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Erradicar la pobreza: sensibilidad, compromiso y acción

Un esfuerzo personal de cambio que nos puede hacer sumarnos a resolver este problema en nuestro entorno cercano
Luis W. Sevilla
viernes, 18 de octubre de 2013, 07:27 h (CET)
Un esfuerzo personal de cambio que nos puede hacer sumarnos a resolver este problema en nuestro entorno cercano.

La pobreza es, en el estado de desarrollo económico actual de nuestra especie y civilización, un aspecto por completo innecesario y una consecuencia directa de la estructura económica y política. Es por tanto una mas de las consecuencias del capitalismo transformado de teoría económica en practica vital.


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La erradicación de la pobreza desde luego que sería alcanzable en apenas unos años si se convirtiera en una política de los paises más desarrollados. Pero esto no se puede dar puesto que el capitalismo se sostiene sobre ese desequilibrio fundamental en el que para que algunos vivamos muy bien muchos han de vivir muy mal (e incluso morir). Descartado por tanto para un plazo corto esta solución la única via que nos queda es una vía personal y más superficial.

Afrontar el combate (y la erradicación) de la pobreza es por tanto enfrentarnos al síntoma de una enfermedad mas profunda. Se puede hacer, y se puede ser eficaz, pero el origen del empobrecimiento de las personas se mantendrá intacto.

Sin embargo, de la misma manera que una aspirina no resuelve el problema pero ayuda a eliminar el dolor y nos hace vivir mejor, como sociedad podemos encarar la pobreza y combatir sus aspectos mas dolorosa y denigrantes: la perdida de salud, tanto física como mental. La falta de condiciones mínimas suficientes para tener una vida aceptable. La perdida de autoestima, de esperanza en el futuro o la soledad.

La forma de empezar a combatir eficazmente la pobreza es combatiendo en nuestro interior los dos aspectos-muro que la caracterizan: prejuicios e invisibilidad. Y ese combate tenemos que empezarlo solos, en nuestra intimidad. Desandar el camino por el que nuestra cultura de competición y distracción nos ha llevado, abrir los ojos y al mismo tiempo apretar los dientes ante esa realidad tan desoladora. Poner nuestra sensibilidad del lado del que la padece, hacer un poco nuestro su mal-estar y necesitar que sus problemas tengan pronta solución.

Trás derribar el muro que hace a nuestros pobres cercanos necesitamos un siguiente paso fundamental: comprometernos. Pasar del bando de los que contemplan, ya sea indiferentes, ya horrorizados, para unirnos al bando de los que actuan. Un compromiso también a solas, con nosotros mismos, de pasar a formar parte de la sociedad que actua, que hace suyos los problemas, y que actua para contribuir a resolverlos.

Y una vez preparados salir al exterior a actuar y llevarlo a cabo nuestra acción en grupo y sobre los más afectados. Las dos viejas máximas de una sociedad de iguales van a sernos una ayuda indispensable: la primera es el apoyo mutuo, en forma de grupos de acción concreta (ya sea elaborando y repartiendo comidas, sumándonos a la PAH mas cercana o colaborando con material escolar o acompañando a personas que lo necesitan). La segunda es de cada uno según su capacidad a cada uno según su necesidad: una forma de no medir el esfuerzo de dar sino identificar la oportunidad de hacerlo cerca de nuestro entorno, y aprovechar esas oportunidades para llegar a quien necesita esa ayuda.

Finalmente, para que ese esfuerzo y ese impulso no se pierda en la rutina o el pesar de nuestro día a dia, ponernos un objetivo: que durante este año próximo nuestro impacto sobre la pobreza de nuestro entorno sea medible y el próximo 17 de octubre, cuando se vuelva a celebrar el día internacional por la erradicación de la pobreza, no sea un día más en el calendario sino el primer aniversario de nuestra suma al esfuerzo de su desaparición.




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