Di Llobet y Z Vaquero lo han vuelto a hacer, han remozado un clásico, de esos “a priori” alejados de los gustos del público más joven, y, al llevar a cabo tal empresa, le han añadido una serie de ingredientes de lo más fascinadores. Sin ser en ningún momento infieles a la trama argumental de “Mio Cid”, han acoplado a tal base una serie de esos inanes rudimentos que condimentan el actual día a día, mas, al hacerlo, han otorgado al tiempo a estos un impensado fuste, pues al formar parte de la representación, quedando muy afinadamente entreverados, han sido elevados a muy otra dimensión y categoría. Whatsapp, Netflix, Amazon y demás fruslerías son mentadas a lo largo de la representación de manera muy pertinente, contribuyendo a incrementar la fruición del respetable, pues tales anacronismos, así manejados, son sin duda una pasarela de edificante posmodernidad que obra el milagro de que los infantes tomen la iniciativa de allegarse a esos libros recetados por los plúmbeos currículos educativos. Y, aparte de hacer guiños al mundo tecnológico-comunicativo contemporáneo de la manera más oportuna, en la obra se hacen otra serie de reseñas, nada gratuitas, de índole cívica, aprovechando pasajes que, residenciados en el Poema de referencia, no han sido remarcados suficientemente por la crítica, como son el entendimiento entre civilizaciones o el rechazo a la violencia de género.
Lo que hacen en Un pingüino producciones, se nos antoja harto profundo, no en vano, a decir de los propios actores-productores, dedican largo tiempo a darle vueltas a las esencias de las obras que adaptan en aras de otorgarles una nueva significación sin que durante tal trayecto se pierdan dichas bases conformadoras, las que las dotaron de tamaña perdurabilidad cronológica.
Los papeles (múltiples) que desempeñan Esther González, Isabel Di Llobet y David Z Vaquero son entrañables y encandiladores. Pese a la economía de medios rellenan el cojín escenográfico con sus respectivas improntas, dechado de talento y oficio. Asimismo, juegan con las nuevas lógicas teatrales: lo audiovisual, luminotécnico, la ruptura de la cuarta pared…
Se nota que disfrutan interpretando, y no es para menos cuando lo que se está representando es el producto de la devanación de los sesos residenciados en sus respectivos caletres de dramaturgos todoterreno. Si Menéndez Pidal resucitase y viera esta obra, no dudaría en irse de farra con tan traviesos y geniales cómicos.
Es la tercera obra a la que tengo el gusto de acudir de esta compañía y cada vez soy más afecto a sus miembros, ya que muchos de sus procedimientos me remiten a la niñez, a aquellos años ochenta en los que la televisión (y la vida) poseía impronta lúdico-pedagógica (“La Bola de Cristal” sería un ejemplo paladino), no entendida tal cosa en el sentido banal y anodino que señorea la tosca actualidad. Un Pingüino Producciones enseña y divierte a la manera horaciana, y lo hace brillantemente porque emplean toda su sensibilidad en entrever cómo conseguir llegar a los corazones de los espectadores, sobre todo de los más jóvenes.
El pasado 19 de noviembre acudí con mis alumnos de 3º de ESO y otros profesores del IES Sapere Aude a ver HASHTAG#CIDcampeador y salimos todos encantados.
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