“Última hora: Marlaska cesa a la cabra de la legión por falta de confianza”. El mensaje llegó al terminal del móvil mandado por un periodista. Podría ser una broma a cuenta de los ceses del ministro del Interior y sus explicaciones sobre lo que él entiende por confianza. Pero el asunto, como broma o en plan serio, era de más calado que las declaraciones del ministro y estuvo circulando por una vía doble. Una para descargar en el ministro Marlaska lo ocurrido en su ministerio. Y otra, ajena a peripecias de la cabra y el ministro, que se ocupaba de algo distinto: Cómo informa el gobierno sobre lo que hace; y por qué lo hace así.
Al principio y a brote pronto, algunos se aplicaron a la cabra y al ministro. Como motivos de guasa con gustos varios, algunos asquerosos. Con criticas al ministro por ceses y hechos conocidos. También hubo quien echó su cuarto a espadas para aportar algo más, como el diario El País que publicaba “Grande-Marlaska: Juez, ministro y viceversa. El titular de Interior cumple dos años en el cargo entre reproches por cómo afrontó la crisis con la Guardia Civil”.
Pero, después apareció algo de otro cariz que sobrepasó en interés al ministro y a la cabra. Porque, aun siento importante lo ocurrido en el Ministerio del Interior, los ceses en la cúpula de la Guardia Civil, y el supuesto e irreal motivo del cese de la cabra de la Legión (por falta de confianza mutuas, pues hubo quien tomó a la cabra como desconfiada), alrededor del hecho apareció algo nuevo y peligroso para el sistema: La forma de hacer del actual gobierno de coalición en el que parece que Marlaska no lleva la batuta, ni hace otra cosa que seguir lo que impone el presidente del Gobierno.
Desde esta situación, teniendo como muestra lo dicho por Marlaska para explicar (o no explicar) lo ocurrido en su Ministerio, parece que hay una forma de hacer nueva, distinta a la usual y en contra de los principios aceptados por todos en los ámbitos de la actividad humana, incluida la política ¿Nueva Normalidad? Puede que no. Porque, de hecho, lo que ocurre es que parece que las bases sobre las que se asentaba la convivencia, por impulso del Gobierno, han desaparecido sin avisar. Verdad, Seriedad, Mantenimiento de Principio y Fidelidad se han convertido así, por arte de birlibirloque y sin ningún recato, en antiguallas del pasado. En su lugar, el Gobierno esta tratando de instaurar algo que solo podemos apuntar señalando algunos síntomas: Verdad mutable, a conveniencia y sin coherencia con el pasado. Alborotos con alharacas y frases rimbombantes para sustituir la formalidad. Fragilidad temporal de unos Principios que se van transformando, sin solución de continuidad ni respeto a la coherencia propia. Y una deslealtad que, sin respeto al electorado, violenta usos y altera los pactos sociales de convivencia.
Frente a lo anterior y atendiendo a los síntomas, la información excesiva de un gobierno que ha dedicado mas horas que los anteriores para explicar, notificar, informar (o desinformar) usando la televisión y medios públicos en beneficio propio.
Teniendo en cuenta que las explicaciones de momento no han de ser fieles a la verdad, por la condición cambiante que ha ido imponiendo el gobierno con Pedro Sánchez a la cabeza, esa verdad se convierte en algo subordinado a unas condiciones que han ido mudando con el tiempo a medida que han podido ser útiles para el Gobierno. Como ejemplos, los hay de todo tipo y condición: Desconocer la entidad de la pandemia en sus inicios, a pesar de los informes recibidos por el Gobierno que tenia la obligación de conocer y usar. No evitar los perjuicios que produjeron las manifestaciones masivas. Diluir, incluso compartir, responsabilidades propias con equívocos. Imponer reglas sociales para evitar contagios que no respetó el gobierno (El presidente y el vicepresidente obviaron la obligación de guardar cuarentena).
Apelar a un comité de expertos oculto sin mostrar su capacitación y cualificación. Y, acaso lo más peligroso, utilizar unos periodos de Estados de Alarma, que están previstos en la Constitución, para usar un poder omnímodo que no era incuestionable pero que ha sido puesto a disposición del gobierno.
Mientras tanto, el Gobierno parece que busca la controversia con la oposición, agría la atmósfera política (parece que con algún objetivo), procura amistades con los independentistas y otras tenidas como peligrosas, y hasta enfanga el ambiente con algo tan arriesgado como es señalar la amenaza para nuestra democracia o insinuar la apetencia de golpes de Estado por un partido de la oposición.
A la vista de estos hechos, o síntomas, hay varias sospechas en el aire: ¿Cómo informa el gobierno sobre lo que hace? ¿Y por qué lo hace así?
Puede que, aunque con matices, las sospechas puedan ser atisbadas desde la “Ultima hora” que circulaba hace unos días sobre el cese de la cabra de la legión por falta de confianza. Con ella se descargaba en el ministro del Interior lo ocurrido en su ministerio. Sí, pero al lado aparecía algo de más calado, que supera al ministro y nos afecta a todos: El futuro de la democracia y el aviso de posibles golpes de Estado, sobre los que alerta un vicepresidente del gobierno. Ambos son más importantes, preocupantes y peligrosos, que el ministro Marlaska, la sustituciones que se produzcan en el Ministerio del Interior, y el supuesto cese de la cabra de la legión.
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