Cuando se plantean determinados temas, que afectan al conjunto de la Nación o Estado, dónde residen algo más de 45 millones de personas, ¿se tiene en cuenta al conjunto de todos sus habitantes? Al parecer no se les consulta, si una decisión es correcta o no. A veces las ansias de poder, no son buenas consejeras, ya que aflora la soberbia, que es uno de los siete pecados capitales, descritos en distintos libros sapienciales. Ser altaneros, puede resultar un tanto peligroso, porque ¿Qué ocurriría si el proyecto pensado no se puede llevar a cabo?
Hay determinadas regiones españolas, que tienen una serie de “ansias” independentistas, que han quedado ya obsoletas, anticuadas y ancladas en un pasado muy remoto. ¿De que sirvió la unificación territorial, emprendida por los Reyes Católicos? Un territorio determinado, que lleva unido algo más de 500 años, no puede, de la noche a la mañana, desmembrarse, partirse y romperse en mil y un pedazos, solo por el afán independentista de un grupúsculo de políticos zafios en sus conceptos y actuaciones. Estamos en el siglo XXI, y por tanto, la unidad de los territorios, es fundamental, para el progreso social, económico, humano y espiritual. Hemos dejado de lado, los principios y valores humanísticos, heredados de la cultura greco-latina, de los cuales bebe el humanismo cristiano, el auténtico forjador de la espiritualidad occidental, que se mantiene, dialogando con el oriental. ¿Por qué hemos abandonado las humanidades? ¿Por qué nos son molestas, al ser interpelados en cualquiera de las situaciones en las que nos encontremos?
Los españoles, hemos creado un territorio –llamado la piel de toro, por su forma-, peninsular e insular, cohesionado, porque si todos estamos juntos, en momentos de crisis, podemos avanzar en conjunto. Si se pone enferma alguna de las partes, los antibióticos para combatir el padecimiento, son más efectivos. Pero si por el contrario, cada parte del total del cuerpo territorial, va por libre, ¿cómo podemos vencer a la enfermedad atacante? Nos será más difícil.
Aquí lo curioso, es que nadie tiene en cuenta lo que piensan el resto de los habitantes en España. ¿Alguien ha tenido la feliz idea de promover una consulta, para saber si queremos que determinados territorios sean independientes? Porque claro, mucha declaración de independencia y separatismo, pero seguimos “chupando” de la teta de la vaca nacional. O se sabe ser independiente, o se retira uno a un lugar apartado y se pierde y no molesta. Ser independiente, significa separarse totalmente del Estado, es decir, no recibir ninguna prebenda económica, social, judicial, defensiva, cultural, política y militar. Eso es ser independiente. Poseer su propio documento nacional de identidad, la suficiencia económica, para hacer frente al pago de pensiones, funcionarios, hospitales, fuerzas de seguridad, residencias, centros educativos, universidades, ayuntamientos, corporaciones, etc. Hay que tener una economía saneada, y una balanza de pagos, lo suficientemente fuerte, como para poderse declarar independiente. No podemos permitir una segregación territorial como pretenden catalanes y vascos. La verdadera independencia del territorio español, pasa por la unidad, por el sentido de nación española, que se vertebra bajo la Constitución de 1978, protegida por la nueva monarquía parlamentaria de don Felipe VI, único garante de la continuidad del Estado, no fragmentado, sino cohesionado, respetando la autonomía de cada territorio, pero eso sí, con criterios unificadores, no separadores.
Debemos ser consecuentes con cada una de las actitudes que tomamos, a favor de la unificación territorial. Si caminamos juntos, podremos salir del ostracismo económico en el que nos postraron determinadas políticas pasadas, caducas y mal dirigidas. Debemos remar todos en la misma dirección, porque de lo contrario, nuestros socios europeos, no saldrán en nuestro auxilio. Hemos de ser conscientes, que vivimos en un área globalizada, con políticas en algunos casos desacertadas, pero es lo que nos hemos otorgado. Entre todos aceptamos construir un continente europeo, unido, para poder competir con el resto de los espacios del Mundo. Y así debemos seguir.
Que nos pregunten al conjunto de los españoles, si deseamos que partes de nuestro cuerpo territorial, queremos que se parta y seccione, o si por el contrario, queremos seguir unidos, fuertes y con las ideas de unidad territorial claras. Creo que la respuesta, la dimos en las pasadas elecciones europeas.
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