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La felicidad conyugal, de Leon Tolstói

Bellísima novela que reflexiona sobre el amor y el matrimonio desde el punto de vista femenino
Ana Alejandre
miércoles, 20 de agosto de 2014, 09:56 h (CET)
Releer siempre es un placer, especialmente a los clásicos de la literatura universal que, muchas veces, permanecen en un injusto olvido, porque la atención lectora se proyecta sobre las múltiples novedades editoriales que llenan las librerías y los temibles best-seller que se convierten en libros leídos compulsivamente, aunque sean de dudosa calidad literaria, eclipsando las obras de autores que, a pesar del tiempo transcurrido, son de lectura imprescindible para el recreo del espíritu y el goce lector del verdadero amante de la buena literatura.

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Una de estas obras es La felicidad conyugal, de León Tolstói (Acantilado, 2012), primera de sus novelas que tiene como protagonista a una mujer. Escrita en 1859,recién llegado del Cáucaso, donde había combatido al lado de su hermano Nikolái, en la guerra de Crimea. La escribió tres años antes de contraer matrimonio con Sonia Andreyevna Bers, hija de un medico moscovita, con la que formó una gran familia ya que tuvieron trece hijos. Su matrimonio parece ser el trasunto de la pareja que protagoniza esa obra, pues está compuesta por un hombre maduro y una mujer que aún no ha abandonado la adolescencia.

La novela narra la historia de amor entre Serguéi Mijáilich y Máshenka y en esta obra Tolstói escribe, mientras dura el noviazgo con su futura esposa, lo que le va sugiriendo que será su vida matrimonial, en una especie de anticipación de lo que será su futuro al lado de su novia, Sofía, a la que convierte en Máshenka, en un juego imaginativo poderoso que pone de manifiesto una de las obsesiones más recurrentes de este genial escritor como es la de tratar de diseccionar, analizar y descubrir los entresijos del alma humana, de la psicología de cada persona, y narrarlo pero siempre desde un tono realista riguroso, en el que plasmaba los claroscuros de la mente humana sin ningún tipo de autocensura.

Así, en esa actividad creadora, no sólo iba creando una historia, sino también intentando analizar y prever cuál sería su propio futuro matrimonial, a través de una narración de ficción, en la voz de la propia protagonista que es la única narradora que va describiendo sus propios sentimientos a lo largo del transcurso de la larga vida matrimonial, en la que se enfrentan dos personas con sus propias idiosincrasias, caracteres y circunstancias vitales tan diferentes: por un lado, el hombre maduro que viene al matrimonio con una pesada carga de experiencia vital y el consiguiente desengaño; por el otro, la joven inexperta, deseosa de conocer y vivir los placeres mundanos, para lo cual siente que su marido es el principal obstáculo, el impedimento mayor y su carcelero, lo que hace que la relación se enfríe y agriete. Siente que ha pasado de ser la mujer amada, a la mujer dominada, vencida por los años y la larga convivencia y sólo encuentran un punto de unión y de acercamiento a través de los numerosos hijos.

Es destacable en esta obra en la que aparece de nuevo reflejada la visión que sobre la mujer tenía Tolstói, a la que le da un papel redentor y salvador de la Humanidad -aún a costa de su sacrificio personal-, por lo que la voz dominante se la da a la protagonista que es quien va contando la verdad de sus sentimientos, de su vida en común, con los claroscuros y el desengaño que toda relación sentimental conlleva después de muchos años de convivencia. Otro cariz novedoso de esta novela es que el autor crea el clima, la atmósfera narrativa, pero sin desvelar la totalidad del contenido emocional de la narradora, en una invitación implícita al lector para que adivine la verdad que permanece oculta en el corazón de la protagonista.

A partir de esta novela, en la obra de Tolstói los personajes femeninos evolucionan y empiezan a tener una mayor importancia que los masculinos, quizás debido a la fuerte influencia de su esposa que le inspiró personajes tan rotundos como Natasha, en su monumental Guerra y Paz, y el de Kitty en la extraordinaria novela Ana Karenina. Todos ellos, tienen en común la atemporalidad, por lo que los sentimientos que transmiten, sensaciones y pensamiento, son tan acordes y coetáneos con los de cualquier lector actual que se siente sumamente atraído e identificado con unos personajes que tienen el pulso real de seres humanos que los dota de autenticidad, veracidad y belleza.

La felicidad conyugal, Leon Tolstói, Traducción: Selma ancira, Acantilado, 2012 (2ª edición), 176 pp.

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