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La violencia genera violencia | |||
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El ataque a la sede del PP en Madrid era predecible para quien hubiese querido ver. Y con esto quiero decir ver cine español. Porque el cine no sólo es entretenimiento: es un medio de expresión de la sociedad. Uno, en teoría, libre e independiente. Y la rabia bulle en él. Y para ver basta con acudir a una sala de cine. Algo tan común y corriente como eso. Incluso con leer la cartelera o tener un mínimo interés por la cultura, algo no muy habitual entre nuestros políticos. El nivel de desesperanza, de desgarro, de rabia y de violencia que la crisis ha cosechado en el cine español ha alcanzado a géneros tan variopintos como la comedia del esperpento, el drama, el terror e incluso la ciencia ficción. Conocidos son los largometrajes como Justi&Cia, de Ignacio Estaregui, cuya producción tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación. O el despropósito Murieron por encima de sus posibilidades, una orgía de sangre más cercana al gore. Pero, también y sobre todo, los cortometrajes, esa dimensión del cine menos conocida pero llena de relatos experimentales y autores con muchas ganas de contar sus ilusiones y desilusiones vitales, aquéllas que suelen estar más apegadas al sentir de la calle. En Trato preferente Carlos Polo nos muestra a una simpática anciana, una entrañable abuelita que, batidora en mano, destripa a un empleado de banca al sentirse estafada. Absolutamente personal, de Julián Merino, narra cómo una joven resuelve la ecuación de su injusto despido empleando un radiante extintor rojo como ornamento para el cráneo de su jefe. Y más curioso que los argumentos en sí es que ambos están contados en clave cómica con aplauso incluido. Sí, porque los espectadores nos sentimos cómplices del protagonista, en tanto que es imposible no identificarse con la víctima que, por fin y de una vez por todas, se rebela para restablecer la justicia. Por muy tremenda que sea su manera de hacerlo. La lista de títulos es larga: el drama de Sin respuesta, de Miguel Parra, la denuncia social en la ciencia ficción de Flexibility, de Remedios Crespo; la esperpéntica Firme usted aquí, de Rodrigo Zarza; Pan-demia, firmada por Rubén Sainz... Y no nos podemos olvidar de las coproducciones. De esa grandísima Relatos salvajes, cine con mayúsculas venido de Argentina con la participación de la productora española El Deseo. Dentro de esos relatos salvajes y violentos encontramos una con cierto parecido al suceso de la madrileña calle Génova: ¿será Daniel Pérez Berlanga una versión desequilibrada y menos afortunada del «bombita» argentino? Enlaces incluidos: http://youtu.be/SLQkHXMrWbY http://youtu.be/Sfm2OzP1cRQ |
Leo en diversos medios que el Grupo Parlamentario Sumar va a presentar en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para instar al Gobierno a que impulse la fase de decisión y adopción del marco legislativo que permita la emisión del euro digital, a fin de reducir la dependencia que hay en la UE de las dos compañías estadounidenses de pago con tarjeta, Visa y Mastercard. Me ha chocado mucho semejante iniciativa.
En el panorama español actual, es la izquierda quien maneja mejor el discurso y quien se siente más cómoda apropiándose de causas ajenas para convertirlas en propias, aunque nunca por convicción, sino para obtener rédito político y arañar un puñado de votos. Si hay una causa a la que se aferran con uñas y dientes, es sin duda a la del feminismo, politizado hasta el extremo.
Las decisiones arancelarias unilaterales de Donald Trump se cumplieron como una profecía, lo mismo que las réplicas esperables de las demás potencias de cara a esta guerra comercial y tecnológica explícita. Argentina es una de los territorios expósitos que quedaron a merced de la propia debilidad del rumbo aperturista elegido, otra de las graves catástrofes que suma un gobierno de nula imbricación con la ética política.
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