Dice el diccionario que prevenir es: “Tomar precauciones o medidas por adelantado para evitar un daño, un riesgo o un peligro”. El ser prevenido está bastante relacionado con la edad de cada uno. Se piensa más en las consecuencias de una acción cuando se tienen más posibilidades de que su realización tenga consecuencias en nuestra integridad.
Siempre recuerdo el chiste de aquel “blandito” que se negaba a coger las armas en su servicio militar. El sargento le preguntaba si tenía miedo a las balas. El asustado le decía, mientras se pasaba una por el pecho: No tengo miedo a las balas, lo que temo es la velocidad.
Algo así me pasa con la presente situación de incertidumbre ante la pandemia. De vez en cuando tiro de “valentía” y me decido a “tomar las calles”. Me muero de ganas de tomar una cerveza con mis amigos de los primeros viernes y echar unas risas con ellos. Mentalmente me comprometo. Pero de pronto veo otro telediario o escucho “el parte” de la radio.
Me encuentro con “la velocidá”. Puedo llevar mascarilla, pero me la tengo que quitar para comer. Pueden estar limpios los platos, pero a lo mejor están los bichos en la mesa, en las sillas, en el parking, etc.
Me puede la responsabilidad. Responsabilidad es dar respuesta a unas circunstancias. Los tres habitantes de mi domicilio sumamos 240 años. Nos ha costado mucho esfuerzo vivirlos. No quiero eliminarlos de un plumazo.
Decido quedarme en casa. Si me privo de coger a mis nietos, también me puedo privar de una agradable comida con los amigos. Cuando pase todo esto, no faltaré a ninguna. Me conformaré con verlos en la foto. Seamos previsores y estemos prevenidos.
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