El modelo de producción dominante en el mundo se enfoca aún en el consumo a corto plazo: producir, usar y tirar. Sin embargo, las consecuencias del cambio climático ya están impulsando un nuevo patrón sostenible: la economía circular.
Este nuevo modelo apuesta por reducir, reusar y reciclar. Aunque son muchas las empresas que están integrándolo en sus procesos de producción, el modelo económico lineal sigue muy presente entre las compañías a nivel mundial. De acuerdo con las estimaciones de Circle Economy nuestro mundo es sólo un 9% circular y la tendencia es desfavorable: la brecha de circularidad no se está cerrando.
En el entorno natural los recursos se aprovechan de forma continua, todos los elementos cumplen una función, que puede variar o no a lo largo de diferentes etapas, de modo que no se generan residuos. Este modelo cíclico es el que las empresas deben emular, aplicando una economía circular en sus procesos y logrando el mayor aprovechamiento posible de los recursos. Para que este patrón se haga efectivo y las empresas logren evitar la generación de residuos, deben utilizar materiales biodegradables y materiales eco-friendly. Los primeros tienen la capacidad de reintegrarse en la naturaleza, mientras que los segundos pueden reincorporarse al ciclo de producción y formar parte de una nueva pieza o producto.
Según los últimos datos publicados por la Fundación Cotec, España ha pasado de una tasa de circularidad del 10,4% en el 2010 al 7,6% en el 2015, alcanzando su valor más bajo, muy lejos del 11,7% de la Unión Europea. Algunos de los factores que pueden estar provocando esta ralentización son la falta de información acerca de las ventajas de una gestión más eficiente de los recursos, las trabas administrativas, las dificultades de financiación o los costes asociados a la modificación de los procesos de producción.
Las empresas que quieran proyectarse al futuro tendrán que integrar el patrón de economía circular ya que los consumidores valoran cada vez más el impacto medioambiental de las compañías y lo tienen muy en cuenta a la hora de tomar sus decisiones de compra. La economía circular, al igual que otros parámetros de la responsabilidad social corporativa, supone un pilar fundamental en las estrategias de competitividad a largo plazo.
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