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La pena de muerte: el terror irreversible

Legitimar una acción por el sentimiento de venganza ha sido el origen de mucho dolor y muchas muertes en la historia de la humanidad
Cude
viernes, 30 de mayo de 2014, 07:39 h (CET)
La vida de David Gale es una película surgida en Estados Unidos durante el año 2003 y trata el tema de la pena de muerte. David Gale fue un profesor de filosofía, conocido popularmente por su posición abolicionista respecto la pena de muerte. Él defendía en diversas tertulias que esta práctica debía ser eliminada, y con múltiples argumentos quería convencer a los partidarios de la pena de muerte. Más adelante, al ver que los argumentos eran inútiles, pasó de la retórica a la acción. De este modo, una amiga suya que estaba en fase terminal, debido a una enfermedad, ofreció su soporte para un plan que consistía en grabar un vídeo que mostrara que David Gale había asesinado a su amiga, a pesar de que en realidad esa muerte respondía a un acto de suicidio.

David Gale sabía que lo condenarían a muerte. Sin embargo, él quería demostrar que la pena de muerte es irreversible, y que por lo tanto, un pequeño error en el juicio significaba acabar con la vida de una persona inocente. Y así fue, David Gale fue ejecutado como supuesto asesino de su amiga. Más tarde, se descubrió la historia real y la vida de David Gale fue recordada como un argumento abolicionista de la pena de muerte.

En primer lugar, la pena de muerte no está justificada porque puede provocar y ha provocado la muerte de personas inocentes. Antes de desarrollar este tema, cabe explicitar que el error humano existe y forma parte de la vida. A veces se cometen errores aunque parezca que hayan pruebas concluyentes y definitivas, como por ejemplo en el caso de David Gale. El problema de cometer un error al juzgar a una persona y condenarla a la pena de muerte es que la pena es irreversible. Y es que, no se suele tener la certeza absoluta de que ante un caso determinado una persona es culpable, y ante el silogismo de la vida o la muerte se debería tener la certeza del 100%. Por lo tanto, la pena de muerte no está justificada, porque es una pena irreversible, y porque puede producir grandes injusticias como finalizar con la vida de una persona inocente.

En segundo lugar, la pena de muerte no es una solución real al problema de las víctimas ni al de su entorno, ya que lógicamente no es una medida que haga resucitar a las personas. En otras palabras, el deseo de las familias sería recuperar a sus seres queridos y la pena de muerte no permite conseguir ese objetivo. Así, es una medida que crea más terror, más destrozas, más muertes, y en definitiva, duplica el mal pero no lo minimiza.

Finalmente, la pena de muerte responde a la siguiente filosofía: ojo por ojo, diente por diente, vida por vida. En este sentido, justificar la pena de muerte es legitimar las acciones que son producto de la venganza, siendo una postura bastante peligrosa. Por ejemplo, en muchas ocasiones el fenómeno de las guerras se ha retroalimentado de este tipo de lógica; es decir, legitimar el sentimiento de venganza ha sido el origen de mucho dolor y muchas muertes en la historia de la humanidad. De este modo, hay que rechazar la venganza como forma de actuación, y por lo tanto, hay que oponerse a la pena de muerte.

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