Durante mucho tiempo los separatistas y soberanistas catalanes han pretendido presentar sus intentos de conseguir la independencia, desde el punto de vista de reclamaciones basadas en la voluntad mayoritaria de un pueblo pacífico, víctima de la injusticia del resto de los españoles, que daba a España más de lo que venía recibiendo de ella y maltratado por los distintos gobiernos de la democracia. Uno de los argumentos más manidos usados por sus líderes, ha sido el de que sus reclamaciones, peticiones, manifestaciones, convocatoria de multitudes y quejas de los catalanes se habían venido realizando de una forma ordenada, no violenta, pacífica y podríamos decir que familiar, porque a ellas no solamente asistían las personas mayores y los activistas sino que participaban, acompañándolos, multitud de mujeres, niños y ancianos como si, en lugar de ser una manifestación política, de protesta contra el supuesto mal trato que recibían del Estado y de reivindicación de unos supuestos derechos identitarios y soberanistas que se les negaban, se tratara de un gran picnic campestre, una festividad como las famosas Saturnalias romanas o las no menos relevantes Dionisias griegas de cuando empezaban y finalizaban las cosechas. Así las cosas, los políticos separatistas han intentado dar la imagen de un pueblo víctima de la opresión de la nación española e injustamente tratado por aquellos que le venían esquilmando, que se intenta levantar pacíficamente y sin violencia alguna para protestar por recibir el “peor trato” de quienes lo vienen explotando.
Y esta es, precisamente, la forma embaucadora, engañosa, falsa con la que el señor Puigdemont, el señor Torra y toda la comitiva de asesores, compinches, protectores, financiadores y fanáticos que intentan vender el separatismo catalán como algo justificado y necesario debido a la “explotación”, “el robo” y el desvalimiento en el que se encuentran ante el poder omnímodo y aprovechado del resto del Estado español; con la que pretenden vender su historia en el extranjero, vale decir que con escaso éxito hasta este momento, con la intención de que desde el resto del mundo y, muy especialmente, desde la UE hubiera alguna nación que decidiera prestarles apoyo.
Sin embargo, algo les ha fallado, no han sido tan listos como se imaginaban y pese a los “mecenas” que desde fuera o desde la misma Cataluña están invirtiendo capitales en este intento de dividir a España, lo único que han conseguido ha sido que el señor Puigdemont y sus adláteres se instalaran cómodamente en Waterloo ( Bélgica), viviendo a cuerpo de rey, bajo la protección de la Justica belga y recibiendo dinero a espuertas que, desde la Generalitat y otros orígenes más turbios que todavía no se conocen, le van remitiendo. Desde la seguridad de su castillo se dedica a poner de chupa de dómine a España y a los españoles, intentando crear una nueva leyenda negra en todos los lugares que visita y ante las escasas personas que se han prestado a escucharle.
Precisamente ha sido ahora, cuando el TS ha dado a conocer la sentencia por la que establece la culpabilidad de los líderes de la declaración de independencia y del referéndum ilegal que la precedió, el momento en el que aquellos hijos del trueno, que el separatismo extremo ha creado para crispar la situación y sustituir a aquellos fanáticos terroristas que integraron aquella banda criminal, Terra Lliure, o los del Exercit Popular Catalá que asesinaron al marqués de Bultó.
Estos nuevos imitadores de la ETA, los CDR, no parece que estén dispuestos a mantener la protesta pacífica y sin violencia de la que tanto se hablaba¸ antes bien, por lo que ha venido sucediendo en Barcelona y el resto de Cataluña estos últimos días de barbarie y destrozos, en los que parece que la Ley ha desaparecido de esta autonomía, para convertirla en una nueva en el Chicago de los años 20, donde las mafias y Al Capone se habían hecho dueños de la ciudad y las calles se convirtieron en lugares peligrosos para circular por ellas, mientras la anarquía reinaba en toda aquella insegura urbe americana.
Cuando un presidente de un organismo oficial, como es el caso de Quim Torra, presidente de la Generalitat, arenga a los ciudadanos catalanes para que incumplan las leyes, presionen al Estado, salgan a las calles a protestar y practiquen la desobediencia civil, eso sí “pacíficamente” y, este mismo señor, en un gesto de bipolaridad peligroso, demostrando un fanatismo rayano en la sicopatía, envía a los mossos de esquadra para que impidan que los ciudadanos hagan lo que el mismo, como inductor, les ha pedido que hicieran; deberemos pensar que Cataluña está en manos de un loco peligroso al que, las autoridades y los responsables del orden público, debieran de detener, acusarlo de instigar a cometer delito y enviarlo a que haga compañía a sus amigos, los condenados por el juicio del 1.O. en las cárceles catalanas.
Pero ¿qué es lo que ocurre en el Gobierno? Si debemos fiarnos de lo que una señora Carmen Calvo, con su habitual expresión inexpresiva, valga el oximorón, con una cara del material más duro que pueda existir en la lista de materiales duros, nos diga sobre lo que sucede en esta parte de España, cuando afirma que “lo que pasa en Cataluña no es preocupante” y que ya estaba previsto que sucediera y que, la normalidad reina en toda la región; uno, que pertenece a esta parte de la población catalana que se siente español de cabo a rabo, sólo puede pensar que esta señora no tiene idea de lo que sucede en esta parte de España o bien, que no le interesa asumir la responsabilidad que, como gobernantes, les cabe a los señores del gobierno en funciones, ante unos hechos tan preocupantes como los que ocurren en la Ciudad Condal. Si ya sabían lo que iba a suceder ¿cómo es que no lo han evitado y han permitido que Barcelona y otras ciudades de Cataluña, fueran ocupadas por los activistas que encendieron (¿dónde estaban los bomberos para apagarlos?), más de 150 hogueras para cortar la circulación, convirtiendo la ciudad catalana en un lugar intransitable?
Y, el señor Presidente, Pedro Sánchez ¿qué es lo que se trae entre manos, dejando que los acontecimientos discurran sin preocuparse más que de que, los centros oficiales, no puedan ser ocupados por los CDR? Muy fácil de entender, tenemos elecciones el día 10 del mes de noviembre y, aquellas estadísticas que elevaban el número de escaños que iban a conquistar los socialistas a más de 140 parece que, en virtud de los méritos que ha venido haciendo, a causa de que la previsiones económicas no son las que nos pintaba y que, con toda probabilidad, las promesas que ha ido haciendo a troche y moche, sin preocuparse de lo que iban a costar, le va a ser imposible poderlas cumplir y a que, los ciudadanos, se han enterado de que sobre sus espaldas van a tener que sufrir un aumento de la carga fiscal un 4’8% ( según el Plan Presupuestario 2020 que, el Gobierno español, remite a la Comisión Europea), superior al actual, cuando la que soportamos en la actualidad,( la señora ministra de Hacienda, nos dijo que los impuestos que soportábamos estaban en la línea de la media europea) resulta que está un 8% por encima de lo que pagan nuestros colegas de la UE.
Y volvemos al tema del famoso “diálogo” que nos intentan vender los separatistas y el actual gobierno en funciones, como si se tratase del elixir prodigioso capaz de arreglar un tema que ya llevamos años intentando recomponer y, sin embargo, se han tenido diálogos hasta el aburrimiento sin que nunca, ni una sola vez, hayan conseguido llegar al más mínimo acuerdo. Para que haya las condiciones para que un acuerdo se llegue a celebrar hace falta que, ambas partes, tengan algo que ceder para que la otra pueda, a su vez ceder. En el caso de la independencia de Cataluña de España, ni el gobierno de España puede ceder, debido a que la Constitución se lo impide y aún, en aquellos otros temas crematísticos que pudieran haber suavizado las tensiones, tampoco hayan tenido efecto debido a que los separatistas han puesto como condición si ne qua non la autogestión o independencia de Cataluña de España. No hay nada de qué hablar, ni diálogo alguno que, en estas condiciones, pueda llevar a unas conversaciones sobre esta materia, a un final feliz.
Mientras tanto, pese al optimismo de algunos sectores respecto a la solidez de nuestra economía, todas las noticas que se tienen respecto a inversión extranjera en Cataluña, la parte de España en la que más ha caído, y la confianza de los empresarios respecto al tema catalán es evidente que no ha cambiado desde aquella diáspora motivada por la inseguridad que motivó el intento de independizarse de Cataluña del 2017. El hecho es que, además de que no han regresado las más de 5.000 empresas que cambiaron su sede para trasladarla fuera de Cataluña; resulta que, en este pasado mes de septiembre, más de 360 empresas han seguido el ejemplo de aquellas, trasladándose a otras autonomías del resto de España.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que este “bluff” de que la reclamación de la independencia catalana se realizaba sin violencia, ha quedado enterrado para siempre y que las fotografías preocupantes de los incendios provocados por los terroristas urbanos de los CDR, como las que han publicado los principales periódicos catalanes, van a correr Europa y el resto del mundo como demostración de que, lo de Cataluña, ha sido manipulado por los soberanistas para crear, fuera de España, una imagen de lo que sucedía en ella completamente distorsionada. Sin embargo, no parece que el señor Sánchez piense apretarles las clavijas a Torra y compañía porque, por encima de todo y de España inclusive, ha puesto sus propios intereses y, entre ellos, está el conseguir un buen resultado en los próximos comicios y los votos que pueda obtener el PSC del señor Iceta los necesita como el agua de lluvia para alcanzar la mayoría. Antes de cerrar este comentario nos enteramos de que, el ministro Grande Marlaska, ha prohibido a los antidisturbios, que luchan contra los independentistas, que usen botes de humo y pelotas de goma contra los alborotadores. Sí, señores, el Gobierno ha empezado, como es su costumbre, a ceder ante el independentismo.
|