Por Gary L. Welton
Los importantes análisis culturales del psicólogo y empleado de IBM Geert Hofstede, llevados a cabo en los años 70 y 80, de gran impacto en muchas investigaciones desde entonces, concluyeron que Estados Unidos es la cultura más individualista del mundo. Sin embargo, habría un puñado de países occidentales próximos a nuestro espinoso individualismo estadounidense, incluyendo Canadá, Australia, Nueva Zelanda o el Reino Unido. Junto a Estados Unidos, estos países comparten una herencia de libertad e independencia. El estado de New Hampshire nos dice que "en libertad o muerto", pero este lema plasma la herencia de nuestra experiencia occidental entera.
Si bien tenemos mucho que aprender de las ricas tradiciones del resto del mundo, los políticos serían imprudentes de ignorar nuestras tradiciones de individualismo. Los líderes de Westminster han prometido permitir que Escocia ejerza cada vez más libertades en el seno del presente Reino Unido. A Edimburgo se le han prometido nuevas competencias en materia fiscal, social y presupuestaria. Estas promesas bastaron para convencer a los indecisos y reunir los votos del NO imprescindibles para conservar la unión.
Mientras tanto, en América, la administración Obama - como resultado de sus frustraciones con esos blindajes tradicionales del reparto federal de poderes del Estado - pretendía regular la política social de América por intervención ejecutiva. Siendo más precisos, la administración Obama ha buscado federalizar la política fiscal cuando encaja en su programa (como incluir la cobertura del aborto dentro del seguro sanitario obligatorio) al tiempo que permite que los estados se salten reglamentos federales cuando la ley federal discrepa de su programa (como en el caso de la legalización de la marihuana). El uso por parte de Obama de la intervención ejecutiva amenaza las libertades y la independencia de los estadounidenses y anima a los libertarios a soñar con los votos de una posible independencia, igual que hemos visto en Escocia.
Las metas generales de Inglaterra y Escocia son muy consistentes y complementarias. Pero aun así, al fundamentarse la herencia occidental en las libertades y la independencia, los escoceses reaccionan con firmeza cuando el gobierno federal de Westminster limita sus recursos y sus opciones.
Hace varios años, de visita en el Reino Unido, advertí una diferencia en la forma de tratar a los perros en Escocia y en Inglaterra. No se produjo ningún incidente en ninguno de los dos países en el que un perro pusiera en peligro mi integridad de ninguna manera; todos se portaban de la más idónea y remilgada de las formas. Pero me di cuenta de que en Inglaterra, los perros iban siempre con correa, al tiempo que en Escocia iban siempre sueltos. Cuando volví a casa, hice una exploración en las redes. Aunque las leyes relativas a los animales domésticos son de forma idónea motivo de ordenación local en lugar de jurisprudencia nacional, reparé en que (por lo general) las ordenanzas locales obligan en Inglaterra a que los perros lleven correa, pero las leyes municipales de Escocia exigen que los perros estén "bajo atención". Hay acuerdo en el objetivo de que los perros no representen amenazas o molestias para los demás, pero en Inglaterra es común regular los medios, al tiempo que la población de Escocia puede elegir sus propios medios - mientras se logre el resultado deseado. Si su perro fue educado, entonces la correa no es necesaria.
Cualquier sociedad occidental moderna precisa de muchas ordenanzas para que la libertad personal no interfiera ni amenace los derechos del prójimo. Es engorroso, por ejemplo, si el vecino se pone a quemar desechos. Es molesto que los ruidos y las luces del vecino afecten a mi espacio personal. Sin embargo, la lección de Escocia es que la ordenación de la vida personal, en la medida de lo posible, debe ser respetuosa con la independencia y las libertades. Para hacerlo, nuestras leyes (a nivel local preferiblemente) deben regular el fin deseado, mientras se permite a la gente la libertad de elegir las estrategias para lograr esos fines.
El gobierno británico viene utilizando el término "descentralización" para indicar que permite que los gobiernos locales recuperen el control de las cuestiones locales, en lugar de quedar reguladas a nivel federal. Es una descentralización, me figuro, en el sentido de que la competencia pasa de la instancia federal más elevada y es repatriada a la instancia local inferior. Más correctamente, sin embargo, no debería considerarse descentralización; debería de llamarse libertad. En Occidente, damos por descontado el derecho a controlar a nivel personal nuestra vida cotidiana y (siempre que sea necesario) ordenarla a nivel local.
Westminster promete devolver más libertades a Escocia. Deseo ver desde hace tiempo un movimiento en América en el que Washington devuelva más libertades a nuestros propios estados e instancias locales. Llámelo descentralización si quiere. Yo lo llamo libertad.
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