Su discípulo más destacado fue, sin duda, Porfirio que escribió la Vida de Plotino y ordenó los cincuenta y cuatro tratados escritos por el filósofo egipcio.
El mismo Plotino propuso al emperador Galieno la fundación en Campania de una ciudad que siguiera en su organización las leyes y disposiciones de la República de Platón. Esta ciudad estado ideal se llamaría Platonópolis, como es lógico.
El pensamiento plotiniano es sistemático y da un gran énfasis a la Unidad que es la expresión de la perfección o de lo divino. La Unidad es la divinidad que es al mismo tiempo trascendente e inmanente al mundo. De lo Uno deriva toda la pluralidad y múltiple diversidad de lo real. Lo Uno es también el Bien, en la filosofía espiritualista de este filósofo. La diversidad de la cosas del mundo o de la realidad misma procede para Plotino de una emanación de forma similar a como la luz emana del sol.
Existen tres procesos o hipóstasis en la emanación que son lo Uno, la Inteligencia y el Alma del mundo. Desde su filosofía el principio de formación del mundo sensible es obra del alma, puesto que contiene los arquetipos o paradigmas de las cosas.
De forma parecida a Platón es indudable que Plotino está convencido de que la verdadera realidad corresponde al mundo de las ideas, porque el mundo material se identifica con la imperfección. La materia es el principio del mal por su naturaleza corruptible e imperfecta.
En cuanto a la belleza la trata y analiza en sus Enéadas. Escribe Plotino: «La belleza apela fundamentalmente a la vista, pero también al oído a través de las combinaciones de las palabras». No cabe duda que este sabio sabe apreciar y valorar todos los aspectos bellos que aparecen en la realidad. Lo bello abarca multitud de aspectos reales y vitales.
Todo nos puede parecer bello o no.
La belleza del fuego es puesta de relieve por Plotino ya que escribe que «Brilla y resplandece como si fuera en sí mismo forma». La valoración del fuego como un elemento impenetrable y a la vez que lo penetra todo es clara para el creador del neoplatonismo. Las cosas bellas del mundo sensible causan deleite y placer y pueden ser muy diversas y esto es algo que admira Plotino. Para este pensador el esplendor divino del intelecto, es el de un alma moderada, fuerte, justa y prudente que es, en consecuencia, auténticamente bella o hermosa.
En relación con esto escribe que «La fealdad en el alma consiste, por tanto, en no ser pura y sin mezcla, igual que ocurre con el oro cuando aparece mezclado con partículas de tierra». De esta forma, el alma buena es a la vez bella, si se purifica de su conexión al cuerpo o a lo material, siguiendo los planteamientos órficos, pitagóricos y platónicos.
En este sentido, para Plotino no admite ninguna duda que hacerse semejante a Dios es lo propio del alma bella y buena. Porque pensar, aprender, investigar y saber nos identifican con la belleza divina, según su espiritualismo, un idealismo que sigue la senda iniciada por Platón.
Plotino insiste en la necesidad de la autodisciplina y en la purificación moral e intelectual, ya que lo más puro y luminoso es lo inteligible que es lo propio del alma. Indudablemente, la filosofía plotiniana es una especie de misticismo puesto que el éxtasis sería salir de sí para ascender al Uno o lo Absoluto. Por tanto, el sabio sería el místico contemplativo. No admite que el paradigma de la sabiduría sea el hombre teórico o el autosuficiente del estoicismo o epicureísmo.
Una cuestión que tiene su relevancia es el claro paralelismo entre el neoplatonismo y la filosofía patrística cristiana. Algunos planteamientos neoplatónicos son similares al pensamiento cristiano, ya que ambas corrientes de pensamiento son espiritualistas y se fundamentan en el idealismo de Platón, aunque con variaciones notables.
Existen aspectos teóricos similares, si se analizan la filosofía socrática, especialmente el intelectualismo moral, y la teoría de las ideas junto con la antropología platónica.
|