El Golem Fest 2019 se encuentra en plena ebullición. Es sábado. Un poco antes del mediodía. València. En el hall del Complex Esportiu de la Petxina se arremolina el personal en torno a los puestos de libros o se acerca para hablar durante unos instantes con sus autores favoritos. La literatura fantástica, de misterio y la ciencia-ficción disfrutan de cuatro jornadas monográficas, organizadas por segundo año consecutivo por Susana Alfonso, Juan Miguel Aguilera y José Luis Rodríguez que, respectivamente, personifican los tres sectores por los que se mueve este género, es decir, la representación y gestión de eventos culturales, los autores y las librerías y los talleres literarios. Tres formas de entender la cultura que, aunadas, conducen a un evento tan formidable como este Golem Fest. Y, en medio de todo eso, me veo sentado junto a una escritora, la aragonesa Patricia Esteban Erlés, una maestra del género, que se ha acercado al festival para presentar su último libro de cuentos, ‘Manderley en venta’, editado por Páginas de Espuma, participar en varias charlas con otros autores y autoras y, además, impartir un taller sobre microrrelatos de terror. Antes de que todo eso comience, tengo la suerte de conversar con ella durante unos minutos. La grabadora, un verdadero misterio, hoy parece dispuesta a colaborar y no me va a dejar tirado como hizo recientemente. Me fío tanto de ella que, por si acaso, llevo dos. Así que, tal vez como consecuencia de esta mañana mágica, misteriosa, nublada, se ilumina el piloto rojo del rec y comenzamos a charlar.
Patricia, la editorial Páginas de Espuma, en su dossier de prensa, te define como «la dama negra del género fantástico español» y, de buenas a primeras, me encuentro con que esa dama negra es rubia.
[Risas] Pues mira, imagino que hasta en el propio personaje de la dama oscura hay contrastes, porque en la literatura fantástica para explicar la luz también ha de haber sombras. Es un apelativo precioso, aunque desmesurado, pero a mí me encanta porque me parece una etiqueta hecha para plasmar el tipo de cosas que me interesan. Me atrae pasearme por la oscuridad y me gusta mucho esa literatura que oculta algo sin mostrarlo. Todos tenemos muchos rincones inconfesables y secretos, en donde no permitiríamos entrar a nadie, excepto por sorpresa. Sería algo así como el gabinete de Barba Azul, al que se accede por usar la llave prohibida. Esta literatura me encanta, es la que me interesa como lectora y escritora.
¿Por qué escribe Patricia Esteban Erlés?
Yo pensaba que siempre habría tiempo para hacerlo y tenía miedo a sentarme a escribir, porque la página en blanco nos aterra a todos. Pero un día me planteé que, cuando muriera, iba a estar mucho tiempo sin hacerlo y comencé. Ahora voy por la vida escribiendo, incluso cuando no lo hago, pensando historias y encontrando personajes, porque hay algo en mí que los busca. Escribir es una forma de entender la vida.
¿Y por qué escogiste el género fantástico como territorio habitual para tus escritos?
El género fantástico significa libertad y lucidez. Puedes escribir sobre cualquier tema real, pero envolviéndolo con un ropaje que, a veces, puede despistar al lector que no esté muy atento. Considero que es la forma más adecuada para tratar la realidad, que siempre presenta fisuras y grietas por las que se cuelan cosas que no pueden ser contadas de otro modo. Este tipo de literatura permite formular críticas de tu propio tiempo, de los problemas de la sociedad y de los seres humanos. Y lo hace de forma envolvente, cargado de símbolos y representaciones. En la literatura fantástica es posible incorporar personajes que no existen en el mundo real y hablar sobre él desde el ángulo del horror, algo que resulta muy incisivo.
Trabajas tanto el cuento como la novela, ¿te sientes particularmente más cómoda en alguno de ellos?
Me gusta mucho la narrativa bajo cualquier forma, incluso el ensayo novelado. Me interesan tanto el cuento como la novela y escribo columnas donde también relato historias. Soy una apasionada lectora de cuentos. Me cautivan las piezas cortas que te lo cuentan todo. Como escritora me ha sucedido que una historia, nacida como narración corta, de alguna manera derivó hacia una novela. Cuando la literatura elige el tipo de obra que vas a escribir, eso también es magia.
‘Manderley en venta’ es una colección de cuentos ya publicados hace algún tiempo, a la que has incorporado relatos nuevos. Al enfrentarte ahora con ellos bajo el peso de la distancia, ¿cómo te has visto?
Este libro de cuentos tiene once años y en su día ganó un concurso. Al abordar de nuevo su lectura, la primera impresión fue de pánico ante la perspectiva de leerme a mí misma después del tiempo transcurrido. Como personas y como escritores cambiamos en todos los aspectos de la vida y me daba miedo de que el libro me devolviese una imagen que no era la que yo tengo ahora mismo de mí. Sin embargo, al leerlos, me di cuenta de que la escritora que yo quería ser ya estaba ahí y que el cuerpo coherente que tenía entonces el libro se mantenía. Lo único que he hecho ha sido podarlo un poco e incluir algunos cuentos, premiados también en otro concurso, que pensaba que encajarían bien aquí.
Supongo que algún cuento se quedó sin ser incluido en el libro, ¿cómo se ha tomado su no inclusión?
Bueno, hablé con ellos y les dejé claro que no era decisión suya sino mía. En concreto, había dos relatos que tenían un tono muy poético. Uno, basado en un cuadro de Chagall, que temáticamente encajaba, pero estilísticamente no. El otro tampoco lo incluí por ese mismo motivo. Ambos eran demasiado oníricos para las tramas urbanas y domésticas que respira el volumen de ‘Manderley en venta’.
Excepto un par de cuentos, escritos en tercera persona, el resto se narra en primera, ¿cada cuento impone su voz o la eliges tú?
La propia historia me la impone a través del ángulo en el que me quiero situar. Los escritos en tercera persona tienen una textura de documental y había que contarlos mediante una voz externa, que no estuviera implicada en la narración. Los demás están contados por voces interesadas, siempre buscando enfoques que permitan reflejar las miserias del ser humano en cada caso. ‘Manderley en venta’, has escogido un título que alude a la casa de Rebecca, el conocido film de Hitchcock.
Sí, tengo una relación estrecha, obsesiva y muy antigua con Rebecca. Es la primera película que recuerdo haber visto. Seguro que hubo otras antes, pero para mí esa fue la primera. La vi en ‘La clave’, aquel programa de debate que presentaba José Luis Balbín. Yo aún era muy pequeña, pero ya intuí la relación insana que existía entre aquella lujosa mansión, una casa de ensueño en Cornualles, y la mujer que iba a vivir allí y que se sentía como una intrusa entre sus paredes. El tema de la fantasmalidad del espacio, que recuerda y solo admite a una habitante, estaba ahí y yo, que procedo de una familia numerosa, me di cuenta de que, de alguna manera, el espacio da poder y Rebecca seguía poseyéndolo incluso después de muerta.
¿Las casas que aparecen en los cuentos hay que considerarlas como meros escenarios o como casas-personaje?
Siempre hay que tomarlas como casas-personaje. Nunca he sido de la opinión de que en el cuento ha de haber un conflicto con desenlace. Defiendo que hay cuentos que solo son atmósferas en las que da igual lo que pueda ocurrir. De alguna manera, el espacio influye tanto en lo que le sucede al protagonista que deja de ser un escenario y, si hay conflicto, se convierte en una parte del mismo. Me resulta de gran ayuda centrarme en esas atmósferas y en el espacio y, a partir de ahí, contagiar una determinada sensación al personaje, que puede ser una inquietud, una zozobra o una tristeza, depende del caso. Por lo tanto, la casa ha de constituir una parte más del relato y para mí nada insignificante sin duda.
En consecuencia, estas casas condicionan la existencia de las personas que las habitan.
Sí, desde que vi Rebecca es algo que se me ha quedado dentro. Las casas dan mucha información. En la vida real, son como una especie de tráiler de la gente que vive dentro. Las escritoras Cristina Fernández Cubas, Shirley Jackson y Daphne du Maurier han trabajado muy bien este aspecto y recuerdo la importancia que ellas le otorgan a la casa. A veces incluso obvian la descripción del personaje, pero te explican cómo ha pintado las paredes o cómo es la tetera que usa.
Los retratos como el de la tía Monsita, protagonista del cuento ‘Historia de una breve alma en pena’, producen miedo o desasosiego, ¿cada retrato colgado en una pared esconde una historia?
Absolutamente. El retrato de ‘Historia de una breve alma en pena’ pertenece a una tía mía, que murió a los siete años. Es la imagen coloreada de una niña muerta, atrapada en ese cuadro, que encierra la historia de la ruina de una familia, porque marcó a mis abuelos y a sus hermanos… Monsita dejó un montón de objetos vacíos y muchas cosas por contar. Siempre que voy al cementerio me pregunto qué historias se esconden detrás de cada lápida y cuántas de ellas se han quedado sin ser narradas.
Algunos escritores tienen miedo a que les crezcan protuberancias en el cuerpo, es algo que se transluce de sus relatos. En tu cuento ‘La más bella del baile’ sucede lo mismo. ¿Qué fantasía se oculta detrás de esta preocupación?
Creo que el tema de la monstruosidad, entendida en un sentido muy amplio, de la metamorfosis, de la mutilación, del envejecimiento y de la pérdida de la apariencia que tradicionalmente tenemos, en la que nos sentimos cómodos y pensamos que durará para siempre, nos interesa mucho a los seres humanos. Desde el punto de vista casi feminista, he escrito un montón de cuentos en los que la apariencia física deja de pertenecerte y puede cambiar en un momento dado. A nivel de escritura, esa monstruosidad y esa metamorfosis junto con la transformación sobrevenida, a la que no encontramos explicación, son muy rentables.
En la última página de ‘Manderley en venta’ encontramos una referencia a la muerte de Shirley Jackson, ¿qué significa esta escritora en tu trayectoria literaria?
Shirley Jackson apareció en un momento en el que yo ya había tanteado el tema de la casa como algo vital. Surgió después de que publicase ‘Casa de muñecas’. Un profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona me dejó ‘Siempre hemos vivido en el castillo’. A partir de ahí me interesé por todo lo que se había publicado de ella en castellano y lo leí. Me di cuenta de que había una filosofía muy coherente del espacio, desde el punto de vista de una escritora que vive enjaulada en un territorio doméstico. Shirley tenía familia numerosa, era un ama de casa convencional y escribía cuando podía. Me pareció importante estudiar los lugares por los que transitaba. En ‘Siempre hemos vivido en un castillo’ sitúa la acción en un castillo casi de cuento tradicional, pero luego es capaz de contar una historia que transcurre en su casa de Nueva Inglaterra, dándole siempre una lectura fantástica que no pierde la visión crítica de la realidad.
Como he señalado al principio, Patricia Esteban Erlés participa en el Golem Fest 2019. ¿Te interesan este tipo de eventos?
Claro. Es un reconocimiento venir a un lugar dedicado con tanto entusiasmo y calidad a una literatura considerada menor. Gracias al Golem, al género fantástico se le otorga la categoría que en verdad merece. Es un honor estar aquí y participar en charlas, entrar en contacto con los lectores y asistir a otras actividades programadas.
Terminamos por hoy. ¿Hacia dónde se encaminan tus futuros proyectos literarios?
Tengo dos proyectos, el uno ha atropellado al otro. Estaba inmersa en una novela de tintes más bien realistas, basada en un hecho real revisitado, casi un true crime, que trata de la desaparición de una niña, pero se me ha cruzado otro libro de relatos, en el que doy vueltas a cuentos tradicionales mediante actualizaciones y otros aspectos técnicos, como el punto de vista del narrador o el desarrollo psicológico de los personajes.
Y me resisto a terminar esta entrevista sin reproducir el texto de Jorge Luis Borges incluido entre las citas iniciales de ‘Manderley en venta’: «De pronto recordé que Haydée Lange había muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo sabía. No sentí miedo; sentí que era imposible y quizá descortés revelarle que era un fantasma, un hermoso fantasma».
|