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Sé que tengo una deuda con mis lectores porque en el año 2019, con motivo del recuerdo de la nefasta fecha del 23 de febrero de 1981, escribí un artículo rememorando algunos momentos dramáticos que me tocó vivir cuando el teniente coronel Antonio Tejero entró en el Congreso de los Diputados, revolver en mano y ordenando que todos nos tirásemos al suelo mientras resonaban los disparos de las metralletas.
La transición española fue un proceso histórico que permitió el paso sin traumas de una dictadura a una democracia. Sin embargo, en los últimos años, los partidos nacionalistas y la izquierda radical, han cuestionado la legitimidad de este proceso, acusándolo de ser una farsa o una traición. Estos intentos de deslegitimar el espíritu de la transición se basan en argumentos falaces, sesgados, incompletos o tergiversados.
Si se preguntara a las nuevas generaciones por quiénes hicieron posible la transición a la democracia, en España, ¿cuántas personas darían una respuesta que se aproximase a la realidad? Me temo que muy pocas, y seguramente, algunas de las respuestas que se recibieran, harían que nos sonrojásemos al comprobar el alto grado de confusión y desconocimiento.
“Tenemos que cumplir el programa y no vivir en un permanente estado preelectoral. Así no se puede gobernar”, me decía en la Moncloa el presidente Adolfo Suárez en el invierno de 1978. Eran aquellos tiempos —en los que como ahora— todo valía para desalojar al presidente de la Moncloa. Alfonso Guerra fue el político más vejatorio hacia su persona llegando a llamarle "tahúr del Mississippi".
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