No voy a repetir que me introduje en la vida política por pura carambola, pues
ya he narrado en libros y columnas tal hecho.
Pues bien, por dicha carambola viví el día 15 de junio de 1977 como candidato
por UCD a las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador y que, por
una serie de circunstancias, se convirtieron en Constituyentes a pesar de que no estaba
previsto en el guión; pero en fin, ocupé un puesto de salida, el tres, y tras vivir, junto a
gran parte de la ciudadanía la fiesta de la democracia, aquella candidatura obtuvo tres
diputados que, junto a cuatro del PSOE y uno del PCE, fuimos ocho ciudadanos
residentes en esta ciudad, Málaga, que todo lo acoge y todo lo silencia, los que durante
un par de años vivimos a caballo entre Madrid y Málaga para ir viendo y votando, de
primera mano, la que después se llamó la Constitución del consenso, tan discutida en la
actualidad.
Fue en la mañana del 16 de junio cuando sonó el teléfono de casa; mi hija
recogió la llamada, me miró y dijo: “Papá, dice que es el Presidente del Gobierno”.
Sonreí y pensé que era una broma de alguien; una voz femenina me anunció que me iba
a hablar Adolfo Suárez. Y así fue. Me dio la enhorabuena por haber obtenido un
escaño, habló unos minutos para decirme que nos esperaba una gran labor en beneficio
de España y se despidió diciendo que ya tendría noticias de él; creo que hasta ese
momento no había tomado conciencia del “lío” en que me había metido.
UCD, en aquellas primeras elecciones, asistía a las citadas elecciones como un
conjunto de pequeños partidos de corte democristiano, liberal y socialdemócrata, más
un conjunto de personas “independientes”; en la papeleta del voto, bajo mi nombre
aparecía el maravilloso término de independiente, a pesar, creo que el actual alcalde de
Málaga, Francisco de la Torre, primero de la lista me insistiera en que fuese bajo el
paraguas socialdemócrata.
Próximo el verano, Leopoldo Calvo Sotelo nos pidió por escrito el lugar de
residencia. Leía en la prensa que Suárez iba llamando al Palacete de la Moncloa a las
distintas “familias” de UCD; un día, en ese lugar “donde el viento silba nácar”, una
pareja de la Guardia Civil me entregó un telegrama de citación del Presidente del
Gobierno para asistir a La Moncloa; bien, había llegado el momento de los llamados
“independientes”.
Ellos, los “independientes” se conocían todos y yo, era un extraño mientras
Suárez iba estrechando, uno a uno, las manos de todos y, de paso, les daba un fuerte
abrazo. Cuando llegó a mí se quedó mirándome y me preguntó quién era; con cierto
sonrojo balbuceé mi nombre y apellidos, me dio un fuerte estrechón de manos y me
dijo: “tenemos que hablar para conocernos”.
Aquellos “independientes” eran hombres de confianza de Rodolfo Martín
Villa, y un servidor un desconocido enseñante de primaria.
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