Tierra, es única protagonista de nuestra vida, sino hubiese tierra lógicamente no existiéramos, su belleza y riqueza que posee es excepcional e invaluable, en ella se producen los deliciosos alimentos que diariamente saboreamos, todo lo natural es ideal para nuestro consumo cotidiano. Sin su estancia no existiera humanidad, plantas ni todo ser habitable en este mundo de gloria divina, Dios tuvo gran idea e inspiración por excelencia de crear Tierra, logrando tal hazaña en su primer día de excelentísima obra universal.
Así sucesivamente fue creando, con sublime diseño, todo lo existente en el Orbe, él nos regaló un mundo paradisíaco con la idea de que así fuera siempre, pero el hombre no ha sabido amar su hermosa Tierra, estrictamente se ha dado a la tarea de destruirla totalmente, con actitudes negativas y perjudiciales hacia nosotros mismos. Es lamentable el daño que le hemos hecho a “la madre Tierra”, agua, plantas y animales. Actualmente vivimos un calentamiento global progresivo, en poco tiempo sino actuamos como deberíamos hacerlo pronto dejaremos de respirar.
Este dolor provocado por el ser humano, cada día lo vivimos plenamente, estas acciones que hemos venido realizando en no cuidar con delicadeza lo que posee la índole, cada segundo vivido profundamente nos afecta con gran fuerza, hemos sido expertos en destruir las plantas preciosas que nos brindan respiración genuina, los animales silvestres son pocos los que quedan en los bosques, el agua ideal para consumo humano se ha reducido a su grado máximo, lo que abunda es agua contaminada, el aire genuino cada día se va agotando y silenciosamente de nosotros se está despidiendo.
Detenidamente se observa en las ciudades como rebalsan, por distintas calles, excesiva “mugre” que afecta en abundancia nuestra respiración, el aire y su exquisita fragancia diariamente se limita, porque muchos no practican el maravilloso hábito de ser aseado. Es sorprendente como seguimos destruyendo el suelo y todo lo que en él convive, debemos salvaguardar lo que nos inspira a vivir, seamos digno a cuidar la tierra y prudentes con lo que la naturaleza nos ha obsequiado, que ha sido de bendición para nuestra formidable existencia.
Cada época de la vida tiene un foco sobre el que orbitamos. La infancia, con papá y mamá abriéndonos el mundo; la adolescencia y los primeros amores, girando alrededor de aquellos que se ennoviaban y cómo los criticábamos hasta que nos tocaba a nosotros, que, como decía Lope “quien lo probó lo sabe”.
Obviedad inadvertida entre la hojarasca que se oculta en el fragor político de la rabiosa actualidad: aquellas personas que claman por el rearme jamás irán al frente de batalla. Los cuerpos que caerán en el lodo serán los de siempre, la clase que trabaja, la clase que cuida, los y las que nada tienen que perder salvo la vida misma.
Cuando estudiabas un antiguo poblado, entendías si sus habitantes tenían intención de volver y si era un abandono pacífico o bien si se iban de una manera violenta tras una guerra o invasión, dejando todo destruido atrás. Invasiones ha habido toda la vida, y la avaricia económica en forma de conquista, colonia o «inversión» hacen que casi todo valga, en nombre del medio ambiente.