Sin lugar a dudas, la crisis del Covid19 ha venido a presentar un panorama complejo lleno de incertidumbres económicas, empresariales y laborales para el conjunto de la ciudadanía de nuestro país. Nadie, hoy se atreve a dibujar con certeza el escenario de los próximos meses en un entorno tan cambiante como el de esta crisis que ha golpeado con tremenda dureza a las economías nacionales y el tejido productivo de todos los países del mundo. Aún con todo, no cabe duda de que para los que observamos como espectadores o actores el desarrollo de los acontecimientos , el sentimiento de momento histórico se presenta como algo irrenunciable ante la realidad que nos oprime en cierto grado.
Aún, cuando esta crisis genera un debate sobre el origen de la pandemia, su impacto real virológico o incluso el choque entre los conceptos de la libertad y la seguridad en tamaña pugna permanente en las decisiones de quienes hoy desde las instituciones públicas deciden o al menos parece que lo hacen.
Y es que, el miedo , ese que aterra a una población mundial frente a un invisible enemigo en forma de patógeno, puede ser ese perfecto aliado para quienes entiendan como necesario la reconfiguración del orden mundial establecido entorno a medidas de control, seguridad, prevención o métodos de gobernanza que en gran medida podrían atentar contra los principios fundamentales de la libertad , la democracia o la justicia social.
Así, a mi juicio como humilde aportación al debate, la apuesta por la sanidad pública, la prevención epidemiológica o la investigación deben ser los criterios denominadores de una sociedad que se enfrente con éxito a retos como el de la lucha contra este virus, agente más artificial que natural a todas luces, respondiendo así como sociedad ante un reto al que puede que tengamos que enfrentarnos en el futuro con otros agentes que pudieran aparecer en nuestro día a día. Pero aún con todo, estas medidas si bien fundamentales no pueden ni deben ir acompañadas de la limitación de la libertad individual, colectiva o la intimidad de quienes conformamos la sociedad mediante sistemas de control tecnológico. Ni siquiera, se debería permitir que a tenor de criterios de argumentos de macroeconomía se permitiese la puesta en marcha de modelos de vacunación masiva global de manera obligatoria. En primer lugar, por la falta de control y seguridad de estos procedimientos de experimentación y en seguro lugar, por la propia estructura de un virus que no afecta de igual grado a toda la población.
Por ello, resulta contradictorio observar la obsesión compulsiva si cabe de determinadas empresas, gobiernos y organizaciones en el impulso tanto a los sistemas de control de la población: Movilidad, relaciones, actitudes de compra, transito como a objetivo de la vacunación generalizada a millones de seres humanos. Y llegados a este punto, ¿Realmente son necesarias estas medidas para superar esta crisis? o ¿Existirían otras posibilidades menos lesivas para los derechos fundamentales y las libertades?
En definitiva, la seguridad es fundamental, pero no debe ser un concepto fundamentalista de un mundo atenazado por el miedo que entregue su libertad en el atril de la incertidumbre. La prevención, la apuesta por la sanidad pública y sus medios de atención para enfrentar esta crisis y las medidas de cooperación entre gobiernos con el concepto de solidaridad y justicia social deben ser por el contrario los antídotos frente a este reto .
Y todo ello, acompañado por la inversión económica y la apuesta por un nuevo modelo de transformación digital, tecnológica, sostenible y de reforma de los sistemas de educación que nos permitan caminar hacía un nuevo marco de desarrollo productivo y progreso humano. Esa ha sido la apuesta de la Unión Europea, un camino acertado frente al cual España tiene la oportunidad de escribir su historia para no llegar tarde a un cita con el futuro de la Europa del Siglo XXI.
|