La Asociación para la defensa de los Valores de la Transición organizó ayer un Acto de homenaje a Adolfo Suárez con motivo del primer aniversario de su muerte. A él se sumaron La Asociación de Ex Diputados y Ex Senadores de las Cortes Españolas, La Fundación Emprendedores, La Fundación Transición Española, y la Fundación Diario Madrid.
En principio, se había previsto que el homenaje se celebrara en el Congreso de los Diputados y se contaba con la conformidad de su Presidente para presidirlo. Pero, “Por motivos ajenos a los organizadores”, decía el eufemismo, el acto tuvo lugar en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, que depende de la Vicepresidencia del Gobierno y se aloja en el antiguo Palacio de Godoy. El motivo del cambio de lugar fue, según expresión de un periodista, la infausta coincidencia de dos circunstancias: No se puede homenajear a Suárez sin que se cruce su hijo (que parece intervino). Y el modo en que la tercera autoridad del Estado ejerce la autoridad (aceptando el cambio).
Con ello, el homenaje previsto se convirtió en un acto más íntimo, con la intervención del Teniente General Andrés Casinello (que dirigía los Servicios Secretos durante la Transición y el Servicio de Información de la Guardia Civil durante el 23-F), del diplomático Alberto Aza (Director del Gabinete del Presidente Suárez) y del periodista Fernando Ónega (Jefe de Prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez).
Allí estuvieron algunos de los familiares de Suárez (Hermanos Ricardo y José María, cuñado Aurelio Delgado, yerno Fernando Romero, varios nietos con Alejandra Romero al frente como actual duquesa de Suárez), parte de sus colaboradores más directos (los ex ministros Martín Villa, Calvo Ortega, González Seara y Sancho Rof, la ex diputada y ex senadora Carmela García Moreno, el ex diputado Abel Cádiz, el ex subsecretario Juan Díez Nicolás, el fidelísimo José Ramón Caso, Emilio Contreras…) y un público variado con un ex ministro de Leopoldo Calvo Sotelo (Federico Mayor Zaragoza) y dos afiliados de Ciudadanos.
Dirigido por Ónega, que haría de maestro de ceremonias y que como periodista buscaría el interés, el acto, tras la salutación, empezó con la lectura, entrañable, de unas notas del Teniente General: “Inestable equilibrio entre autoridad y libertad. Azorado por el futuro. Audacia siguiendo los vericuetos de la dictadura. No sé de su ideología, si es que tuviera alguna. Hombre apropiado para el momento oportuno. Hizo la paz cuando todos parecían confabulados para que saltara en pedazos. Hubo momentos de todo, pero yo siempre le vi sereno. Fue camino y artífice con un gobierno de penenes que demostró ser el más eficaz de la historia. Yo me hundo en los recuerdos”.
La emoción del lúcido general (88 años) debió ceder a la pregunta de Ónega sobre el momento culminante de la presidencia de Suarez. “Cuando logró la Ley de la Reforma Política”, respondió, y, militar, relató la anécdota de cómo el almirante Nieto Antúnez se fue de una votación para guardar intactas lealtades.
Después Aza habló de: Maniobras políticas a la antigua. Y de su entrevista en catalán con Tarradellas, un hombre que, casado con la hija de Macia, rezumaba sencillez y bonhomía, trataba a un teniente coronel como si fuera un embajador y quería una Generalitat como confluencia de las Diputaciones Provinciales.
A continuación, Ónega, periodista, en fuego cruzado y amigo frente a los compañeros de mesa y de vivencias, ahondó en algunos temas:
- El Estado que quería hacer Suárez, que explicó Aza: Democrático, con contenido social, asentando una monarquía parlamentaria y con unos esquemas elementales muy puros sobre Forma de Estado, Forma Política y Contenidos mínimos.
- La legalización del PC:
De la que informó Casinello: “Había soldadura entre el Rey y Adolfo”. El Rey lo sabía todo, no sé si lo impulsó. “El peso lo llevó Martín Villa, que está sentado ahí”. “A todos nos supuso un desgarro, y lo hicimos porque había que hacerlo”. “Mi misión era saber, medir y contar”. Esmero en apartar al Rey (de la legalización del PC), aunque ahora el Rey quiera protagonismo.
Sobre la que habló Aza: Desde Estoril a Zarzuela se mandaron cables al PC..., “¿Protección al Rey? Protegido no quiere decir desinformado”.
Y donde apareció una tesis particular de Ónega sobre la posición del Rey frente a Carrillo “Usted me garantiza la coronación y yo hago que legalicen el PC”.
- Las relaciones entre el PSOE y la UCD, sobre las que Casinello tenía información: EL PSOE no quería entrar en el Registro de Partidos Políticos que hay en el Ministerio del Interior y se le avisó de la posibilidad de crear otro Partido Socialista desde el Gobierno. Contactos con Felipe González y Alfonso Guerra, uno de ellos “en la sede clandestina del PSOE cerca de Cuatro Caminos” para que Felipe, mohíno, llamara a Suárez. Había poses escénicas, pero también voluntad de entendimiento.
- Los Pactos de la Moncloa, relatados hábilmente por el diplomático Aza: Conseguida la participación de todos a las 12 de la noche. Una vez resuelta la cuestión política, había que entrar en la cuestión económica inventándose y fabricando los interlocutores sociales (sindicatos y empresarios), procurando crear imagen en el exterior y con Suárez evitando la confrontación.
- El ruido de sables durante la transición, que refutó Casinello con la frase “No estoy de acuerdo con que hubiera ruido de sable. Los que hablaban de ruido de sables hacían más ruido que los sables”.
- Evolución de las Autonomías, que respondió Aza con un “probablemente Suárez no estuviera conforme”.
- Relaciones con el Rey Juan Carlos: Que quedaron prístinas en una frase de Suárez “Los éxitos se los apunta la monarquía, los fracasos el Gobierno. Esa es nuestra misión”. Y que fueron correspondidas cuando, al comienzo de la enfermedad de Suárez, llegaban a la Zarzuela “papeles sin firmar” diciendo que “Suárez estaba loco para encerrar”.
- Las declaraciones de Podemos y Caballero Bonald sobre la transición, que merecieron dos respuestas: Una de Casinello, “Mi primer pensamiento no lo puedo expresar”. Otra de Alberto Aza, “Yo les perdonaría, por ignorantes”.
Terminó el acto con una frase del que fuera Jefe de Prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez:
“Suárez fue nuestro último héroe nacional”
En la calle lloviznaba y el agua resbalaba sobre los paraguas. En los cerebros de los asistentes, una vez más, con el sentimiento, había calado el convencimiento de haber vivido un momento histórico: el primer aniversario de la muerte del artífice de la Transición Española.
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