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​Monarquía por democracia

“Brindo por el pueblo español, esperando que tenga unos dirigentes mejores que los que actualmente posee”. Adolfo Suárez. Ex Presidente del Gobierno de España. Mensaje de Navidad de 1980
César Valdeolmillos
sábado, 19 de septiembre de 2015, 08:17 h (CET)

“Tenemos que cumplir el programa y no vivir en un permanente estado preelectoral. Así no se puede gobernar”, me decía en la Moncloa el presidente Adolfo Suárez en el invierno de 1978. Eran aquellos tiempos —en los que como ahora— todo valía para desalojar al presidente de la Moncloa. Alfonso Guerra fue el político más vejatorio hacia su persona llegando a llamarle "tahúr del Mississippi".

Y sin embargo, a pesar de los ataques, desprecios y vejaciones que sufrió de propios y adversarios, Adolfo Suárez fue el hombre que logró la concordia entre los españoles en uno de los momentos más delicados de nuestra historia. Él sería la persona que ahora nos haría falta para salir de la situación de la que los políticos actuales están sometiendo a España.

La historia tiene páginas que se convierten en iconos y otras, que en el más absoluto silencio, guardan celosamente la razón del porqué de muchos de los hechos que mueven y transforman a los pueblos.

En uno de los diversos momentos que tuve la fortuna de compartir con el que fue el mejor presidente de la historia de la democracia española, le mostré mi preocupación acerca de las implicaciones y consecuencias que podría ocasionar el hecho de incluir en el texto constitucional el término “nacionalidades”. “Ese es un concepto incluido sentimentalmente por las minorías catalana y vasca a cambio de apoyar la institución monárquica”, me respondió haciendo un gesto con el que quería darme a entender que para lograr una Constitución de consenso, era necesario hacer concesiones. “Mi mayor preocupación como Presidente del Gobierno —añadió— es lograr que las diferentes tendencias políticas, se encuentren legitimadas y para ello hay que cambiar la dialéctica. Monarquía por democracia”.

La consecuencia de esta actitud hizo posible que Felipe González y Santiago Carrillo abandonasen la idea de la ruptura y comenzaran a decir que la democracia la había forjado el Rey.

Ni mucho menos estaba en el ánimo de Adolfo Suárez la concepción egoísta e insolidaria que de las autonomías tienen hoy los partidos nacionalistas. Buena prueba de ello es la reflexión que hizo en voz alta cuando dijo: “Las autonomías tienen que ir dirigidas a equilibrar las desigualdades existentes entre las distintas regiones”.

Como corolario de esta pequeña parte de nuestra historia que les acabo de revelar, y que viene a cuento de las tensiones a que está siendo sometida la sociedad española por algunos políticos miopes, ignorantes, mentirosos y oportunistas, me quedo con una frase del hombre que abrió el camino que nos ha conducido a vivir el período más largo en nuestra historia, de paz, concordia y prosperidad. Una frase que deberían tener muy presente todos aquellos sobre quienes recae la responsabilidad de gobernar: “Quienes alcanzan el poder con demagogia, terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro”.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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