No me han dejado otra opción. Seis meses después me hacen ir a votar los mismos candidatos que ya se presentaron en las anteriores elecciones y fueron incapaces de ponerse de acuerdo primero, ni dimitir del cargo después de sus fracasos.
Si parto de la base que jamás voy a votar a derechas, y mucho menos a la ultraderecha, como voto útil solo me quedan las incoherencias de Pedro Sánchez y el mismo discurso de Pablo Iglesias, demasiado repetitivo, que ya huele a rancio y todo parece indicar que serán sus últimas elecciones antes de ceder el mando a Irene Montero.
En un breve análisis del debate, me ha hecho mucha gracia los nervios de un Albert Rivera que ha demostrado porqué todas las encuestas auguran que se va a pegar su mayor batacazo electoral, y cuya lógica también invita a pensar que también deberían ser sus últimas elecciones. La pregunta es si tendrá la dignidad de dimitir tras los resultados del 10-N, o seguirá presentándose y ahí tendrá que decidir su partido, fragmentado después de negarse a negociar con el PSOE, algo de lo que a buen seguro hoy todavía se debe estar arrepintiendo.
Parece que Pablo Casado subirá, básicamente porque hundir más al PP era llevarlo ya a su casi desaparición. Veremos a ver cuántos escaños consiguen, porque como la mejora no sea sustancial los barones de su partido querrán imponer otro candidato a golpe de dedo, viendo que ese invento de las primarias no les ha ido nada bien.
Y por último tenemos a Santiago Abascal, el que para mí ha sido el mejor del debate aún sin coincidir prácticamente en nada de su programa electoral. Pero sí parecía el que más creía en su programa, aunque muchas de las cosas que dice sean auténticas burradas, las decía con una convicción muy distinta a la del resto de candidatos, que más bien interpretaban su guión. Todo un peligro la actuación del líder de VOX, viendo la cantidad de indecisos que había antes del debate, y la más que previsible abstención de una tradicional izquierda que se quedará en casa.
En definitiva, que si no cambian mucho las cosas en los próximos días me alegraré al ver que las derechas no consigan sumar y, me temo, si consiguen hacerlo las izquierdas como en las anteriores elecciones difícilmente se podrán poner de acuerdo. Supuestamente para evitar eso ha llegado Íñigo Errejón, del que más que ayudar lo que va a terminar haciendo es fragmentar todavía más el voto de izquierdas.
Un alto porcentaje de voto en blanco es mejor manera de castigar a esta generación de políticos, porque la abstención será culpar después a los votantes. Mi gran duda es si el 11-N volvemos a estar en el mismo lugar y tenemos que acabar en unas terceras elecciones, ¿vamos a consentir que se presenten los mismos candidatos o empezaremos a salir a la calle a quejarnos con argumentos más que suficientes?
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