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Iñaki Azkuna, el Alcalde

Fue la demostración fehaciente de que incluso en una democracia con tantas imperfecciones como la nuestra, es posible la política con mayúsculas
Nicolás de Miguel
viernes, 21 de marzo de 2014, 07:34 h (CET)
Leo que Iñaki Azkuna, Alcalde de Bilbao, ha fallecido. Los últimos años no han dado tregua al señor Azkuna, donde en lo personal ha superado las más adversas vicisitudes. Luchando hasta el final. Porque el hasta hace unas horas infatigable alcade de la capital vizcaína, será por siempre un ejemplo, no solo de superación personal. Fué y será un ejemplo para los políticos de este país, entre otras cosas, porque en su persona confluyeron el carisma y el liderazgo natural.

Un ejemplo para tanta cheerleader de partido, incapaz de hacer y proponer políticas por encima de sus respectivas siglas. Modelo para todo aquel que huye de dogmas y sectarismos. Con criterio, culto, europeo, representó al mandatario que piensa y gobierna para los ciudadanos bajo su bastón de mando y no solo de una parte. Bilbaíno de pro, este durangotarra heterodoxo y lúcido, Azkuna, Alcalde Bilbao, ha sido primer edil desde hace tres lustros.

Años que han llevado al Bocho por la senda de una transformación en su imagen interior y exterior que la mayoría de bilbaínos agradecen. El doctor Azkuna, que militaba en un partido con cuyo ideario comulganos muy poco, fué sin embargo, la demostración fehaciente de que incluso en una democracia con tantas imperfecciones como la nuestra, es posible la política con mayúsculas. Con sus luces y sombras, como toda persona, en el señor Azkuna las primeras apabullaron a las segundas. Todo nuestro respeto pues para Iñaki Azkuna, Alcalde de Bilbao.

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Incapaz para valorar el “reality” geopolítico que nos invade, me inclino por reflexionar acerca de cuestiones más permanentes. Y se me ocurre que no es baladí la cuestión relativa a la oposición entre altruismo y egoísmo. No se trata de una disputa cotidiana ni explícita, pero está ahí, en segundo plano, alimentando, de manera subrepticia y subconsciente, la infraestructura de nuestro pensamiento y condicionando, por ende, el mecanismo de la ideología.

Las primeras impresiones no siempre son las más fidedignas, aunque tampoco conviene desdeñarlas sin más; estamos acostumbrados a los descubrimientos sorprendentes y equívocos. Nos encontramos en esa tesitura al confrontar la capacidad de poder elegir, con la libertad y el aprovechamiento de las decisiones derivadas.

Las razones obscenas, fundadas en valores corrompidos, destruyen la libertad, y aplauden y enaltecen a innumerables criminales, prevaricadores, insurgentes y mentecatos. España está borracha, y desde su Gobierno quiere transmitir una falsa y condenable alegría que nos llevará a la autodestrucción. 

 
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