistiría en la implementación de “golpes virtuales o postmodernos“ en los países de la zona con el objetivo de sustituir a los regímenes islamistas, surgidos de las urnas, por sistemas militares presidencialistas en el marco del nuevo escenario geopolítico mundial, surgido tras el retorno a la Guerra Fría.

El diario estadounidense The Wall Street Journal, en una editorial titulada “Después del Golpe de Estado en El Cairo” y publicada en el mes de julio, recomienda a Egipto seguir el modelo económico implementado por el fallecido dictador chileno Augusto Pinochet y añade que “el jefe de las fuerzas armadas egipcias, Abdel Fatah Al Sisi, sufrirá la suerte del presidente depuesto, Mohammed Mursi, si intenta restaurar el viejo orden de Hosni Mubarak“.

La miope estrategia occidental
Israel, Arabia Saudí, Qatar y el resto de aliados árabes de EEUU en el Próximo Oriente (con la excepción de Erdogan), habrían presionado a Obama y a la UE a no condenar el golpe de mano contra Mursi, optando por un nuevo Mubarak como mal menor, ante la amenaza del islamismo surgido de las urnas.

Pero el anuncio de Obama de que Estados Unidos había cancelado el ejercicio bienal militar conjunto con Egipto como medida de presión al gobierno interino militar para ceñirse al acuerdo del plan de transición democrático y la posible revisión de la ayuda militar que concede a Egipto, habría provocado el desapego afectivo de Al Sisi.

Según el periódico Al Tharir, el general Sisi tendría "fuertes lazos con funcionarios de Estados Unidos tanto a nivel diplomático como militar, pues estudió en Washington, asistió a varias conferencias militares en la ciudad y participó en ejercicios conjuntos de guerra y operaciones de inteligencia en años recientes". Sin embargo el apoyo de la Junta Militar egipcia se estima crucial para mantener el tratado de paz de Egipto con Israel (acuerdo Camp David, 1979), para continuar la lucha contra las milicias yihadistas en el Sinaí y en especial para asegurar el acceso al Canal de Suez, porque Egipto otorgaba a la Marina de EEUU paso expedito para la docena de buques de guerra que atraviesan mensualmente este canal, lo que les aseguraba un atajo crucial para el acceso directo a los Emiratos Árabes, Irak y Afganistán.

Por su parte la alta representante de la UE, Catherine Ashton, tras la caída de Mubarak recordó que Egipto sufre un déficit presupuestario de entre el 12 y el 13% (un agujero de unos 14.000 millones de dólares) y que los Veintisiete estaban en disposición de conceder una macroayuda de 5.000 millones de euros (condicionada al logro de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional), con el objetivo inequívoco de que Europa se posicionara como un socio inversor privilegiado con los nuevos gobernantes, siguiendo su endémica política mercantilista.

Sin embargo tras el baño de sangre provocado por la represión del ejército egipcio (el saldo preliminar de víctimas mortales tras el ‘viernes de ira’ sería de 1.000 personas, según Hermanos Musulmanes), la Unión Europea en un comunicado conjunto, emitido por Barroso y Van Rompuy, responsabiliza de la crisis al Gobierno interino, piden libertad para los presos políticos, la convocatoria de nuevas elecciones y advierten a Egipto que revisarán su relación en los próximos días, sin descartar que acabe triunfando la tesis francesa de cancelar totalmente la ayuda que la UE concede a Egipto, parte de la cual estaría ya paralizada.

Durante el mandato de Mursi, la única tabla de salvación era el préstamo del FMI por valor de 4.800 millones de dólares a un tipo de interés cercano al 1,5%, (inyección de capital que debía servir para hacer frente a pagos urgentes y evitar una fuerte y repentina devaluación de la libra), pero dicha ayuda supondría drásticos recortes del gasto público y un aumento de los intereses con los consiguientes efectos colaterales en una sociedad inmersa en la cultura del subsidio (alrededor del 30% del presupuesto de la nación está destinado a subvenciones), por lo que el derrocado presidente rechazó el préstamo y Qatar aprovechó su ocasión para consagrarse como el primer benefactor de los Hermanos Musulmanes tras la donación de 5.000 millones de dólares y el compromiso de invertir 18.000 millones más en los próximo cinco años.

La hora de Putin
Consciente de que juega con ventaja ante la incapacidad de Estados Unidos y sus aliados europeos de marcar la iniciativa en los conflictos de Oriente Medio y Próximo (Egipto, Siria, Palestina e Irán), Putin aprovechará la gran oportunidad que se le presenta de recuperar la influencia internacional que Rusia había perdido en los últimos años. La nueva estrategia geopolítica rusa en Oriente Próximo pasaría por un decidido apoyo al régimen sirio de Al-Assad y al régimen iraní en su contencioso nuclear con los EEUU, con el objetivo de fijar su posición como colaborador ineludible en la búsqueda de un acuerdo internacional que se plasmaría en la Conferencia de Ginebra 2 y que se englobaría en un escenario de solución global a los contenciosos existentes en el convulso Oriente Medio y Próximo.

En consecuencia, aprovechando la condena occidental por la cruenta represión del ejército egipcio contra los Hermanos Musulmanes y el anuncio de Obama de cancelar un ejercicio militar conjunto con Egipto como señal de desaprobación, el presidente ruso convocó de urgencia una sesión extraordinaria en el Kremlin para "discutir la situación en Egipto y tomar las medidas necesarias para la puesta de las instalaciones militares rusas a disposición del ejército egipcio", añadiendo que "Rusia se encargará de programar ejercicios militares conjuntos con el ejército egipcio".

Por parte egipcia, el ministro de Asuntos Exteriores, Nabil Fahm, criticó la actitud de algunos países que han amenazado con retirar o suspender su asistencia al país y respondió anunciando que va a revisar toda la ayuda internacional que recibe para comprobar si se utiliza de una manera positiva. En este sentido, el país africano siempre podrá contar con la ayuda incondicional de otros aliados. Así, tras el golpe de mano contra Mursi, Egipto podría recibir una inyección económica de Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos por un importe total de 15.000 millones de dólares como parte de la estrategia de las monarquías árabes del Golfo para anular la creciente influencia de Qatar como principal benefactor de Egipto.

De parte rusa, el viceministro de Exteriores ruso y enviado especial de Putin para Oriente Próximo, Mijail Bogdanov, en declaraciones a ruvr.ru, señaló ya en julio que “Rusia está lista para estudiar la posibilidad de otorgar ayuda económica a Egipto, si esta solicitud llegara”, ofrecimiento que ante el previsible boicot occidental al régimen militar del general Sisi no tardará en aceptar Egipto. El director del servicio de prensa de la embajada de la República Árabe de Egipto en Moscú, Izeddin Shaheen afirmó que “en este tiempo tan difícil para el país, Egipto cuenta con la ayuda de Rusia”, por lo que no sería descartable un estrechamiento de relaciones ruso-egipcias.

Durante el mandato de Mursi, Egipto solicitó la ayuda técnica de Rusia para construir la central nuclear de Dabaa cerca de la costa mediterránea y desarrollar el reactor nuclear experimental de Inshas, a las afueras de El Cairo, así como la tecnología necesaria para explotar las minas de uranio del país, situadas entre el Nilo y la costa del Mar Rojo, puesto que Rusia a través de las empresas Lukoil y Avatec ya tendría una importante presencia en los campos de petróleo y gas egipcio.

Egipto sería un país lastrado por su excesivo déficit energético y por las elevadas tasas de importación de cereales, por lo que en el nuevo escenario que se dibuja, las necesidades de grano y de tecnología de Egipto podrían ser satisfechas en exclusividad por Rusia, lo que supondrá un cambio geopolítico total en el complicado puzzle de Oriente Próximo, pasando el país soviético a ser elemento referente y socio estratégico de Egipto, que pasará a ser el portaaviones continental de Rusia (rememorando la política de Jruschov cuando Egipto era el principal socio de la URSS en la región y su Presidente Nasser fue condecorado con la Estrella de Héroe de la Unión Soviética).

Putin orientará después su estrategia hacia el resto del mundo árabe del arco mediterráneo, revitalizando la doctrina del ‘pathos’ anticolonial, basada en la ayuda a los regímenes nacionalistas árabes en su lucha contra la influencia occidental y que tendrá su plasmación en renovados proyectos de cooperación económica y en una intensa cooperación militar. Según la agencia Itar Tass, Rusia reforzará su base naval en el puerto sirio de Tartus con el objetivo de resucitar la extinta Flota del Mediterráneo, disuelta en 1992 tras la extinción de la URSS y cuya columna vertebral estará formada por la Flota del Mar Negro, la del Norte y la del Báltico, estimando que estará operativa para el 2015.

El mencionado desapego de Sisi respecto a los países occidentales unido al previsible fracaso de la enésima ronda de conversaciones de paz palestino-israelíes y la delicada situación económica en que se encuentra Egipto (país empobrecido de iure y subsidiado de facto), podría hacer que Sisi enarbolara la bandera de un nuevo movimiento panarabista que tras extender su efecto mimético al resto de países árabes que circundan a Israel (Siria, Líbano, Palestina, Jordania e Irak), podría terminar por reeditar la Guerra de los Seis Días en el horizonte del próximo quinquenio.

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