Sandra (Marion Cotillard) tiene un problema: tras salir de una depresión va a ser despedida. Sus compañeros de trabajo, obligados a elegir entre una prima individual y la continuidad de su compañera, han decidido votar mayoritariamente en favor de lo primero. A Sandra le queda por delante un fin de semana para convencerlos de lo contrario.
 Los hermanos Dardenne, máximos exponentes del drama social contemporáneo, no son ajenos a la crisis económica que afecta a media Europa. El recorte de personal también ha llegado a su cine, tal y como demuestran en Deux jours, une nuit, otra gran obra que añadir a su cada vez más imprescindible filmografía. La película narra el tour de force llevado a cabo por su protagonista, una enorme Marion Cotillard, a lo largo de un fin de semana. Dos días y una noche para convencer al prójimo de que a veces resulta más satisfactorio hacer algo por los demás que por uno mismo. No lo tendrá fácil en su ordinaria odisea, puesto que corren tiempos difíciles para todos (para los de siempre, en realidad), lo que fomenta el egoísmo en detrimento de la filantropía.
Estos realizadores belgas nacidos en Lieja durante la década de los cincuenta, tan parecidos en lo físico que cuesta distinguirlos, son tan buenos que, a diferencia de Robert Bresson, por citar un ejemplo, no necesitan prescindir de los actores para otorgar verosimilitud a las historias que cuentan. Podríamos definir a sus películas, si se me permite la licencia poética, como fragmentos de vidas rotas que tratan de recomponerse ante la objetiva mirada del cinematógrafo (he aquí un término puramente bressoniano). Rara vez emiten juicios de valor, limitándose a filmar la realidad que los rodea. En Deux jours, une nuit, los autores de Rosetta ofrecen al espectador los argumentos que justifican la actitud de cada una de las partes. Es normal que Sandra luche por conservar su puesto de trabajo, del que depende la estabilidad de su familia, como también es normal, al menos hasta cierto punto, que algunos de sus compañeros no quieran renunciar a una prima de mil euros dado que les cuesta llegar a fin de mes. El dilema, aunque simple, está brillantemente planteado e invita a la reflexión. ¿Qué haríamos nosotros si fuésemos Sandra, o si, por el contrario, estuviéramos en el lugar de sus compañeros?
A lo largo del filme, Marion Cotillard irá experimentando diferentes emociones (todas las que caben entre la esperanza y la desesperación) en función de la actitud que los demás muestran ante su problema. La dimensión psicológica de su personaje, casi siempre presente en pantalla, está muy conseguida, sin que por ello se obvie realizar apuntes sobre la situación familiar que determina la decisión de sus distintos compañeros.
Los Dardenne priman el uso de la cámara de mano, narrando con maestría y prescindiendo por completo de la música extradiegética. La sencillez es la marca de la casa.
En conclusión, una de las mejores películas de este 2014. Muy grandes los Dardenne.
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